A punto de cumplir cinco meses desde su regreso a la Casa Blanca y con una aprobación por debajo del 40%, da la impresión de que Donald Trump ha escogido la polarización interna, principalmente, junto con enfrentamientos exteriores, para buscar la legitimidad perdida.
Y para avanzar electoralmente contra sus rivales demócratas, de cara a las próximas citas en las urnas.
Las redadas con extrema violencia que se registraron el viernes pasado en Los Ángeles, California, y otras que han venido ocurriendo en otras ciudades estadounidenses (Nueva York, Chicago, Washington, Filadelfia, San Francisco, Boston y Las Vegas, entre ellas), pareciera que están buscando un efecto político y social, más que ser en realidad formar parte de una estructurada política migratoria.
En este contexto, un diferendo con su vecino del sur, específicamente con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, tiene como objetivo satisfacer a la base social del republicano.
A ellos y ellas les habla.
A ellos y ellas busca complacer.
En todo este concierto de conflictos domésticos y exteriores, no puede dejar de mencionarse el pleito que tuvo con uno de los hombres más ricos del mundo y su ex asesor de lujo, Elon Musk, quien incluso amagó con dar a conocer pecados inconfesables de su pasado.
El devastador mensaje en que presuntamente lo vincula con el pederasta Jeffrey Epstein es la mayor prueba.
Donald Trump quiere pleito –y cortinas de humo– porque es en la polarización interna es donde ha obtenido sus triunfos políticos.
Hoy está enfrentado, por el envío de tropas de la Guardia Nacional a California, con el gobernador de ese estado, Gavin Newsom, lo mismo que con los otros 22 gobernadores emanados del Partido Demócrata.
En medio de todas estas hipótesis y análisis, los migrantes aparecen como el pretexto perfecto.
Son carne de cañón y eje del discurso y la política xenofóbica que complace a la base social original de Trump.
Trump quiere recuperar a los suyos.
A quienes enarbolan la bandera de la supremacía blanca.
A los beligerantes antiinmigrantes.
Al ciudadano estadounidense que le dio su voto.
Al racista.
Pero el costo puede ser muy alto.
Los cálculos más conservadores consideran que hay al menos 15 de millones de indocumentados latinoamericanos en Estados Unidos.
El Departamento de Seguridad Nacional de la Unión Americana calcula que de ellos, al menos 4.8 millones son de origen mexicano.
Más de un millón, es la estimación, son de origen poblano.
Para México, y especialmente para Puebla, las redadas violentas, crueles, como le han llamado con razón los gobernadores demócratas, están en el centro de la atención y la preocupación internacional.
De acuerdo con Jesús Torreblanca, de la Unidad de Gestión para el Desarrollo del Migrante del Gobierno de Puebla, tan solo en Los Ángeles, California, en donde se registró el ataque más violento contra los indocumentados, hay alrededor de 450 mil poblanos y poblanas vulnerables ante la posibilidad de arrestos y luego de deportaciones.
Casi medio millón de poblanos en la zona conurbada de la ciudad angelina, principalmente al este, hoy viven con temor.
Se trata de un miedo real.
Son gente de bien que se dedica a trabajar de sol a sol para enviar remesas a sus seres queridos en México.
Son hombres y mujeres que tienen, en muchos casos, hijos nacidos en Estados Unidos, y en una gran cantidad esos hijos e hijas son menores de edad.
De ahí la importancia del anuncio del gobernador Alejandro Armenta Mier, de que enviará abogados para asesorarlos.
No solamente se trata de asesorarlos en el tema migratorio.
También apoyarlos en qué hacer con sus propiedades, sus cuentas bancarias y, dramática y especialmente, con sus hijos, en caso de que sean obligados a dejar la Unión Americana.
Muchos otros poblanos, alrededor de un millón más vive en California, pero ya ha obtenido o la ciudadanía o la residencia.
Quienes nos deben ocupar y preocupar son quienes están en calidad de indocumentados.
El gobierno de Donald Trump quiso entrar en disputa con la presidenta Claudia Sheinbaum.
La secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, Kristi Noem, la acusó, informalmente y en una declaración aislada, de alentar las protestas y la violencia en Los Ángeles, la segunda ciudad de Estados Unidos con más mexicanos.
Es falso.
La mandataria, quien no obstante se equivocó garrafalmente al contestar a una funcionaria que no está a su nivel jerárquico (tuvieron que entrar al quite o el secretario de Relaciones Exteriores o el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana) ya lo ha aclarado.
Este miércoles se reunió en Palacio Nacional con Christopher Landau, subsecretario de Estado americano.
A pesar de eso, Trump quiere una guerra.
No le importa contra quién.
Da la impresión de que solamente busca recuperar la popularidad con su base social, que es beligerante y racista.
Los migrantes para él son un daño colateral.
Minucias.
Son bajas, sin importancia, cuando dispara sus cañones.