El caso del ex presidente municipal de Tecamachalco, y hoy nuevamente aspirante en ese municipio, el impresentable Inés Saturnino López Ponce, ha metido al PAN y a todos los panistas en un callejón sin salida, al que ninguna necesidad tenían de entrar. ¿Tanto valen él y su participación en la alianza opositora, para dilapidar el prestigio y exhibir una doble moral tan lamentable?
Inés es aspirante nuevamente a presidente municipal.
Efectivamente, tiene una base social importante, principalmente en su comunidad de origen.
Pero es innegable la pésima imagen del político que parece salido de una caricatura de los años 50.
Por allá de 2015, el caso de violencia política en razón de género contra la hoy diputada y entonces regidora, María Ruth Zárate, fue escandaloso.
Intolerable.
Grave.
Obsceno.
Fue conocido a nivel nacional e internacional.
Por supuesto, también fue muy condenado.
Sin embargo, entonces no estaba tipificado ese delito electoral e Inés no terminó el padrón de violentadores o con la sanción justa y severa que merecía.
Por eso es que ahora puede volver a aspirar a un cargo público.
No porque haya sido inocente, sino porque no había tipificación entonces.
Las imágenes están ahí para la posteridad, agrediendo a la entonces regidora, aventándole billetes, refiriéndose de manera majadera, agrediéndola política y personalmente.
Luego, pasaron los años e Inés Saturnino tuvo complicidades cuestionables.
Terminó en la cárcel por presuntamente haber facilitado la huida de alguien que tenía orden de aprehensión.
Pero salió.
Volvió a la vida pública.
Es muy conocida hoy su amistad y cercanía con el actual alcalde de Tecamachalco, el morenista Ignacio Mier Bañuelos.
Hay versiones periodísticas que lo ubican como su “gallo”, aunque vaya a ser candidato de la oposición, como lo adelantó este miércoles la presidenta del Comité Directivo Estatal de Acción Nacional en Puebla, Augusta Díaz de Rivera.
El martes, en un mitin, Eduardo Rivera lo llenó de halagos.
Lo defendió.
Increíblemente se puso de escudo.
Dijo que si se meten con Inés, se meten con el PAN y con él personalmente.
Tal exabrupto era innecesario.
Se le pasó la mano con la demagogia.
Un día después, la misma Augusta, la diputada federal Carolina Beauregard y otros salieron otra vez a defenderlo.
Que no fue sentenciado, argumentaron.
Pero no lo fue, porque no existía el delito, al menos en el tema de violencia de género.
De los otros presuntos actos ilícitos, las autoridades tienen la última palabra.
Se metieron a defender a un lobo feroz.
A un personaje que es mal visto en todo el país.
Seguramente, el cálculo político es que tiene fuerza en su región.
¿Pero eso es suficiente?
¿Y el humanismo?
¿Y los principios del PAN?
¿Y la doctrina?
¿Y la sororidad, en el caso de las mujeres?
El PAN y sus dirigentes se metieron en arenas movedizas.
Cada vez que enaltecen a Inés Saturnino se hunden más.
Y sí… parece que se puede aún caer más bajo.