Esta trama tiene dos partes.
La primera transcurre en el jardín El Recuerdo, de Elías Hanan, a la sombra de lo que alguna vez fue un restaurante mítico: 1800.
(Enfrente, sobre la avenida San Felipe, está el fraccionamiento Valle del Ángel, donde vivió con Cuca —su noble perrita—, Beatriz Gutiérrez Müller en sus tiempos de reportera).
Ahí se da una comida multitudinaria a la que han sido convocadas personas —¿400, 500?— de todo signo partidista.
Unas sólo tienen signo, no partido.
Unas tuvieron partido, y hoy sólo les queda el signo.
Otras no tienen signo ni partido, pero sí muchas ganas de ser parte de una comida que tendrá como plato central el tradicional e histórico pipián verde con pollo.
Pura pechuga.
No es una comida de Morena en la que sólo hay morenistas.
Hay gente de todos los partidos políticos, incluidos personajes del PAN, del PRI y del Verde.
También están aquéllos que tenían meses, años, de no aparecer, como Ardelio Vargas Fosado, a quien algunos despistados quieren ubicar, con fórceps, a cómo dé lugar (nomás por convivir), con Genaro García Luna, con quien tuvo desencuentros severos desde la época en la que ambos trabajaron en el CISEN.
(Jamás compartieron casa, vestido, sustento, y menos aún complicidad alguna. Fueron, muy himno nacional, extraños, muy extraños, enemigos).
No sólo está Ardelio, quien pasó de estar en una mesa normal a la mesa principal, ahí donde se mueve, inevitablemente, el centro del poder político.
Pero no pasó a ese lugar de honor gratuitamente.
Hubo una voz —la del gobernador— que lo invitó a placearse, tanto así que quedó a unos centímetros del secretario Julio Huerta, el segundo hombre más saludado de la tarde.
Está, pues, Ardelio, pero también están la diputada Dulce Silva —cuyo esposo, César Yáñez, ha sido durante años muy cercano al presidente López Obrador—; Daniela Mier —diputada de Morena, hija de Ignacio Mier, disidente en su momento del exgobernador Miguel Barbosa—; Rafael Micalco —coordinador de la bancada panista en el Congreso de los Diputados, único voto en contra durante la madrugada en la que Sergio Salomón Céspedes Peregrina pasó de ser líder del Congreso a gobernador del estado—; Mónica Rodríguez de la Vecchia —panista también—; Víctor Giorgana —exdiputado del PRI que trabaja como asesor del alcalde albiazul Eduardo Rivera Pérez—; Rodrigo Abdala —súper delegado de Bienestar en Puebla.
¿Y qué decir de Jorge Estefan, Héctor Sánchez Morales, Franco Rodríguez, José Antonio López Malo, Ernesto Echeguren, Lalo Kuri, Rubén Contreras, Benjamín Paz, el Gabinete en pleno, el Poder Judicial, la auditora superior del estado y varios alcaldes y exalcaldes?
Y otros tantos personajes que difícilmente se sentarían juntos en una mesa de restaurante.
(Y por ahí, con un mensaje sutil, inteligente, y sin discurso escrito de por medio, Javier Aquino, jefe de la oficina del gobernador).
La segunda parte de esta trama transcurre en El Desafuero, donde el gobernador Sergio Salomón (Doble S) acude a cenar con Gaby Bonilla, su esposa.
(Ninguno de los dos pudo comer en El Recuerdo entre tantas selfies y abrazos como hubo).
Ahí comparten un delicioso pulpo con rajas y cebolla, un jugo de carne, y un jugoso solomillo, a la vista de los más diversos comensales, quienes al verlos llegar los saludan, uno por uno, y los felicitan por los primeros cien días —en realidad 106— de su gobierno.
Entre los comensales están, repartidos en las diversas mesas, Moisés Villaverde Mier, Julián Ventosa Pacheco, David Villanueva, Antonio Yitani padre, Antonio Yitani hijo, Toño Grajales Farías, dos miembros de la familia Maurer Budib, Rodrigo Riestra, Ángel Galván, Lourdes Robles, Gloria Tenorio, Celia Huerta, dos hijas del exgobernador Melquiades Morales, Paco Juárez, Manuel Veana, Miguel Quiroz Corte…
Una diversidad poblana similar a la que acudió horas atrás a la comida de los Cien Días.
Durante la primera parte de la trama —en la comida—, se dan toda clase de señales que tienen que ver con la fuerza y el músculo.
Éste último —pleno de tejido fibroso, elástico y sólido— deja ver algo que parecía impensable la madrugada del 15 de diciembre de 2022, cuando el gobernador rindió protesta en un ambiente golpeado por la incertidumbre y el duelo.
Hoy por hoy queda claro que ha generado algo llamado gobernabilidad y reconciliación.
¿Qué fue primero?
La reconciliación, que dio paso a la gobernabilidad.
Y esto lo pone en condiciones brutales para incidir, discreta pero enfáticamente, en el proceso de su propia sucesión.
Será una voz a consultar.
¿Alguien lo duda?
¿O cuál de los aspirantes podría reunir en solitario a la clase política (y empresarial) como lo hizo el gobernador el viernes?
Algo que también llama la atención es que no hay besamanos, una vez que el gobernador prefiere salirse de la órbita del poder para ir de mesa en mesa saludando a las centenas de invitados.
Uno por uno recibe una mano extendida, un abrazo y unas palabras.
En reciprocidad, vienen las selfies, las fotos del recuerdo, las imágenes de grupo capturadas por los celulares.
