Una guerra –hasta el momento de baja intensidad– se ha desatado en Movimiento Ciudadano en Puebla.
Poco a poco, tras la llegada del senador “indígena” Néstor Camarillo Medina –que de un día para el otro saltó del PRI al partido naranja–, las discrepancias y la división ya empiezan a volverse inocultables.
Quien ha resentido de peor forma la incorporación del “Yuawi Poblano” es, evidentemente, la dirigente estatal y diputada de Movimiento Ciudadano, Fedrha Suriano Corrales.
Han pasado apenas dos meses del salto de Camarillo a Movimiento Ciudadano y para la legisladora han sido como una década.
Una “década” de tragar sapos sin hacer gestos, es decir, de soportar –casi en silencio– las ambiciones, imprudencias y pésimas formas políticas de quien no ha hecho sino disputarle su liderazgo y cuestionar su autoridad.
En sus cotidianos recorridos por el estado, el senador –que sueña con ser gobernador– maneja claramente un doble discurso.
Por un lado, afirma que llegó a Movimiento Ciudadano a sumar para que el partido crezca.
Sin embargo, ni siquiera avisa de sus actividades a Fedrha Suriano y muchos menos la invita.
Maneja una agenda totalmente aparte del partido, pero se asume como “líder naranja”.
Lo peor es que, a nombre propio, ofrece candidaturas para las elecciones de 2027 sin que su nuevo partido –y menos la dirigente estatal– tenga conocimiento.
Son tantas las prisas de Camarillo por terminar de desfondar lo que queda de su expartido, que a los priistas con los que se reúne les ofrece el cielo y las estrellas con tal de que salten al barco naranja.
Otro ejemplo de las ya inocultables diferencias en Movimiento Ciudadano en Puebla se manifiesta en la política aliancista.
En corto, durante sus giras de trabajo, Néstor dice que él es partidario de las alianzas electorales e incluso presume que ya tiene muy avanzado un acuerdo con el PAN.
No dice, claro, que su “acuerdo” es con el grupúsculo encabezado por el todavía panista y empleado de El Yunque Eduardo Rivera Pérez; no, de ninguna forma, con las dirigencias formales, estatal y nacional, del blanquiazul.
En días pasados, en una rueda de prensa en San Martín Texmelucan, Néstor Camarillo fue cuestionado al respecto.
Y no le quedó otra opción que admitir que él es aliancista dejando ver una clara divergencia con Fedrha Suriano.
La misma Fedrha Suriano que, la pasada semana, en declaraciones a medios de comunicación, salió ya a ponerle un “estate quieto” al ansiosito exdirigente del PRI.
“No vamos con Acción Nacional, vamos solos”, dijo.
“No tenemos ningún acuerdo con el PAN”, subrayó.
“Es muy pronto, la ciudadanía merece respeto”, machacó.
Si le llegó o no el mensaje a Camarillo, y si acatará la “línea” de su dirigente –su dirigente, aunque le duela–, ya se verá en los próximos meses.
De todos es sabido que la política de alianzas en este país está en manos de las dirigencias nacionales de los partidos políticos.
Los dirigentes estatales, por más que se den una importancia que nadie les compra, no hacen sino acatar las decisiones que se toman en la CDMX.
Pero por eso mismo llama –y mucho– la atención que el senador Camarillo lleve las contras tan rápido a la coordinadora estatal de su partido.
Hay otras diferencias entre Néstor y Fedrha, que empiezan a causar grave división y encono en las filas de Movimiento Ciudadano.
Liderazgos nacionales del partido han tratado de intervenir y de mediar, empoderando a Fedrha ante Camarillo, pero este insiste en sabotearla y minimizarla como tal.
Movimiento Ciudadano planea competir en serio en los comicios de 2027.
No será así como logre los resultados planeados.
Y es que la guerra entre Camarillo y Suriano no hará sino empeorar.
El traidor que traiciona una vez, traiciona siempre.
Y mientras el músculo duerme, la ambición trabaja.
Al tiempo.




