En el año de 1983 yo tenía 12 años, iba en sexto de primaria y mi padre me llevaba a la escuela, la primaria Jesús González Ortega, en su viejo Chevrolet Biscayne, modelo 1967.
Mientras viajábamos rumbo a la escuela, escuchábamos Tribuna Radiofónica, de Enrique Montero Ponce, quien daba cuenta de las protestas panistas a las afueras de Casa Puebla, en contra del entonces gobernador, Guillermo Jiménez Morales, a quien culpaban de haber realizado uno de los fraudes electorales más célebres de toda la historia.
1983 marcó en cierta forma mi vida, el ingeniero Ricardo Villa Escalera, un empresario de la entonces floreciente industria textil de Puebla, dueño de la fábrica “El Triunfo”, se impuso al candidato del PRI y ex secretario de Finanzas de la administración estatal, al profesor, Jorge Murad Macluf, “el delfín” de Jiménez Morales.
El entonces gobernador Jiménez Morales soñaba con dejar como su sucesor, a su amigo, el profesor Murad, y por eso, era muy importante que este personaje pudiera ganar la presidencia municipal, para después ir por la candidatura a la gubernatura y hacerse de Casa Puebla.
Jiménez Morales ignoraba que ese no era el destino y que en su camino se iba a cruzar el presidente, Miguel de la Madrid, quien tenía en su afecto, a su viejo amigo de la facultad de derecho de la UNAM, el abogado originario de Guerrero, Mariano Piña Olaya.
Pero, de regreso al tema principal, en 1982 México era gobernado por José López Portillo, quien había jurado defender al peso como un perro y terminó con una devaluación terrible para todas las familias mexicanas. El sexenio de López (el otro López) siempre será recordado por sus excesos y excentricidades, así como por la nacionalización de la banca.
En ese contexto, se llevó a cabo la elección de 1983, para elegir al presidente municipal de Puebla.
El enojo de la población ante la errática conducción del país, el cual había golpeado a las clases medias y hundido más a los pobres, se manifestaba en enfado social y Puebla capital fue pilar de ese descontento social, que iba a fracturar más adelante al partido hegemónico en México.
En 1983 se celebró la elección intermedia en Puebla para elegir presidentes municipales y diputados locales.
Melquiades Morales Flores era el presidente del Comité Directivo Estatal del PRI y su mano derecha era un joven cuya capacidad electoral era impresionante, José Alarcón Hernández.
Ricardo Villa Escalera y Jorge Murad se vieron las caras en la boleta y el triunfo le correspondió al empresario textil y candidato del PAN, miles de poblanos salieron a apoyar a este personajes, a las 20 horas de ese día, Murad, Melquiades Morales y Alarcón estaba completamente derrotados y cabizbajos se aprestaba a abandonar la sede del ex partidazo, el viejo edificio de la 5 Poniente, cuando recibieron una llamada directa del gobernador Jiménez Morales, quien les pidió “hacer todo lo que tuvieran que hacer”, para ganar la contienda y salvar a Murad.
Vino entonces uno de los momentos más tristes en la historia de Puebla, operativos por todas partes, robo de urnas, reventar casillas, sustitución de boletas, todo operado de tal forma, que, al otro día, el ganador de la contienda no era Villa Escalera, sino Jorge Murat.
Las protestas panistas fueron muy fuertes ante el fraude y llegaron hasta Casa Puebla, cuya puerta intentó ser quemada por los inconformes, entre los que se encontraba un entonces joven de nombre, Francisco Fraile García, quien empezó a tomar fuerza y liderazgo dentro del movimiento que era más social que partidista.
Curiosamente, como lo narra en su tesis doctoral el ya fallecido Raymundo García, Murad utilizó, como parte fundamental de su discurso, el que tenían que detener el avance de la derecha y de los reaccionarios, mismos discursos que también retomó en 1995, el entonces candidato a la alcaldía por el PRI, Germán Sierra Sánchez, quien cayó derrotado ante el panista, Gabriel Hinojosa, el primer alcalde de oposición en Puebla.
Este fraude cometido en Puebla, después fue replicado en Chihuahua en el año de 1986, en donde la robaron la elección al entonces alcalde panista con licencia, Francisco (Pancho) Barrio, lo que originó una serie de manifestaciones muy importantes en el estado más grande del país, así como el bloque del puente internacional que comunica a Ciudad Juárez con el Paso.
Cabe señalar que, el delegado del CEN del PRI y el encargado de la operación política para echar abajo el triunfo de Barrio, corrió a cargo de Melquiades Morales Flores, quien se llevó a todo un cuerpo de operadores poblanos.
El secretario de Gobernación en 1983 y 1986 también era un viejo conocido de Puebla, Manuel Bartlett Díaz. Al robo de esa elección se le bautizó como el fraude patriótico.
El 19 de septiembre de 1985, México fue sacudido por un sismo de magnitud 7 , el cual devastó por completo la llamada ciudad de los palacios, bautizada así por Alexander Humboldt, el cual visitó la ciudad de México en 1808.
El movimiento telúrico y todo lo anteriormente escrito comenzaron a minar los cimientos del partido hegemónico en México.
En 1987, el PRI se comenzó a dividir, la llamada corriente crítica se separó del partidazo, encabezada por el ex gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas y el brillante Porfirio Muñoz Ledo.
En 1988 se cometió otro fraude de dimensiones mayúsculas por parte del PRI, para entronizar a Carlos Salinas de Gortari, otra vez protagonizado por Bartlett, la famosa “caída del sistema”.
En 1994, la muerte de Colosio le abrió la puerta a Zedillo, quien en 1997 se convirtió en el primer presidente de México en no tener mayoría en el Congreso, para finalmente sellar el destino del PRI en el año 2000, cuando el panista, Vicente Fox, se convirtió en el primer presidente de oposición en México y todo esto empezó en Puebla, en un lejano noviembre de 1983.