Es muy sospechoso que una ola de violencia se desató en Puebla, luego de la salida de los chiapanecos que estuvieron al frente de la seguridad pública en la entidad y que salieron por la puerta de atrás, luego de que el gobernador Barbosa se dio cuenta de que no eran todo lo eficientes que inicialmente parecían ser.
Raciel López se fue de Puebla, luego de ser señalado por haber incurrido en diversas anomalías junto con sus principales colaboradores, quienes estaban al frente de la policía auxiliar y también de la operación de los centros de readaptación social de Puebla.
López Salazar llegó procedente de su estado natal, Chiapas, junto con sus principales colaboradores, todos ellos, con un pasado dudoso en el servicio público como Procurador de Justicia en esta entidad.
A partir de la salida de este personaje y de su grupo, varios acontecimientos han ocurrido, mismos que parecieran estar orquestados para tratar de desprestigiar a la administración estatal, para la cual colaboraron, luego de la salida del primer secretario de seguridad, el vicealmirante, Miguel Idelfonso Amezaga Ramírez, quien arribó a Puebla, por recomendación directa del secretario de la Defensa Nacional.
El chiapaneco fue designado el 28 de febrero de 2020 secretario de Seguridad Pública en Puebla y con él arribaron varios de sus más cercanos colaboradores, quienes lo han seguido en su ir y venir por diferentes puestos de la administración pública.
Su salida se dio el 9 de abril del 2021, en medio también de la controversia, luego de que el gobernador Barbosa, decidiera darlo de baja, con el argumento de querer mejorar el tema de la seguridad pública en Puebla, pero también advirtiera que se iniciaría una investigación en su contra para deslindar responsabilidades por supuestos malos manejos ocurridos durante su paso por esta dependencia.
A partir de la salida de este personaje y de su equipo han sucedido una serie de acontecimientos que llaman mucho la atención y que casualmente están ligados al tema de la seguridad pública en Puebla.
De entrada, a inicio de año, en el Centro de Readaptación Social de Puebla, el cual estuvo bajo el mando de personal ligado al ex secretario de Seguridad, una mujer introdujo el cadáver de un menor de nombre Tadeo, cuyo cuerpo fue robado de su tumba ubicada en la delegación Iztapalapa de la Ciudad de México.
De acuerdo a investigaciones realizadas por la Fiscalía General del Estado, se sabe que esta mujer contó con la colaboración de custodios de este penal, quienes entregaron el cuerpo a un reo para supuestos actos de santería al interior del centro penitenciario.
Medios locales manejaron la versión de que este hecho habría contado con la complicidad de gente ligada al ex funcionario encargado de la seguridad pública en Puebla, para tratar de desprestigiar a la administración de Miguel Barbosa, como parte de una revancha de este grupo.
De la misma forma, el pasado 3 de marzo fueron ejecutadas 5 personas en el municipio de Ciudad Serdán.
La ejecución, se dice, está vinculada al narcotráfico y al pleito entre bandas que operan en esta zona, pero la situación se da también, luego de la salida de los antiguos mandos que estuvieron al frente de la seguridad pública en la entidad.
Pero el hecho más importante, hasta el momento, ocurrió en el municipio de Atlixco, en donde nueve personas pertenecientes a una familia, fueron también ejecutadas el pasado martes, antes de la medianoche en su vivienda.
Se dice que se trató de otro ajuste de cuentas entre bandas de narcotraficantes, que se disputan la zona y que tratan de controlar los territorios de esta ciudad.
Lo cierto, es que todo esto que afecta a la imagen de la presente administración estatal, se da tras el relevo de los mandos de seguridad provenientes de Chiapas y la entrada de los nuevos mandos, recién nombrados por el gobernador Barbosa, los cuales no tienen nexos con los anteriores.
Sea lo que sea, es un hecho que Puebla se encuentra envuelta en medio de una ola de violencia pocas veces vista en su territorio y que ocasionan miedo por parte de la población.
Lo cierto, es que, al parecer, se percibe que existen ciertas manos detrás de esta ola de violencia, la cual no obedece a la lógica de inseguridad que ha prevalecido en Puebla.
Pareciera que realmente hay una mano interesada en tratar de poner en jaque a la administración estatal, con un tema sumamente sensible como lo es el de la inseguridad.
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