Olga Lucía Romero Garci-Crespo, la presidenta estatal de Morena, ha optado por desatenderse de los malos resultados que arrojan los ayuntamientos morenistas en el estado, al definir –por lo menos en un par de ocasiones– que son asuntos que no le competen al instituto político que representa y que, además, cree que las malas gestiones municipales son inofensivas, que no provocan ningún daño a la 4T.
No cabe duda de que esas expresiones son un reflejo del extravío en que se conduce la dirigente morenista y la falta de identidad que tiene con el movimiento obradorista. Pero, sobre todo, que no sabe hacer una lectura correcta de las coyunturas en que se encuentran los gobiernos locales de la 4T.
De alguna manera, las definiciones de Romero Garci-Crespo van en el sentido de que la mejor manera de transitar al frente de Morena es: mejor no hacer “nada” como cabeza de esta fuerza política.
Olga Lucía Romero Garci-Crespo llegó a Morena en 2018, al ser invitada por Luis Miguel Barbosa Huerta, el entonces candidato de la 4T al gobierno de Puebla, a que compitiera por la diputación local de Tehuacán. Antes de eso, esta mujer no había tenido ninguna experiencia política o en la administración pública, ni tampoco un acercamiento a la izquierda o el movimiento obradorista.
La primera vez que fue legisladora dejó mucho que desear en el encargo de presidir la Comisión Inspectora de la Auditoría Superior del Estado, que es uno de los órganos del Congreso local de mayor peso político.
En aquella ocasión, que fue la primera vez que la 4T tuvo mayoría en el Congreso, se emprendió una serie de investigaciones contra supuestos actos de corrupción y abusos de poder de los gobiernos panistas de Rafael Moreno Valle Rosas y José Antonio Gali Fayad. Al final, no se pudo emprender un solo proceso legal relevante, lo que decepcionó en mucho a las bases obradoristas.
Y de ese mal resultado, tuvo mucho que ver la entonces diputada Olga Lucía Romero Garci-Crespo.
En 2021 se reeligió como diputada y en 2022 llegó, por primera vez, a la presidencia estatal de Morena. Su arribo a esas posiciones fue en mucho por el impulso que le dio el entonces gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta. En 2024, por segunda vez alcanzó el cargo de presidenta del Comité Ejecutivo Estatal del partido Movimiento Regeneración Nacional.
Desde esa época y hasta la fecha, el sello distintivo de Olga Lucía Romero Garci-Crespo ha sido rehuir de los espacios de opinión pública.
En los últimos tres años, el partido marrón nunca tiene una opinión de los conflictos y los movimientos sociales de Puebla. De los problemas económicos que aquejan al estado. Y mucho menos, de la violencia delictiva que se vive en la entidad.
Para el proceso electoral de 2024, la dirigente morenista fue una pieza clave para que la 4T en Puebla se llenara de una larga lista de expriistas y exdetractores del movimiento obradorista que se convirtieron en alcaldes, sin importar que muchos de esos personajes ya cargaban a sus espaldas una mala reputación.
Ahora los resultados están a la vista. A ocho meses de que inició el actual periodo de los ayuntamientos, hay alcaldes de Morena que pasan sin pena ni gloria, otros ya enfrentan problemas de gobernabilidad y unos más, desde ahora se percibe que acabarán sus gestiones con pésimos índices de popularidad por estar actuando con arrogancia y prepotencia.
Frente a este escenario, este jueves la presidenta de Morena expresó la siguiente “perla”: aunque varios ayuntamientos tienen bajos índices de aprobación, eso no afecta en nada a Morena.
Habrá que recomendarle a la dirigente morenista que lea y reflexione sobre el célebre discurso que pronunció Manlio Fabio Beltrones, el 20 de junio de 2016, cuando renunció a la presidencia nacional del PRI y expresó: “cuando el gobierno se equivoca, quien paga los daños es el partido”.
Fue una forma elegante de endosarle al presidente Enrique Peña Nieto las derrotas del PRI en los comicios del 5 de junio de 2016, fecha en que inició un brutal declive electoral del tricolor que, hasta ahora, nadie ha podido frenar.
Hace unos días, en este espacio periodístico se cuestionó que la dirigencia estatal de Morena “se cruza de brazos” frente a lo que ocurre en Cuautlancingo, en donde el ayuntamiento morenista encabezado por el edil Omar Muñoz Alfaro recibe constantes ataques, que no provienen de la oposición, sino de miembros de Morena, encabezados por la ex alcaldesa Guadalupe Daniel.
En reacción, el Comité Ejecutivo Estatal de Morena emitió un comunicado para responder a esta columna, señalando lo siguiente:
“Somos un partido de izquierda que escucha, que camina los territorios y que acompaña a su militancia desde abajo, con organización y cercanía.
”Exhortamos respetuosamente al Ayuntamiento de Cuautlancingo a resolver sus diferencias internas desde sus propias atribuciones. Morena no tiene injerencia en los gobiernos municipales ni le corresponde marcar su rumbo.
”Como partido político, no somos la institución encargada de intervenir en asuntos gubernamentales; nuestro papel es fortalecer la vida democrática, no sustituir a los gobiernos. Aceptamos las opiniones y el debate como parte de nuestra pluralidad, pero siempre con el compromiso de actuar con responsabilidad y madurez política”.
En un aspecto les asiste la razón a los dirigentes morenistas: no tienen facultades para entrometerse en la vida institucional de los ayuntamientos.
Pero lo que sí está en su campo de acción son dos cosas: conciliar entre los líderes del partido, sobre todo cuando su actitud daña a un gobierno surgido de Morena.
Y aplicar los estatutos disciplinarios a los militantes de Morena que actúan en contra de los intereses de este partido, como es defender a sus gobiernos.
Son dos aspectos de los que no están enterados en Morena Puebla.