A mes y medio de que comiencen las campañas por la gubernatura en Puebla, el PRI pasó de estar en las ruinas a ser ahora apenas cenizas de un pasado de triunfos aplastantes por más de 80 años.
El Comité Directivo Estatal (CDE), que todavía dirige Néstor Camarillo Medina, se desmorona, por razones ideológicas, por la disputa de candidaturas y por los abusos y la avaricia del mismo personaje.
Dejó de ser una exageración la alegoría aquella de que “pronto no quedará ni siquiera quien cierre la puerta”, para ser hoy una lacerante realidad.
El pasado viernes renunció el secretario jurídico, Alejandro Camacho Gazca, junto con al menos tres integrantes más de esa importante área del partido.
Lo hizo, además, a unas horas de que, el lunes siguiente, la Secretaría Jurídica debiera recibir los registros de los aspirantes a las 217 alcaldías y los 26 distritos de mayoría relativa del estado.
Como pudo, se solventó la ausencia de esos especialistas, con improvisados funcionarios partidistas, para recibir los documentos de los aspirantes.
Sin embargo, el conflicto no ha terminado y un problema grave apenas asoma en las fantasmales oficinas de la diagonal Defensores de la República, en la capital poblana.
Porque el tema no era realmente la recepción de los documentos, sino la dictaminación de las postulaciones.
Ese es el verdadero brete.
Es muy común que a los aspirantes les falten documentos o que, por cientos de razones, deban completar trámites que olvidaron o que desconocían.
Es entonces, cuando la Secretaría Jurídica hacia su parte, al señalar y solventar esas observaciones.
Ha trascendido que la renuncia de Camacho y su equipo se debió a la exorbitante carga de trabajo, que no tenía la remuneración adecuada –a pesar de que Camarillo y su socio de negocios, Alito Moreno, se han llenado los bolsillos con lo que han cobrado a los futuros candidatos.
En su cuenta de Facebook, el hoy ex secretario Jurídico dejó una ácida crítica a la dirigencia del que fue su partido por más de tres lustros.
Acusó la “falta de autocrítica” y alertó de una “crisis que nadie quiere ver”.
Ni falta hizo que mencionara a Néstor Camarillo, a quien en varios espacios se ha acusado de apropiarse por sus pistolas la candidatura de primera fórmula al Senado de la República, en la alianza opositora.
Esa postulación, aun perdiendo la coalición de PRI, PAN, PRD y PSI, lo llevará con seguridad a la Cámara alta, sin merecimientos y sin suficiente trayectoria. Es, como he dicho, un cadáver insepulto que solo deambula por ahí causando pena y risas.
Como en todo el país, en Puebla se vive una crisis por el “secuestro” del tricolor que ha hecho el grupo del dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, de quien el poblano es un consentido –y, como digo: su cómplice en la corrupción que los caracteriza.
Ese “agandalle” del que se acusa a Néstor Camarillo por la candidatura que, según ha trascendido, correspondía al hoy expriista Jorge Estefan Chidiac, ha salido muy cara al tricolor y, sin duda, repercutirá en la candidatura a la gubernatura de Eduardo Rivera Pérez, también postulado por la coalición opositora.
Desde hace un par de semanas, la desbandada está imparable.
También han dejado sus cargos los secretarios de Organización y de Elecciones, aunque no están del todo claras sus motivaciones.
Se han ido presidentes municipales que representaban la verdadera operación del tricolor en tierra, además de la disolución del Grupo Legislativo del PRI en el Congreso local, luego de la renuncia a su bancada de seis de los siete integrantes.
Entre las partidas que más han dolido en la esencia del priismo poblano están José Márquez, de Zacatlán; Guadalupe Vargas, de Xicotepec; Emiliano Vázquez Bonilla, de Zapotitlán de Méndez; Manuel Orato Vélez, de San Salvador El Seco, y Aurelio Flores Solano, de Guadalupe Victoria.
Se espera que en los próximos días una veintena más anuncie su salida del tricolor, que obtuvo más de 40 alcaldes y alcaldesas, tras la elección de 2021.
Es decir, no quedará casi nadie.
Hay crisis.
Es muy grave.
Nadie la ve.
Mientras Néstor Camarillo ya se siente senador.
Señor Senador de la República.
Sí, claro, pero el de menor nivel político e intelectual que jamás haya tenido Puebla.
Para vergüenza de Puebla.