Este sábado 21 de junio, las calles de Puebla se llenaron de color, fuerza y memoria durante la Mega Marcha Estatal del Orgullo LGBTTTIQ+. Con el poderoso lema “Crimen pasional, mentira nacional”, miles caminaron desde el Parque Juárez hasta el zócalo de Puebla, alzando la voz por justicia y dignidad para las personas de la diversidad sexual.
Los nombres de Jesús Ociel Baena Saucedo, primera persona no binaria en llegar a una magistratura, y de Fabián Barrales, joven agredido brutalmente en una taquería, se convirtieron en estandartes. Nadie olvida. Nadie perdona. Exigen respuestas, no discursos vacíos.
Aunque esta fue la segunda marcha del año —tras otra realizada días antes por diferencias entre colectivos—, la consigna fue una sola: basta de impunidad, basta de odio. Más de mil personas tomaron las calles con pancartas, banderas multicolor, cuerpos libres y voces que hicieron eco entre adoquines y balcones.
María José Flores Serrano, activista y organizadora, dio inicio a la marcha con un corte de listón simbólico.
Informó que la familia de Fabián no pudo asistir porque su salud se agravó, y denunció que hasta ahora no hay un solo detenido por la agresión. Otro caso más en la lista de pendientes de justicia.
El contingente fue tan diverso como la bandera que lo representaba: familias enteras, abuelos tomados del brazo de sus nietos, personas con discapacidad, parejas enamoradas, activistas incansables, colectivos, y hasta mascotas vestidas con moños arcoíris.
Algunos carteles advertían: “Si me matan por ser quien soy, ¿quién cuidará de mis animales?”. Detrás del orgullo, late una angustia real.
Carros alegóricos, drag queens brillantes, marcas aliadas y organismos como la Comisión de Derechos Humanos también marcharon. Pese a las divisiones internas, el mensaje fue compartido: visibilidad, respeto y derechos, no como privilegios, sino como garantías.
La marcha concluyó en el zócalo con música, arte y un grito colectivo que resonó más allá de las consignas.
Porque no se trató solo de celebrar quiénes son, sino de marchar por quienes ya no están, por quienes viven con miedo, y por el derecho innegociable a existir.