Es difícil de creer, pero en México parece que preferimos atacar lo que funciona antes que cuestionar lo que realmente daña. Que ahora se hable de demandar a MrBeast por su video en Chichén Itzá raya en lo absurdo.
MrBeast es un creador de contenido global. Su video sobre el mundo maya ya superó los 69 millones de vistas en pocos días. ¿Entendemos lo que eso significa? Es visibilidad mundial para nuestro patrimonio. Eso puede traducirse en turismo, y el turismo genera empleo, activa operadores, agencias, transporte… y tal vez –ahora sí– le dé algo de sentido al famoso Tren Maya, que ha costado miles de millones y que, como ha admitido su propio director, no es rentable.
Y no, no es la primera vez que alguien graba en sitios arqueológicos con ese nivel de producción. En el sexenio de Felipe Calderón se realizó el documental The Royal Tour, una producción internacional conducida por Peter Greenberg y descrita como “una serie innovadora que muestra a México como nunca antes lo había visto ningún visitante”. En ese especial se accedió a la zona arqueológica de Palenque en helicóptero y se grabó incluso dentro de la tumba de Pakal. Todo con el respaldo del Gobierno mexicano.
Mucho antes, en 1971, Sentinelas del Silencio, que incluso ganó dos premios Oscar, el documental de Manuel Arango –empresario mexicano, exdueño de Aurrerá y apasionado del arte y la cultura–, sobrevoló múltiples zonas arqueológicas también en helicóptero, antes de que existieran los drones.
Entonces, ¿cuál es la diferencia hoy? ¿El problema es que MrBeast tiene más vistas? ¿Qué le habla a las nuevas generaciones? ¿O simplemente que no se trata de una producción institucional? Lo más irónico es que se han talado hectáreas de selva maya para construir el Tren Maya sin que se haya generado la misma indignación que ahora provoca un influencer que vino a respetar, exponer y celebrar nuestra cultura. La hipocresía es clara.
Afortunadamente, incluso la gobernadora de Campeche ha salido a respaldarlo públicamente. Y lo más importante: MrBeast no violó ninguna ley. Ya lo explicó él mismo en su cuenta oficial de X (antes Twitter):
“He visto muchas historias falsas sobre nuestro video en México. Mi equipo y yo respetamos profundamente la cultura mexicana y maya. Tuvimos todos los permisos, seguimos las normas, trabajamos con arqueólogos y representantes del gobierno para asegurarnos de ser precisos y respetuosos”.
Aclaró que incluso colaboró con el INAH para crear un fondo de apoyo a la arqueología local y financió pozos y proyectos de agua en comunidades del estado donde grabaron. Esto último ni siquiera pensaba hacerlo público, pero los titulares lo obligaron a aclararlo.
¿Y entonces qué hacemos? ¿Seguimos quejándonos de que no hay turismo, que la gente no viene, que nadie valora nuestra cultura… pero cuando alguien sí lo hace, lo atacamos?
MrBeast explicó tradiciones mayas, reconstruyó ciudades antiguas, hizo que millones de jóvenes en todo el mundo se interesaran por nuestra historia. Le puso ritmo, emoción y respeto.
Incluso recuerdo una conversación que tuve con el doctor Pedro Francisco Sánchez Nava, quien fuera director de Arqueología del INAH y falleció en 2022, tras 48 años dedicados a proteger nuestro patrimonio. Él mismo me dijo una frase que nunca olvidaré: “una zona arqueológica que no tiene promoción es como un libro al que no se le ha quitado el celofán”. En aquella charla coincidimos en varios puntos: en la necesidad de comunicar nuestro pasado con más fuerza, usando nuevas formas, tecnologías y plataformas que realmente conecten con la gente. Porque hacer documentales eternamente académicos, que nadie ve, no protege la cultura: la vuelve invisible.
Y mientras tanto, ¿a quién se decide atacar?, ¿a un influencer que vino a hablar bien de México? ¿En serio? ¿Y las demandas al crimen organizado? ¿Y al huachicol? ¿Y a los escándalos de corrupción? Esos sí nos están destruyendo todos los días y no hay pronunciamientos ni persecuciones con la misma fuerza. Lo que necesitamos es justo lo contrario: más personas que hablen bien de México, que difundan nuestras historias, que compartan buenas noticias.
Ya basta de atacar lo que sí funciona. Empecemos a poner la lupa donde realmente hace falta: en las omisiones institucionales, en la mala gestión del patrimonio, en la falta de estrategias modernas para comunicar nuestra riqueza cultural. Dejemos de disparar contra los aliados.