El recorrido le lleva horas, y a todos saluda por sus nombres.
*
La mañana en la que murió el gobernador Barbosa algo se movió de su lugar.
Terminó una época de la política poblana en la que sobresalieron las acciones de guerra en contra de lo que don Miguel denominó el modelo de negocios de las administraciones anteriores.
Con su muerte, el destino de Puebla cambió de ruta.
El gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina ha dado un viraje, sin traicionar el legado, de manera natural.
Y ya ha impuesto su propio sello de gobierno.
Pasamos, pues, de una temporada de guerra a una temporada de paz.
Por esa ruta se ha venido moviendo el gobernador en aras de dejar su propio legado.
En los primeros cien días ya tiene el control de la administración, de la seguridad pública, de la gobernabilidad (que incluye lo político).
Su periodo ha estado marcado por el diálogo con sectores expulsados de la mesa en el pasado reciente.
Él los ha incorporado a la conversación de manera inédita.
De entrada, abrió las puertas de Casa Puebla y de Casa Aguayo a todos los actores.
Lo que parecía impensable lo logró.
Y sentó en una misma mesa a los aspirantes a sucederlo —en orden alfabético: Alejandro Armenta, Julio Huerta, Ignacio Mier, Olivia Salomón—, así como a Mario Delgado, presidente nacional de Morena.
Ese ejercicio ya lo llevó a otros espacios al recibir en sus oficinas a Daniela e Ignacio Mier Bañuelos —hijos del diputado Ignacio Mier Velazco— y al senador Alejandro Armenta.
En otras palabras: hay un estilo diferente en Puebla desde la madrugada del 15 de diciembre de 2022.
Con don Miguel terminó una etapa en la vida de Puebla.
Con Sergio Salomón comenzó una nueva.
Y con su propio sello.
Hay respeto al legado, sí, pero su gobierno tiene nombre y apellido.
Los suyos propios.
Cuando los setecientos días de este gobierno hayan concluido, en el imaginario colectivo quedará la imagen de un gobernador que caminó la ruta de la reconciliación incluyendo a todos.
El Barbosismo ante Doble S. Julio Huerta, secretario de Gobernación, fue otro de los protagonistas de la comida de los Cien Días.
Cuando llegó al Recuerdo, una voz lo anunció a todo lo alto.
Y empezaron los abrazos.
Estos continuaron durante casi una hora, y se interrumpieron, brevemente, a la hora de los discursos.
Luego continuaron hasta entrada la oscuridad.
Tras una primera ronda de saludos por todas las mesas, Julio Huerta fue abordado en la mesa principal por una larga fila de personas que querían abrazos y las inevitables selfies.
En su discurso, por cierto, habló de este gobierno con sello propio:
“El gobierno que hoy encabeza el Gobernador Sergio Salomón representa una etapa nueva, diferente a la anterior, aunque cimentada en los mismos valores: igualdad, justicia e inclusión; pero con dinamismo, apertura y cercanía”.
Dicho por uno de los hombres más cercanos del exgobernador Barbosa suena más contundente aún.
Y hubo más.
“Con casi cuatro años transcurridos era necesario dinamizar el ejercicio del gobierno. Y se está haciendo.
“Con casi cuatro años de cimentar la nueva vida pública, era necesario acudir al encuentro de las personas. (…) Ir y reencontrarnos con nuestra gente. Y así se está haciendo.
“Con casi cuatro años de conformar una nueva clase política (hoy aquí muy bien representada por empresarios que llevan años apostando por Puebla, por líderes sociales, por generadores de opinión), era necesario acelerar a Puebla, para conectar lo milenario con lo moderno, para abrazar nuestra historia y cultura y, desde ahí, darle un renovado impulso al avance económico, industrial y tecnológico de nuestro estado…
“Y, sin duda, así se está haciendo. Así lo está haciendo usted, gobernador.
“Hoy quiero pedirles, amigas y amigos, que todas y todos tengamos claro que Sergio Salomón llegó a tiempo a esta cita con la historia.
“Porque después de tanto confrontar para que el viejo modelo, de pragmatismo y desolación, terminará de morir… lo que sigue ahora es unir, tejer fino, convocar a la unidad por Puebla, para que el nuevo paradigma de diálogo y consenso, termine de nacer…
“Y, en este sentido, yo no conozco un mejor puente, ni persona con mayor capacidad de generar consensos, con efectividad y sensibilidad, como la que tiene este señor aquí presente.
“En este espacio y ante la presencia de todas y todos ustedes, con la tranquilidad de haber sido y seguir siendo un soldado fiel de la transformación de mi estado, pero también con la convicción de que lo que Puebla requiere en su presente y futuro es unidad, apertura, inclusión, respeto y trabajo conjunto, les convoco a que cerremos filas en torno a un liderazgo único, irrefutable y ganado a pulso, con dedicación y, sobre todo, con el ejemplo”.
Larga, larguísima, la cita, pero necesaria para entender lo que sucedió este viernes en el jardín El Recuerdo.
Uno de los barbosistas más conspicuos llamando líder único, irrefutable, a Doble Ese.
No es cualquier cosa, menos en momentos como éste en que voces desinformadas hablan de una ruptura entre lo que llegó y lo que se fue.
¿Y qué decir de la “etapa nueva, diferente a la anterior” subrayada con un énfasis particular a lo largo del discurso del secretario de Gobernación?
Ufff.
Muchos mensajes en una comida.
Demasiados para una sola tarde.