Erika Luna, Jefa de Oficina de David Méndez al paso de éste por la Secretaría de Gobernación, viene a ser una prueba más de la traición —exhibida en su momento por quien esto escribe—orquestada desde la planta baja de la mismísima Casa Aguayo.
La panista camuflada en morenista hoy resultó ser adicta a Fuerza por México.
Y es que ya es candidata a diputada federal por ese partido en el distrito VI de Puebla.
¿Cómo llegó ahí?
De la mano del senador Alejandro Armenta, hijo político de Mario Marín y valet de Ricardo Monreal.
Como quien esto escribe lo demostró con un audio publicado hace algunas semanas, Armenta tiene un gran poder en Fuerza por México, pues no sólo anuncia candidaturas: también las impone.
La traición de Méndez —y de sus padres: Rosa Márquez y Jorge Méndez— tuvo varias pistas.
Dos de éstas: Claudia Rivera y Alejandro Armenta.
Erika Luna ya dio el paso que dejó exhibida esta parte de la trama.
¿Quién sigue?
Adivinó el hipócrita lector:
El propio Méndez, a quien Claudia y Armenta le prometieron ser candidato a diputado local, además de ir en los primeros lugares de la lista plurinominal.
El PRIANAL en Calzoncillos. Primer acto: aparecen sin público los candidatos del PRIAN (Mario Riestra, Xitlalic Ceja, Carolina Bouregard y Ana Teesa Aranda) teniendo como escenografía el hospital San Alejandro.
Segundo acto: hablan ante el vacío de las masas —mismas que siempre les han dado la espalda— con discursos hueros, pálidos, anticlimáticos.
Tercer acto: culpan al gobierno federal de López Obrador de no hacer nada para volver a poner en pie el hospital San Alejandro, olvidando —faltaba más— que fueron los gobiernos prianistas los que dejaron un sistema de salud pública en la calle.
¿Cómo se llama la obra?
Las Miserias del PRIANAL.
Por cierto: qué tristes fueron en su mayoría los arranques de campaña.
Ya no es fácil llevar gente a los mítines, pues éstos son el pase inmediato a un contagio por covid.
Los simpatizantes han huido porque los priistas no entienden cómo deben apoyar a sus enemigos históricos: los panistas, quienes no bajan de mugrosos a los primeros.
¿Y los acarreados?
¿Qué se fizieron?
Están en los mítines de otros partidos políticos que sí pagan.
En Memoria de un Amigo. Arturo González Orduño tenía dos virtudes en un medio en el que eso es lo que menos importa:
Sabía hablar ante un micrófono y sabía redactar con gran decencia.
En consecuencia: fue periodista.
Y de los buenos.
Y más:
Fue titular de áreas en las que se hacía periodismo.
Y más:
Fue maestro de algunas buenas reporteras.
Su generosidad lo hizo tener más amigos que enemigos.
Su gran conversación era legendaria.
Ambas —generosidad y conversación— se hacían una sola a la hora en que Arturo hablaba.
Llegó a Grupo Fórmula como titular de Tele Fórmula, pero con el tiempo se convirtió en director general de Noticias y TV.
Se dice fácil.
No lo fue.
Y es que en la nómina de este grupo hay gente como Gómez Leyva, López Dóriga, Maerker y Óscar Mario Beteta.
En ese mar de tiburones aprendió a nadar.
Y vaya que lo hizo bien.
Por eso dolió tanto su muerte prematura ocurrida hace unos días.
Impactado por la información que había dado mi querida Sonia Hidalgo, escribí unas líneas en su muro de Facebook:
“Arturo fue siempre un profesional impecable y un extraordinario amigo. Como los buenos robles, creció donde se sembraba. Su brillo molestó a quienes viven en la sombra. Las últimas veces que nos vimos comimos en el Sonora —de avenida Universidad, a unos pasos de su casa: Radio Fórmula— y en el Mochomos. Fue un lector incansable y dueño de una gramática puntual. Su crítica permanente a los periodistas fue que se comían los artículos. De hecho, nos hicimos amigos en los años noventa precisamente por ese tema. Un día me llamó a SÍ-FM para decirme que me felicitaba por respetar —precisamente— los artículos en mi prosa. De ahí nació una amistad de pausas y de énfasis, como son algunas amistades. Nos veíamos poco pero con enorme gusto”.
Descanse en paz quien hizo el bien mientras vivió.
La Basura de Artículo 19. Muchas cosas oscuras han salido en estos días en contra de Artículo 19, una organización exhibida por el presidente López Obrador por recibir recursos económicos hasta del Departamento de Estado.
En mi columna anterior dije que Artículo 19 está en contra de que los delincuentes sexuales tengan que bajar de las redes sociales el producto de su delito: los videos en lo que aparecen, por ejemplo, teniendo sexo con mujeres.
¿Por qué lo hacen?
Porque, dicen, se pone en riesgo la libertad de expresión.
¿Y el sufrimiento de la víctima dónde queda?
En la basura.
Para Artículo 19 es más importante la libertad de expresión.
Eso sí: entre comillas.
Hay casos en los que algunos periodistas solicitaron a la organización que no publicara sus nombres ni los de sus agresores en aras de evitar la consumación de las amenazas vertidas en su contra.
¿Cómo respondió Artículo 19?
Publicando los nombres y metiendo en un infierno a las víctimas.
Y hay cosas más sucias todavía en esta trama.