María de Jesús Mundo, la mujer de 80 años cuya historia conmovió a miles por su incansable espera en la Central de Autobuses de Puebla (CAPU), falleció este jueves 24 de julio por causas naturales. Durante los últimos tres años, hizo de las salas de espera su hogar, aferrándose con esperanza a la posibilidad de volver a ver a sus hijos, en especial a una hija de la que nunca perdió la fe de ser buscada.
El deceso fue confirmado por paramédicos de la Cruz Roja, quienes acudieron a revisar su estado de salud luego de que testigos la vieron inmóvil en su banca habitual. Sentada, encorvada y en silencio, María partió sin haber recibido el abrazo que tanto esperó. Su muerte deja un profundo vacío, pero también una poderosa lección de amor, tenacidad y dignidad en medio del abandono.
Video: EsImagen
Video: EsImagen
Tres años de espera y resistencia
María de Jesús llegó a la CAPU tras ser desalojada de una vivienda en la Unidad San Andrés, en la carretera a Tehuacán. Sin recursos y sin un lugar seguro adónde ir, fue llevada de regreso a Puebla por conocidos que le aseguraron que una de sus hijas ya la buscaba. Desde entonces, ocupó una banca de la terminal con la esperanza de reencontrarse con alguno de sus tres hijos: Víctor Manuel, Marina Guadalupe o Alma.
Durante todo este tiempo, sobrevivió gracias a la caridad de los usuarios de la terminal, quienes le ofrecían comida, ropa o productos de higiene. A pesar del frío, la inseguridad, las enfermedades y el desgaste emocional, jamás perdió la esperanza. Se negó a dejar la central incluso cuando autoridades o instituciones le ofrecieron albergue, pues creía que permanecer ahí era su única posibilidad de ser encontrada.
Una vida marcada por el amor y la dignidad
A pesar de vivir entre cartones y con una pequeña bolsa como único equipaje, María conservaba una dignidad que impresionaba a quienes la conocían. Usaba pañales de bebé para sobrellevar su incontinencia y se aseaba en baños públicos o en hoteles económicos cuando conseguía algo de dinero.
Lejos de resignarse, deseaba volver a trabajar. Decía con firmeza que no había nacido para estar sin hacer nada. Sus días estaban marcados por la rutina de mirar la puerta de entrada de la terminal, por si llegaba esa hija que su corazón de madre le decía que “aún estaba viva”. Lamentablemente, ese esperado reencuentro nunca ocurrió.
Un símbolo de amor incondicional
María de Jesús se convirtió en un símbolo de la maternidad en su forma más profunda: la de la espera incondicional. Su historia, compartida por miles en redes sociales, generó una oleada de solidaridad. Muchos la conocieron como “la abuelita de la CAPU” y le ofrecieron apoyo, consuelo o un momento de compañía.
Hoy, ciudadanos han propuesto rendirle un homenaje simbólico en el lugar donde vivió sus últimos años, para que su espera no sea olvidada y sirva como un llamado urgente a no abandonar a los adultos mayores.
Su historia no solo revela la fragilidad de las redes familiares en tiempos de crisis, sino también la fuerza del amor materno, que ni el tiempo, la pobreza ni el dolor pudieron quebrar.