El PRI poblano se juega la supervivencia no solo en los comicios locales de 2027, sino en la siguiente elección de sus dirigentes, ya que si no logra salir de ese proceso con un nuevo liderazgo que cohesione y reagrupe al partido, además de que le dé un nuevo vigor para ganar el voto ciudadano, esta fuerza política caminará al que podría ser su peor desastre. Su próxima cita en las urnas lo hará sin ninguna alianza partidista y únicamente con el respaldo de su militancia, que cada vez está más mermada, pues una buena parte se fue a la 4T, así como al PAN y Movimiento Ciudadano, en menor proporción.
El PRI en el estado de Puebla registra una pérdida –en los últimos 15 años– del 73% de su votación, lo cual le significó tener una caída de poco más de 640 mil sufragios y no lograr, desde 2010, un triunfo electoral en una plaza importante, fuera de los ayuntamientos de Zacatlán y Chignahuapan en el trienio pasado.
La disputa por la presidencia del Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI se ha centrado en tres figuras: las legisladoras Delfina Pozos Vergara y Xitlalic Ceja García, así como el exalcalde de Chignahuapan Lorenzo Rivera Nava.
Todo apunta a que por lo menos dos de ellos llegarán a la votación del Consejo Político Estatal priista que, sesionaría a finales de enero próximo, para decidir quién será ungido como líder priista.
Si la elección fuera en el presente, quien tiene más posibilidades de ganar por amplia ventaja es Lorenzo Rivera Sosa, al contar con dos componentes a su favor: le favorece el apoyo de la mayoría de los actuales miembros del Consejo Político Estatal del PRI y que está en el ánimo de Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido como Alito, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del tricolor.
Se estima que, de los 500 consejeros priistas, unos 300 tendrían simpatías hacia Rivera Sosa, de acuerdo con los primeros sondeos que se han levantado entre los integrantes de la estructura territorial y sectorial del partido.
Muchos de los integrantes de ese órgano de gobierno del otrora partido oficial llegaron a esa posición en los tiempos en que Lorenzo Rivera Sosa, el padre del exedil de Chignahuapan, fue presidente estatal del PRI.
Por lo que se ha venido cultivando cierto grado de simpatías a favor del llamado “clan de los Lorenzos”.
Ventajas a favor de Lorenzo Rivera Nava es que es muy joven, con apenas 36 años, pero ya con una importante trayectoria, que parte desde que se volvió regidor a los 21 años, durante cinco años fue líder de las juventudes priistas en el estado y ya se desempeñó como alcalde de Chignahuapan, en el anterior trienio.
Los negativos del aspirante, que pesan mucho, es la acumulación de poder de su familia en la región de Chignahuapan.
Delfina Pozos está en una situación intermedia, pues al haber estado en los últimos años como dirigente priista, en las secretarías general y de vinculación política del CDE, tendría el posible respaldo de unos 150 integrantes del Consejo Político Estatal del partido y de aquí a enero, podría ganar nuevas adhesiones.
El factor que pesa en su contra, que es “un secreto a gritos”, es que estaría vetada por Alito, quien desde hace un par de años ha sostenido que Pozos Vergara no será presidenta del PRI poblano, por lo menos en el tiempo en que él sea dirigente nacional del tricolor.
No se sabe si ese conflicto es únicamente resultado de la misoginia de Alito o si existió un conflicto personal entre la actual diputada local y el presidente del partido.
A Delfina Pozos le favorece que es la única voz crítica en el Congreso del estado, en donde el panismo está apaciguado y no hay ningún otro diputado de oposición que muestre resistencia a la 4T, que tiene el control absoluto del Poder Legislativo.
Otro factor en su contra es que su carrera política está llena de fracasos electorales: en 2018 fue candidata a diputada por Zacatlán y la derrotó la coalición del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano. En 2021, volvió a perder, pero ahora en el distrito de Ciudad Serdán, pese a que en esa segunda ocasión fue apoyada por el blanquiazul y el instituto del sol azteca.
Xitlalic Ceja es la que tiene mayores debilidades de los tres aspirantes. Ha estado ausente de la vida activa del partido en Puebla en los últimos años, ya que ha concentrado su actividad política como diputada federal y como líder del Organismo Nacional de Mujeres Priistas en la capital del país.
Ha sido dos veces diputada federal por la vía plurinominal, ya que arrastra varias derrotas electorales.
En 2018 fue candidata al Senado, haciendo fórmula con Juan Carlos Lastiri Quirós, lo que le acabó dejando una huella muy negativa.
Esa contienda de hace siete años era su mejor posibilidad de cultivar simpatías entre los priistas de todo el territorio estatal, pero pasó todo lo contrario, ambos aspirantes dejaron “un sabor amargo” entre la militancia del Partido Revolucionario Institucional.
No solo porque acabaron en tercer lugar, sino porque era conocido que Lastiri, quien era cabeza de la formula priista, fingía que hacía campaña electoral. En realidad, nunca recorrió el estado. Esa actitud era porque el PRI jugó de palero del morenovallismo. En particular de la entonces candidata del PAN a la gubernatura, Martha Erika Alonso Hidalgo.
La principal ventaja que tiene Xitlalic Ceja es su cercanía a Alejandro Moreno Cárdenas, pues es parte de su círculo de confianza.
Si la dirigencia del PRI poblano se decide únicamente por “el dedazo” de Alito, seguramente será Ceja García la ungida.
Solo que en esta ocasión “un dedazo” en la elección del CDE del PRI sería equivalente a darle “un fuerte empujón” al partido rumbo a su desaparición electoral.




