La pretendida designación de un gobernador interino emanado del mismo partido que el mandatario saliente, en Nuevo León, parece tierra fértil para condenar la postura política asumida por los líderes de Morena a partir de lo acontecido en Puebla cinco años atrás, en 2018, pero la semejanza no es tan sencilla.
Se han planteado sesudas y bien estructuradas reflexiones para hacer énfasis en la aparente incongruencia del presidente Andrés Manuel López Obrador y de todos sus fieles discípulos por plantear criterios distintos, incluso contrastantes, en torno a las crisis políticas de Nuevo León y Puebla, donde, con casi un lustro de distancia y por diferentes motivaciones, los congresos locales se vieron en la necesidad de nombrar gobernador interino.
“¿Por qué para el caso del estado norteño, en medio de la crisis ocasionada por el polémico Samuel García, esquirol de la 4T, Morena y el Gobierno de la República se pronunciaron a favor de la designación de un interino emanado del mismo partido que el fallido candidato presidencial, Movimiento Ciudadano, cuando en Puebla ese mismo grupo de poder se opuso a la continuidad del PAN tras la muerte de Martha Erika Alonso Hidalgo?”, se plantearon observadores y analistas locales.
“¿Por qué midieron con diferente vara?”, cuestionaron.
La respuesta fue unánime:
Por incongruencia, pero sobre todo, por conveniencia política.
Eso es cierto.
Al presidente López Obrador y a su partido les habría convenido tener el control de Nuevo León a través de un títere impuesto por García, quien se preparaba para ir a la contienda presidencial, como se sabe, para dinamitar el voto opositor en favor de los intereses de Claudia Sheinbaum y toda la 4T.
Pero, si los morenistas lapidaron a los diputados locales del PAN y del PRI por no permitir el nombramiento de un interino afín a MC, ¿por qué en Puebla hicieron uso del poder político que poseen para elegir un relevo diferente al partido del que emanaba la gobernadora fallecida aquella tarde de 24 de diciembre?
La respuesta es sencilla:
Porque quisieron y porque pudieron.
Porque convino a sus intereses.
No obstante, y aquí aparece el detalle que marca la diferencia, en el caso de Puebla los morenistas jugaron a tener la justificación moral para arrebatar el gobierno a los panistas debido al “fraude electoral” del que (se supone) fue víctima el extinto Miguel Barbosa Huerta.
Para López Obrador y sus fieles en Morena, que todo lo acomodan a conveniencia, la muerte de Martha Erika les sirvió para recuperar lo que de por sí era suyo.
Basta recordar que en una reunión con mandatarios locales electos, en ese mismo 2018, mientras se desarrollaba el conflicto poselectoral en tribunales, el político tabasqueño dijo que, para él, Barbosa, presente en el sitio que fue sede del cónclave, era el gobernador legítimo de Puebla.
Esa aseveración la hizo dos veces más en público.
Una antes del fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y otra después, condenando la conclusión del conflicto que dio por ganadora a Alonso.
Miguel Barbosa repitió el discurso en 2019, cuando desde el municipio de Huejotzingo lanzó esa grotesca arenga llamando “castigo de Dios” a la muerte de los Moreno Valle, para recuperar él eso que, a la mala, le habían quitado.
Ese es el punto que sirve de justificación en Morena para defender su inconsistencia en los casos de Nuevo León y Puebla. Y había que traerlo a la memoria para redondear las explicaciones que se han planteado en la última semana.
X: @jorgerdzc