En la política, hay cientos de historias que, en medio de la ambición, la traición y la conveniencias de las circunstancias se ocultan, pero no escapan del dicho popular de que el estiércol siempre sale a flote por más que se esconda. ¿Qué pasó con Lalo Castillo? Sigan leyendo, pero ya tienen un rostro en qué pensar…
Lo escribe Maquiavelo en “El Príncipe”, en una cita que muchos conocemos:
“Los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.
Fíjense lo que dice, “aquel que engaña”, el que está acostumbrado a la mentira y en la política, como en muchos ámbitos, mentira es traición.
Hay historias que hieden a cinismo, transpiran puñaladas por la espalda cuando la mentira es su brújula y el engaño su timón. Historias que se contraponen a los valores de agradecimiento, lealtad y honorabilidad.
Personajes que se caracterizan por privilegiar sus intereses personales sin importar el valor de las amistades y compadrazgos que utilizan en su momento para escalar posiciones. Ese es el retrato de Lalo Castillo, el ahora diputado federal que tuvo que traicionar a su compadre, el hoy gobernador Alejandro Armenta, para ser legislador local en el 2021.
La generosidad con la que siempre fue tratado Lalo Castillo no ha sido recíproca porque la simulación ha sido su bandera en todos sus actos, siempre ofreciéndose al postor que le satisfaga sus ambiciones políticas.
A pesar de eso, en el 2024 la generosidad y madurez política de Armenta fue una realidad al no ejercer el derecho de veto para que Castillo fuera candidato a la diputación federal por Acatlán.
Hoy Castillo goza de una posición política, un lugar en la Cámara de Diputados y un sueldo para nada denostable.
Es política y es naturaleza humana, cada uno se describe por sus actos.
¿Qué pasó?
¿Cómo esa relación, que el gobernador de Puebla supo sortear para evitar el veto que habría sido natural para muchos, se volvió a descomponer?
En otra entrega, algunos de los hechos que significaron la traición, hasta dónde estuvo dispuesto a llegar el hoy diputado federal para lograr su ascenso.
Diría el clásico: se perdona, pero nunca se olvida.
Bueno, Bordieay lo analiza en términos de poder que es lo que hoy nos compete. Él estudia cómo los agravios se “perdonan” en la práctica para que el sistema sigue en adelante, pero que continúa en la memoria.
Hoy la memoria en la que permanecerá la traición de Lalo Castillo es la memoria política, la del grupo que acaba de tomar el poder.
Queda.