Nunca en la historia de Puebla se vio un “choque de trenes” tan frontal entre un gobernador y un presidente municipal, en este caso presidenta.
De siempre, la relación entre el ejecutivo en turno en la entidad y el alcalde capitalino ha sido poco terso, por no decir, mala, en abierta confrontación, debido a que el presidente municipal en turno aspira de inmediato a convertirse en gobernador.
Antes de este “choque de trenes” entre el gobernador Barbosa y la alcaldesa Rivera, se han dado enfrentamientos entre otros personajes, pero nunca de una manera tan directa como la que se vive ahora, entre dos personajes emanados del mismo partido político.
Antes de Barbosa y Rivera, se vivió un choque de trenes entre Manuel Bartlett Díaz y el ya fallecido, Rafael Cañedo Benítez, ambos emanados del PRI.
Bartlett, fiel a su estilo, amarró de pies y manos a Cañedo, imponiéndole al Síndico Municipal, en la persona del entonces exitoso empresarios, Ricardo Menéndez Haces, dueño de dulces Anáhuac, pero en especial, del contralor, José Antonio Fernández Brito, ya desde ese tiempo mano derecha, del entonces titular de la Sedecap, Jorge Estefan Chidiac.
La relación Bartlett-Cañedo nunca fue tersa, pero fue peor aún la relación entre el gobernador nacido en Tabasco y el sucesor de Cañedo, el empresario, Gabriel Hinojosa Rivero, el primer alcalde panista de Puebla.
Manuel Bartlett le puso todas las trabas del mundo a Hinojosa, quien tuvo que recurrir varias veces a tribunales, para tratar de recuperar el manejo del agua potable, la policía, pero sobre todos los recursos correspondientes a la capital de acuerdo a las facultades que le otorgaba el 115 constitucional.
El entonces gobernador frenó al edil capitalino, aprobando en el Congreso local, la llamada “Ley para el Federalismo Hacendario”, la cual etiquetaba los recursos que le correspondían al municipio, en vez de enviárselos directamente desde la federación.
Todo un calvario sufrió Hinojosa, el cual, incluso, llegó a ser golpeado por la policía estatal, tras intentar recuperar la llama “Villa Flora” en los predios expropiados de San Francisco.
Melquiades Morales Flores nunca tuvo una buena relación con el entonces alcalde Mario Marín Torres, pero, “político” como es, cohabitó con su “incomodo huésped” durante los tres años de la administración del originario de Nativitas, Cuautempan, con uno que otro enfrentamiento, pero nada del otro mundo.
Con el panista, Luis Paredes, se entendió mucho mejor que con el propio Marín; incluso, se llegó hablar de un pacto entre ambos personajes. Hay quienes dicen que el propio Melquiades solía decir que “a veces se gobierna, mejor con la oposición”.
El verdadero “choque de trenes” sobrevino cuando Mario Marín ganó la gubernatura de Puebla y Enrique Doger Guerrero, la alcaldía, ambos priistas.
Desde la campaña se vivieron momentos de tensión entre estos personajes, cada uno buscando hacerse daño y bajarse de la contienda.
Al inicio de sus respectivas administraciones, Marín buscó quitarle el manejo de la policía a Doger y este reaccionó amenazando con hacer un plantón frente a casa Puebla y publicar un desplegado nacional, lo que frenó al entonces mandatario.
El Lydiagate detonó la ambición “dogerista” de tirar a Marín para ocupar su lugar, fue entonces que el alcalde capitalino envió a sus sicarios periodísticos a embestir con todo a Marín, disfrazados en la defensa de la periodista detenida en Cancún y trasladada a Puebla, pero fracasaron.
La sucesora de Doger, la también priista Blanca Alcalá, chocó varias veces con Marín, pero no de manera tan frontal, aunque ambos fueron factores fundamentales al aliarse con Rafael Moreno Valle, para hundir al “delfín marinista”, Javier López Zavala.
Moreno Valle tuvo una pésima relación con Eduardo Rivera Pérez, a quien no se cansó de humillar y perseguir a tal punto de dejarlo fuera de la ceremonia oficial del grito de independencia del 15 de septiembre del 2011.
Rafael le cortó recursos a Rivera, también lo amenazó con quitarle a la policía, pero Lalo aguantó estoicamente y recibió el apoyo del Yunque nacional en la persona de su amiga, Josefina Vázquez Mota, quien medió para salvar a Eduardo de tantas humillaciones.
Aún la relación entre el sucesor de Eduardo Rivera, Tony y Gali y Rafael, no estuvo exenta de enfrentamientos y esos que ambos eran amigos y compartían desde el 2006 el mismo proyecto.
Los encontronazos en el palco del Cuauhtémoc, en casa Puebla y en Charlie Hall, fueron muchos y muy célebres, gritos, amenazas e incluso distanciamiento estuvieron a punto de romper con su relación.
Ahora, Miguel Barbosa y Claudia Rivera reeditan esta serie de encontronazos, que son la viva imagen de la auténtica lucha por el poder, aunque esta vez, los golpes entre uno y otro, ya son de manera muy directa.
Al final del camino, ya veremos quien se alza con la victoria.