La empresa Agua de Puebla enfrenta la que quizá es su más grave crisis desde que le entregaron la concesión del agua en el estado.
Desorden financiero, irregularidades administrativas, incumplimiento en los términos del contrato o título de concesión, sospechas de corrupción en las obras de modernización y/o ampliación contempladas en el plan anual de inversión, abusos laborales, dispendio de altos ejecutivos –algunos de los cuales han sido literalmente corridos a patadas–, conflictos sociales y políticos (irresueltos) con los pueblos de Xoxtla y Nealtican por la cada vez más evidente sequía y carencia de mantos freáticos en el estado, y, sobre todo, múltiples quejas ciudadanas por desabasto y cobros tan excesivos como abusivos…
Eso, todo eso –y más–, forma parte del oscuro panorama de esta, una compañía del Grupo Hermes –de los Hank– que se ha enriquecido a manos llenas a costa de los poblanos, pero que, a pesar de sus innumerables deficiencias, sigue siendo intocable por todos esos políticos y funcionarios, especialmente de Morena, que en campaña juraron que iban a quitarle la concesión “para devolver el agua al pueblo”, pero en los hechos la han tolerado hasta la ignominia.
A la cruenta guerra interna de poder que libran el director general, el español Jordi Bosch Bregado, y el director de Administración y Finanzas de Agua de Puebla, Arturo Larrondo Cordero, ya perfectamente descrita por algunos columnistas, la empresa arrastra problemas tan graves como:
Cobros excesivos y falta de transparencia, incluyendo registros inexactos del consumo, cobros duplicados y recargos sin justificación.
Mal servicio y suministro irregular de agua. Los usuarios reportan continuamente cortes intermitentes en el suministro de agua, infraestructura obsoleta y falta de mantenimiento, lo que genera fugas constantes y distribución ineficiente del recurso.
Violaciones a los derechos humanos de los usuarios, quienes incluso enfrentan amenazas de embargo y reporte al Buró de Crédito sin fundamento legal.
Abusos de autoridad y discriminación contra trabajadores y usuarios, incluyendo hostigamiento laboral y trato desigual.
Falta de infraestructura. La empresa ha sido criticada por no realizar adecuadamente el saneamiento de aguas residuales, lo que genera un pasivo ambiental significativo.
E incumplimiento de contratos y promesas. Los usuarios han denunciado que la empresa no cumple con las promesas y contratos establecidos.
Estas irregularidades –aunadas a la falta de inversión en modernización– han generado un amplio descontento entre los ciudadanos, quienes han manifestado su inconformidad a través de diversas vías, incluyendo quejas formales y movilizaciones.
Este tema es, de hecho, el segundo que más negativos suma a los gobiernos de Morena, después de la inseguridad pública, y el que más les quita votos en las urnas.
Aunado a todo lo anterior, la escasez de agua en Puebla se agrava día con día. El estado ocupa ya el segundo lugar a nivel nacional en municipios con mayor sequía, con un 74.7% de su territorio afectado.
Las fugas –que la empresa no atiende o lo hace tarde y deficientemente– se estiman entre el 40% y 45% de la red de distribución, lo que agrava la citada escasez de agua en la región.
Por si fuera poco, la sobreexplotación de acuíferos –es decir, la extracción excesiva de agua de los mantos freáticos– ha provocado un déficit de agua de alrededor del 35% en los últimos cinco años.
Y los proyectos (Xoxtla y Nealtican) que se han impulsado para empezar a remediar la situación han fracasado rotundamente, debido a un pésimo manejo político por parte tanto de la empresa como del gobierno (y si no, revísese el caso del activista Renato Romero, hoy absolutamente blindado tras ser detenido, liberado por petición de Gobernación a la Fiscalía y de esta al juez, y, finalmente, desvinculado de todo proceso, a pesar de tratarse de un sujeto con intereses aviesos).
Visto lo visto, tal vez el problema mayor es que la entidad carece de tecnología hídrica e infraestructura adecuada para captar y distribuir agua –sobre todo el agua de lluvia– de manera eficiente.
Y, para colmo, la cuenca del río Atoyac –que sigue siendo la misma cloaca de siempre– registra niveles elevados de metales pesados, lo que afecta la calidad del agua y la salud de la población que vive en sus márgenes. Al menos 12 metales -algunos causantes de cáncer– se detectaron en el agua de ese afluente durante el 2024, de acuerdo con estudios realizados por la Secretaría de Medio Ambiente Desarrollo Sustentable y Ordenamiento Territorial (SMADSOT).
Peor, imposible.
Sí, Agua de Puebla es un desastre… Una crisis interminable… Una bomba de tiempo que no tarda en estallar, porque no se ve por ningún lado al valiente o a la valiente que se atreva ya no a quitarle la concesión, sino al menos a tocarla con el pétalo de una rosa.