Me indigna, pero no me extraña en absoluto que varios lancen contra la presidenta Claudia Sheinbaum un discurso de montaje y hasta la culpen por la agresión sexual de la que fue objeto.
No me extraña porque es a lo que nos enfrentamos todas las que hemos sufrido acoso sexual, digo hemos porque a mí también me ha pasado, en más de una ocasión.
Cuando iba en la secundaria, un exhibicionista; en la prepa, un hombre que se masturbó junto a mí en el autobús público; corriendo en la ciclopista Hermanos Serdán fui tocada sin mi consentimiento.
Los hombres que juzgan la reacción de la presidenta y creen que “no fue natural”, no han tenido que aprender a actuar ante un acoso sexual. La oposición acusa un montaje porque no saben más que sacar raja política de todo.
Lo cierto es que lo que le sucedió a la presidenta demuestra la vulnerabilidad a la que estamos sujetas todas. Que en cuanto salimos a un ambiente “no controlado” somos propensas a que cualquier machito se sienta con derecho de tocarnos o usarnos sexualmente.
Yo me pregunté de inmediato cómo era posible que ayudantía permitiera que ese hombre se acercara así y que además tardara tanto tiempo en reaccionar.
Es inevitable pensar “si eso le pasó a la presidenta, ¿qué nos podemos esperar las demás?”
Luego de denunciar a su agresor, Sheinbaum hizo un llamado a los estados que aún no contemplan el acoso sexual como un delito penal. En el caso de Puebla, sí lo es.
El acoso sexual en espacios públicos se castiga hasta con 10 años en prisión. No obstante, la pena no ha inhibido la comisión de este delito.
El 96% de las víctimas de este delito en Puebla son mujeres y su incidencia aumentó un 44% en los últimos siete años.
La pregunta es ¿hasta cuándo?
¿Cuándo los hombres dejarán de creer que tienen derecho sobre los cuerpos de las mujeres?



