Gobiernos van y gobiernos vienen sin que cambie la situación crítica de dos carreteras en el estado de Puebla que se han convertido “en el paso de lo muerte”. Los pobladores ya saben que es imposible, o por lo menos poco recomendable, el circular después de las diez de la noche y en las primeras horas del día. Hay un par de extensos tramos que están ubicados como los más peligrosos y de nada sirve la presencia policiaca, o militar, para inhibir los asaltos, los homicidios o agresiones sexuales.
Una de esas vialidades está en el sur de la entidad, que es la autopista Cuacnopalan-Oaxaca, y la otra en el norte, que es la autopista Tlaxco-Tejocotal.
Esta semana ha cobrado notoriedad lo que ocurre en la carretera Cuacnopalan-Oaxaca por el intento de asalto que sufrió Eliseo Cesario, quien es el cónyuge de Apolinaria Martínez Arroyo, directora del Instituto Poblano de los Pueblos Indígenas. El hombre acabó con un disparo y su esposa tuvo que cancelar un acto masivo que estaba programado para este lunes, en que se entregarían recursos económicos para el desarrollo de comunidades que pertenecen a las etnias poblanas.
Lo ocurrido no es un hecho aislado, es el reflejo de que los esfuerzos oficiales para regresar la seguridad a las carreteras no están funcionando.
Se puede especular que el lento avance para resolver la inseguridad en las carreteras tendría dos posibles explicaciones: o la delincuencia ha alcanzado un alto grado de organización y ha rebasado a las autoridades en su capacidad de respuesta; o hay una colusión entre funcionarios públicos y el hampa, que permite que las bandas criminales se adueñen de las autopistas con absoluta impunidad.
Los gobiernos quieren convencer a la opinión pública de que “ya tienen tomado el toro por los cuernos”, exhibiendo datos estadísticos de que hay menos denuncias por robos y asaltos, pero la percepción ciudadana es otra: cada vez se siente más miedo el salir a circular en alguna de las autopistas del estado, incluidas la México-Veracruz y la Vía Atlixcáyotl.
Cómo no se va a vivir con pánico cuando la semana pasada hubo dos ejecutados en la autopista México-Veracruz; mientras que el fin de semana circuló un video de un grupo armado amedrentando a una familia en algún tramo de la Vía Atlixcáyotl. Y esos son solo dos de muchos eventos de naturaleza violenta que ocurren a diario.
Hasta no hace mucho, la carretera más peligrosa era la Tlaxco-Tejocotal, que une a la Zona Metropolitana de Puebla con la Sierra Norte, Hidalgo, Tlaxcala y Veracruz. Eso no significa que en esta rúa haya bajado el alto grado de violencia que ahí se vive, sino más bien se incrementaron los incidentes graves en la autopista Cuacnopalan-Oaxaca, que conecta a la región de Tehuacán con la capital oaxaqueña.
Entre enero y marzo, se contabilizaron 16 asaltos a camiones de carga, de los cuales 12 transportaban madera. Eso significa que cada semana por lo menos hay un atraco en esa carretera que comunica a Puebla con Oaxaca. Esta incidencia tuvo mucho impacto porque fue asesinado un chofer y otros dos quedaron heridos de bala, en episodios diferentes.
A lo anterior se debe agregar que, en mayo pasado, hubo 21 muertos –entre ellos nueve maestros de educación básica– por un choque generado por el mal diseño de la vialidad, que no tiene los cuatro carriles completos en ambas direcciones, tal como debería funcionar toda autopista moderna.
Hace 15 años, el organismo de Caminos y Fuentes Federales presentó un dictamen en el cual establecía que por el aumento en el aforo de vehículos era “urgente” ampliar en un 50% el ancho de la carretera. Como siempre pasa, ninguna autoridad hizo caso y sigue sin hacerlo, pese a las tragedias ocurridas.
Todo mundo sabe que, en la autopista Cuacnopalan-Oaxaca, los dos tramos más peligrosos son de la caseta de Tehuacán a la comunidad de San José Miahuatlán, así como en Nochixtlán, en territorio oaxaqueño.
Mientras que en la carretera Tlaxco-Tejocotal, la parte crítica se ubica entre los kilómetros 32 al 38.
Es de dominio público las zonas donde hay brechas y veredas que usan los criminales para huir.
También se tiene idea de que las bandas se refugian en municipios de Puebla, Tlaxcala y Veracruz.
Lo único que hace falta, es que las autoridades actúen contra los grupos criminales.