Hasta ahora, todo hace suponer que, en la asamblea del próximo domingo, de nueva cuenta la ex diputada local Guadalupe Leal Rodríguez volverá a perder la elección de la presidencia del Comité Municipal del PAN en la capital, tal como ocurrió en la primera contienda de principios de septiembre, la cual se ha tenido que repetir. Sin embargo, aunque se repliqué el anterior resultado, la panista ha salido triunfadora –desde un óptica política– de este proceso electoral porque ha logrado incomodar, como pocas veces, al panismo tradicional poblano que está anclado en un rancio conservadurismo.
Es la primera vez que en el PAN ha irrumpido con fuerza el tema de la paridad de género en su organización interna y ha exhibido cómo, en el partido de la derecha, hay una fuerte resistencia a entender y hacer valer los derechos políticos de las mujeres que militan en dicha organización.
El haber logrado visibilizar esa condición es un mérito de Guadalupe Leal Rodríguez, que al inicio de la contienda del partido se le quiso ver como una contendiente menor en el proceso de renovación de la dirigencia en la capital y, al final, su activismo consiguió poner de cabeza a esta fuerza política.
Leal Rodríguez, gane o pierda la asamblea de este 7 de diciembre, ha logrado erigirse como la líder de una corriente crítica y opositora dentro del PAN frente al bloque dominante que controlan Mario Riestra Piña y Genoveva Huerta Villegas, en su calidad de presidente y secretaria general, respectivamente, de la dirección estatal del blanquiazul.
La exlegisladora ha conseguido lo que no se ha atrevido a hacer el exalcalde de la ciudad de Puebla y candidato perdedor de la gubernatura en 2024, Eduardo Rivera Pérez, quien está inconforme con lo que él considera una exclusión de su corriente en el PAN poblano, pero ese malestar lo expresa en intrigas y rabietas, pero no se atreve a alzar la voz, a tomar una actitud opositora, a romper con actitudes “políticamente correctas”.
El tema de los derechos de género ha irrumpido en tres escenarios y momentos recientes del PAN, de la siguiente manera:
Primero: a principios de septiembre se realizó –por primera vez– la asamblea del PAN en la capital para elegir a la nueva dirigencia local y consiguió ganar el exregidor Manuel Herrera, al superar por un 40% la votación de Guadalupe Leal, que se quedó 428 sufragios debajo de su competidor.
Ese resultado acabo siendo anulado en las instancias judiciales del ámbito local y federal, mediante un recurso que presentó la exdiputada demostrando que el partido de la derecha no respetó el principio de paridad de género, pues le corresponde a una mujer encabezar el Comité Municipal panista de la capital, el cual es un órgano que a lo largo de toda su vida ha sido dirigido exclusivamente por hombres.
Segundo: la reacción de las “fuerzas vivas” del PAN fue cuestionar, atacar, agredir, a Guadalupe Leal, al acusarla de querer desestabilizar al partido e inventar que atrás de ella estaban los intereses de la 4T.
Esos ataques incluyeron bardas pintadas en diferentes rumbos de la capital asegurando que era “un robo” los fallos judiciales.
Eso llevo a que la panista, junto con otros liderazgos como el de Ana Teresa Aranda, denunciaran un ambiente de violencia política de género hacia el interior del PAN.
Y es que los cuestionamientos, ofensa, enojos, no se reducían únicamente al tema de los dictámenes de la justicia electoral, sino se agudizaban bajo la idea misógina de que eran problemas causados “por una mujer”.
Tercero: lejos de que en el PAN se acatara el fallo judicial y se buscara un esquema de respeto de género, volvió a aflorar la misoginia.
Del lado de la planilla ganadora en la primera asamblea, lo único que se hizo para volverse a presentar en la segunda elección del próximo domingo es que a Manuel Herrera, en lugar de aparecer como candidato a la presidencia del partido en la capital, se le puso como aspirante a secretario general.
Aunque ahora esa planilla lleva a Gabriela Ruiz como candidata a la presidencia del Comité Municipal panista, atrás de esa postulación hay un juego perverso y machista.
Gabriela Ruiz será formalmente la dirigente, pero quien tomará las decisiones será Manuel Herrera, en caso de que esta fórmula gane las siguientes votaciones.
Es el mismo esquema que se utilizó hace unos años, cuando el grupo de Eduardo Rivera impulsó a Marcos Castro como candidato a la presidencia estatal del PAN, pero como se decidió en la dirigencia nacional que el puesto debía ser para una mujer, entonces a Castro se le anotó como aspirante a secretario general y se puso a la cabeza de la planilla a Augusta Valentina Díaz de Rivera.
El esquema era que Díaz de Rivera era la encargada de las relaciones públicas del PAN y Castro era quien tomaba las decisiones.
Dicha organización no funcionó del todo, porque Augusta Valentina Díaz de Rivera nunca logró tener una relación cordial con Marcos Castro, quien actualmente es diputado local.
Mientras el PAN no deje atrás el anacrónico machismo que lo domina, seguirá siendo una fuerza política alejada y repudiada por sectores sociales que ya viven bajo la realidad de los derechos de género.




