Ambicioso, sí.
Muy ambicioso.
Así sonó el anuncio del régimen cuando prometió que, antes de que termine el presente año, Morena alcanzaría un millón de afiliados en Puebla.
Una meta que, hoy ha quedado claro, luce francamente imposible.
Y no porque al armentismo le falten ganas, sino porque la operación política que se confió a funcionarios encargados de la gobernabilidad del estado, resultó un rotundo fracaso.
Los mismos operadores que, tan soberbios como ignorantes, juraron y perjuraron que la meta era “pan comido”.
“Si logramos más de un millón de votos en 2024, pues que ese mismo más de un millón de votantes se afilie a Morena y… ¡listo! ¡Asunto arreglado!”.
Tal fue la lógica aplicada, sin entender las claves de la elección de 2024 ni las verdaderas razones del triunfo –casi absoluto– de Morena en Puebla, donde ganó la Presidencia de la República, la gubernatura, las senadurías, las diputaciones federales, la mayoría del Congreso del estado y los principales municipios.
Lo que pensaron que iba a resultar sencillo y que se daría en automático, terminó en un chasco.
Y es que muchos, a estas alturas, siguen sin enterarse por qué ganaron como ganaron y suponen que si alguien votó por ellos o ellas, fue por su enorme arrastre y simpatía, por sus brillantes ideas y planes y, entonces, como consecuencia natural, mueren por afiliarse a Morena.
Nada más falso: Morena y la mayoría de sus candidatos y candidatas arrasaron en las urnas básicamente por 1) la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, 2) el prestigio y arraigo de la marca Morena y 3) el puntual pago, sin intermediarios, de las pensiones de los programas de Bienestar.
Pero no pocos siguen sin leer “El rey desnudo”, de Andersen…
Al inicio del proceso de afiliación, del que prácticamente excluyeron de la toma de decisiones a la dirigencia estatal de Morena, movieron cielo, mar y tierra para inventar una nueva figura: los delegados de enlace territorial, creados como una estructura paralela que operara a nombre del partido.
Cada delegado gana 30 mil pesos mensuales y cuenta con al menos tres auxiliares con sueldos de 15 mil pesos cada uno.
¿El resultado?
Delegados que en tres meses, patéticamente, apenas han afiliado a diez personas. Sí, diez.
La señora memelera de la esquina junta a más personas.
Hasta un perro atropellado.
A la fecha, la realidad es dura pero una sola: en Puebla, Morena apenas suma 360 mil afiliados.
Y si realmente quisieran llegar al millón, tendrían que registrar más de 6 mil 500 personas diarias de aquí a diciembre.
¡Ni con el mismísimo Santo Niño de Atocha de promotor!
Por eso, la nomenclatura oficial estatal de Morena ya comenzó a lavarse las manos.
Hace unos días, la presidenta del partido, Olga Romero Garci-Crespo, y el presidente del Consejo Estatal, el diputado Andrés Villegas, salieron a declarar –con toda calma y cinismo– que la “meta real” siempre fue de 500 mil afiliados.
De pronto, la palabra millón –y la promesa a Luisa María Alcalde Luján, la dirigente nacional– se borró del discurso.
Un acto de magia –contable– digno de Las Vegas.
La verdad es que todos han fallado y todos han sido víctimas de su arrogancia e ineptitud.
Y eso incluye tanto a los operadores en jefe y a los dichosos delegados de enlace territorial como a los diputados, presidentes municipales, secretarios de gabinete y titulares de OPD que resultaron auténticos vendehumo, que sólo viven de promesas fáciles y resultados invisibles, porque ni a sus familiares y amigos han logrado afiliar a Morena.
Debe ser frustrante ver cómo, pese a tener todos los recursos y todas estructuras a su disposición, la realidad es que no llegarán a la tristemente célebre meta del millón.
Mi primer millón.
Sí, pero en todo caso hasta 2026, o 2027, si es que aprietan tuercas, si corrigen el cúmulo de deficiencias, si se deshacen de los operadores que en lugar de operar solo simulan y cobran, y si, sobre todo, le bajan a su soberbia, la enfermedad de moda.