El empresario de origen norteamericano, William Jenkins, es toda una leyenda para Puebla.
Su enorme fortuna es también una leyenda, ya que su origen, a ciencia cierta, es bastante dudoso, lo cierto es que es uno de los hombres más importantes e influyentes del siglo XX, junto con Maximino Ávila Camacho, quien se dice fue socio del norteamericano y también de Manuel Espinosa Yglesias.
Esta trilogía, en su momento, convirtió a Puebla en la capital económica del país, mucho antes de que Monterrey pudiera despuntar por su poderío empresarial y político.
La fortuna de William Jenkins sirvió para financiar proyectos políticos para alcanzar la presidencia de la República, a través del hermano de su amigo, Maximino, Manuel Ávila Camacho.
La biografía de este personaje, llamado “el gringo más odiado por los mexicanos”, esta marcada como toda su historia por los claro oscuros.
Una de sus mejores biografías se cuenta en el libro «En busca del señor Jenkins. Dinero, poder y gringofobia en México», editado por Penguin Random House y el Centro de Investigaciones y Docencia Económica (CIDE).
Ahí se detalla que Jenkins nació en los Estados Unidos en el año de 1878 y murió en el año de 1962.
El libro cuenta que William Oscar Jenkins llegó a México en 1901, con 23 años y unos cuantos dólares en el bolsillo. Originalmente había llegado junto con su esposa Mary, para conocer Monterrey, Nuevo León, pero se quedó en México el resto de su vida. En esa ciudad encontró empleo en una empresa de ferrocarriles y después en una compañía minera.
Cuatro años después de su llegada, en 1905, se mudó a Puebla, en el centro, donde se asoció con otros dos extranjeros para establecer una pequeña fábrica textil.
Ese fue el inicio de su fortuna. Cuando empezó la Revolución Mexicana en 1910, el estadounidense compró haciendas, mansiones, y terrenos que sus dueños remataban para escapar de los combates.
También ofrecía dinero con elevados intereses. «Préstamos predatorios» les llama Andrew Paxman.
Cuando concluyó la primera etapa de las batallas, Jenkins vendió a un alto costo muchas de sus propiedades.
Para ese entonces el magnate era ya conocido por su cuantiosa fortuna y en 1919 sufrió un secuestro.
Cuando fue liberado, las autoridades de Puebla lo encarcelaron, acusado de perjurio e intimidación de testigos. Los diarios locales lo acusaron de fingir su secuestro.
El incidente provocó un conflicto diplomático entre México y Estados Unidos, donde algunos plantearon anexar parte del territorio de su vecino para compensar el agravio al magnate.
El mayor éxito económico de Williams Jenkins llegó, luego de su secuestro, cuando compró todas las plantaciones de caña de azúcar de la región de Atencingo, incluido el Ingenio, el cual en ese momento era el más grande de México, lo que incrementó su ya cuantiosa fortuna.
Más tarde, cuando en 1938 el presidente Lázaro Cárdenas del Río nacionalizó la industria azucarera, Jenkins invirtió en el cine, llegó a ser dueño del 80 por ciento de las salas de cine del país.
Pero, su mayor éxito financiero fue la compra del Banco de Comercio, más tarde conocido como Bancomer y hoy como BBVA.
Jenkins fue un genio financiero, pero también político, su mano estuvo presente con Miguel Alemán Velasco y se extendió hasta Gustavo Díaz Ordaz, poblano-oaxaqueño, quien fungió como presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje, cuando estalló en el ingenio de Atencingo una huelga, la cual fue reprimida por las “guardias blancas” de Jenkins a “sangre y fuego”, luego de ser declara ilegal por Díaz Ordaz.
Hoy su enorme fortuna parece estar maldita y es el centro de una diputada familiar, la cual ha puesto en el “ojo del huracán” a la prestigiada Universidad de la Américas Puebla”, orgullo de nuestra entidad.
Ayer, dentro de la disputa que sostienen los integrantes de la familia Jenkins, las instalaciones de la UDLAP fueron tomadas por elementos de la policía estatal y la auxiliar, quienes según se dijo, actuaron como parte del fallo de un juez federal, en contra de los actuales integrantes de la Fundación Mary Strett Jenkins, por malos manejos de los fondos de esta fundación, los cuales se dice ascienden a más de 700 millones de dólares.
Tal parece que la fortuna del “gringo más odiado por los mexicanos”, hecha a base de claro-oscuros, es víctima de una maldición.
Twitter: @riva_leo
Ilustración: Alejandro Medina