La noche del 2 de noviembre quedó marcada por la tragedia en el municipio de San Salvador Huixcolotla, Puebla, cuando un comando armado emboscó una patrulla municipal sobre la carretera federal Puebla-Tehuacán. En el ataque murieron tres policías: la comandante Yusami Monterrosas Apolinar, de 25 años; Roberto Pérez Trinidad, de 45, y Arturo Jiménez Ortigoza.
El atentado ocurrió minutos antes de la medianoche, a la altura del acceso principal al municipio. Según testigos, ocho sujetos armados, a bordo de dos camionetas blancas, abrieron fuego sin mediar palabra contra la unidad M-692, en la que viajaban los uniformados.
Los disparos fueron tan intensos que en el sitio se contabilizaron más de 80 casquillos percutidos. Los agresores huyeron rumbo a Cuapiaxtla de Madero, dejando tras de sí una manta con mensajes amenazantes vinculados a presuntos grupos criminales.
Yusami Monterrosas: la joven comandante que soñó con servir
Con apenas 25 años, Yusami Monterrosas Apolinar representaba una nueva generación de mujeres policías en Puebla. Originaria de Palmarito Tochapan, comunidad perteneciente al municipio de Quecholac, había comenzado su carrera en 2020 como elemento raso en su localidad natal. Su entrega, disciplina y carácter la llevaron a ser designada comandante de la Policía Municipal de Huixcolotla, un ascenso que asumió con orgullo.
En sus redes sociales solía publicar fotografías portando el uniforme, siempre con el cabello recogido y la mirada firme. Su última historia mostraba esa misma imagen: una mujer joven que creía en su labor, que veía en el uniforme no solo un trabajo, sino una vocación de servicio.
Colegas cercanos la recuerdan como una líder empática y comprometida, que motivaba a su equipo y buscaba profesionalizar la corporación.
Yusami fue la única sobreviviente inicial del ataque, pero murió horas después en el Hospital de Traumatología y Ortopedia de Puebla. Su muerte conmocionó a la comunidad y a sus compañeros de corporación, que aún no asimilan su partida.
Roberto Pérez Trinidad: el policía con trayectoria y corazón de hermano
Entre los caídos también se encontraba Roberto Pérez Trinidad, de 45 años, un policía con una amplia trayectoria en corporaciones municipales. Originario del barrio de San Nicolás, en Tecamachalco, Roberto sirvió en los municipios de Tecamachalco, Yehualtepec, Tlacotepec de Benito Juárez, Tochtepec y Huixcolotla, donde actualmente formaba parte del cuerpo de seguridad.
Sus compañeros lo describen como un agente experimentado, disciplinado y querido. En redes sociales, algunos lo despidieron con mensajes llenos de afecto:
“No nada más era un sangre azul, sino también la segunda familia; el amigo que está contigo en las buenas y las malas, el hermano Rober”.
Roberto era conocido por su temple y compañerismo. Solía usar lentes oscuros estilo aviador y tenía fama de ser alguien que siempre tendía la mano a los nuevos elementos. Su experiencia lo convertía en un referente dentro de la corporación, y su pérdida deja un vacío profundo entre quienes compartieron patrulla y servicio con él.
Arturo Jiménez Ortigoza: el joven oficial de Palmarito
El tercer elemento abatido fue Arturo Jiménez Ortigoza, también originario de Palmarito Tochapan, como la comandante Monterrosas. Aunque poco se sabe de su trayectoria, sus compañeros lo recuerdan como un agente comprometido y leal, que formaba parte de una generación joven de policías decididos a servir a su comunidad.
Arturo falleció de manera inmediata en el lugar del ataque, junto a Roberto Pérez.
Un triple asesinato que sacude a Puebla
El crimen de los tres policías ha provocado indignación y pesar en la región. La Fiscalía General del Estado (FGE) de Puebla abrió una carpeta de investigación y mantiene abiertas varias líneas sobre un posible ajuste de cuentas entre grupos criminales que operan en la zona.
Mientras tanto, en Huixcolotla y Quecholac, los nombres de Yusami Monterrosas, Roberto Pérez y Arturo Jiménez se repiten con respeto y tristeza. Tres historias unidas por el deber, que encontraron un mismo destino bajo el fuego del crimen.
Murieron con el uniforme puesto, cumpliendo la promesa que un día los llevó a servir: proteger a los demás, aun a costa de su propia vida.
