El ingreso del senador Néstor Camarillo Medina a las filas del partido Movimiento Ciudadano le ha dado una importante oxigenación a esta fuerza política, no solo por la ola de priistas que se han mudado al llamado instituto naranja, sino porque le ha permitido al partido naranja volver a ocupar espacios en la opinión pública, luego de una larga ausencia. Sin embargo, dicha formación sigue enfrentando un factor que lo estanca y le da mucha debilidad: el control que sigue ejerciendo Fernando Morales Martínez, el hijo del exgobernador Melquiades Morales Flores.
Aunque desde noviembre del año pasado formalmente la dirigente estatal de Movimiento Ciudadano es la diputada local Fedrha Isabel Suriano Corrales, dentro de esta fuerza política es un secreto a voces que, “desde la sombra”, Fernando Morales sigue influyendo de manera determinante en el rumbo del partido y, sobre todo, se dice que en el manejo de “la chequera” de ese instituto político.
O, tal vez, la expresión correcta tendría que ser: Fernando Morales sigue siendo un freno para que Movimiento Ciudadano no tenga un proyecto de crecimiento político y no pueda asumir la capacidad de convertirse en una oposición real, fuerte y crítica frente a los gobiernos de la 4T en el estado de Puebla.
Una prueba de que sigue vigente ese dominio es que el próximo 20 de septiembre, si no cambian los planes, Marco de los Santos Hernández va a asumir la dirección de Movimiento Ciudadano en el municipio de Puebla, en lugar del empresario radiofónico Rafael Cañedo Carrión, quien el año pasado fue un fallido candidato a alcalde de la capital.
Marco Antonio de los Santos tiene 33 o 34 años, es un abogado egresado del ITAM y el año pasado se quedó “a un paso” de ser diputado local, debido a un fallo judicial que se lo impidió por considerar que Movimiento Ciudadano tenía una sobrerrepresentación en el Congreso del estado. Pero lo más importante es que es amigo y excolaborador de Fernando Morales, lo que ahora le da la posibilidad de “tomar las riendas” del partido en la capital.
Otra evidencia de que Morales Martínez, quien fue presidente estatal del PRI, sigue controlando la vida interna de Movimiento Ciudadano, es la siguiente:
En la dirigencia estatal del movimiento naranja se mantienen cinco integrantes cuya principal característica es que son incondicionales del político expriista, empezando por el encargado de las finanzas del partido, responsabilidad que ya antes había ejercido cuando el hijo del exgobernador Melquiades Morales era el líder de dicha formación.
Y, en ese sentido, se dice que toda operación de gasto en el instituto político emecista primero se le consulta a Fernando Morales, quien actualmente ya no tiene cargo alguno en la estructura del Movimiento Ciudadano.
O como se dice en el argot político: “está en la banca”, que es la expresión que se usa para definir a alguien que se quedó fuera de cualquier cargo público o partidista.
El partido ha sido para su provecho personal
Fernando Morales, a lo largo de los siete años en que se desempeñó como cabeza de Movimiento Ciudadano –luego de que en 2017 fue expulsado del PRI–, se dedicó a utilizar al partido para atender sus intereses personales y nunca se ocupó en hacer crecer la influencia y presencia de esta agrupación política.
Morales Martínez ingresó a Movimiento Ciudadano –en septiembre de 2017– sin ser militante emecista y como resultado de una orden que en ese entonces dictó el exgobernador Rafael Moreno Valle Rosas, quien había pactado con la cúpula nacional de Movimiento Ciudadano el controlar al partido para que apoyara la candidatura a gobernadora de Puebla de su esposa, Martha Érika Alonso Hidalgo.
Posterior a la muerte del matrimonio Moreno Valle-Alonso, el político expriista dos veces violó los estatutos de Movimiento Ciudadano para alargar su mandato como dirigente, situación que alejó a muchos liderazgos que no estaban de acuerdo con su conducción del instituto naranja.
El saldo de ese septenio en que Morales fue cabeza de Movimiento Ciudadano es que él ganó una diputación local plurinominal –en 2021– y en 2024 fue candidato a la gubernatura, quedando en un vergonzoso último lugar con apenas el 4.37% de la votación y a una distancia de 28 puntos del segundo lugar de la contienda y 55 puntos del ganador.
Queda claro que su intención no era competir por la titularidad del Poder Ejecutivo, sino el buscar llegar a acuerdos con los gobiernos de la 4T, pues su campaña electoral la dirigió únicamente a ser “un golpeador” del abanderado de la alianza PAN, PRI y PRD, Eduardo Rivera Pérez. Mientras que a los abanderados de Morena no “los tocó ni con un pétalo de rosa”.
Una situación atípica, porque en el pasado proceso electoral Movimiento Ciudadano se convirtió a nivel nacional en la fuerza política que más creció, algo que no pasó en Puebla.