La investigación que realiza el Instituto Electoral del Estado (IEE) contra la dirigencia estatal del PAN por la presunta comisión de violencia política de género en agravio de al menos 70 de sus candidatas a presidentas municipales, en el proceso electoral de 2024, exhibe una práctica que insiste en perpetuarse en los partidos: la postulación de mujeres como mero cumplimiento de obligaciones legales y políticas.
En octubre del año pasado, el Consejo General del órgano electoral abrió un proceso de oficio después de observar irregularidades en el ejercicio de las prerrogativas por parte del partido blanquiazul.
Entonces, halló que este instituto político, a cargo de Augusta Valentina Díaz de Rivera y Marcos Castro Martínez, otorgó a las candidatas solo una ínfima parte (5%) del financiamiento que por ley les correspondía.
El procedimiento administrativo sancionador que derivó de esas observaciones hoy todavía no se convierte en denuncia en el Tribunal Electoral del Estado, pero eso no hace falta para mostrar lo que hizo aquella dirigencia con algunas de sus candidatas mujeres para simular paridad y fingir una competencia que no existió.
Al interior del PAN les han denominado “candidatas chocolate”.
Se trata de mujeres que fueron candidatas a alcaldesas sin siquiera saberlo. No participaron realmente en la contienda, no hicieron campaña y no requirieron de financiamiento, como descubrieron los consejeros electorales nada más con mirar los informes del gasto correspondiente a las prerrogativas.
Hasta hace unas semanas, los integrantes del IEE no tenían la intención de indagar sobre la autenticidad de las candidaturas de mujeres presentadas por el blanquiazul en las elecciones de 2024.
Pretendían quedarse en la distribución de los recursos públicos y su evidente inequidad para emitir un dictamen sancionador y finiquitar el asunto.
Sin embargo, esforzándose un poco más, una cosa podría llevarlos a la otra.
Si se ocupan de citar a esas mujeres para preguntarles si sabían que el PAN las había registrado como candidatas a un cargo público, podrían llevarse grandes sorpresas.
Antes de sacar algunas conclusiones, repasemos los números de las 24 abanderadas menos votadas del blanquiazul en esa contienda:
Alicia Romero Díaz, candidata a alcaldesa de Coatepec, se fue en blanco, sin un solo voto.
Mari Carmen Amigón Contreras, de Tepemexalco; María de Lourdes Briseño Tenorio, de San Juan Atzompa, y Areli Aridaí Hidalgo Pacheco, de Ahuehuetitla, obtuvieron un sufragio.
María del Carmen Fuentes Díaz, candidata de San Pablo Anicano; Leticia Amigón Galindo, de Atzala, y Mariela Jiménez Corro, de Totoltepec de Guerrero, lograron apenas dos votos.
Juana Jacinto Lozano, de Camocuautla; Araceli Tapia Delgado, de Axutla; Angélica Francisco Pineda, de Zoquiapan; Cecilia Ortiz Mendoza, de Xayacatlán de Bravo; Guadalupe Carmen Ordóñez Rosas, de Chila de la Sal; Jhanet Bueno, de Cohetzala; Marisela Parra Hernández, de Caxhuacan; Guadalupe Camacho Rodríguez, de Ocotepec; Cynthia Córdova Perdiz, de Mixtla; Petra Contreras Miranda, de Tepexco, y Rosaura Romero Guzmán, de Tlanepantla, alcanzaron entre tres y 15 votos, cada una.
Por último, Juana San Agustín Cruz, abanderada de Tulcingo; Cliceria Arias Morales, de Atoyatempan; Liseth Nadia Rodrigo, de Xochitlán Todos Santos; Leonarda Castillo Heraclio, de Tepeojuma; Valeria Hernández Morales, de Juan Galindo, y Juana González Peláez, de Santa Catarina Tlaltempan, se hicieron de entre 18 y 29 votos. Muy bajas también.
Todas ellas, 24, quedaron por debajo de los 30 votos.
Porque no hicieron campaña y en algunos casos ni supieron que eran candidatas.
Si lo hubiesen sabido, si hubiesen asumido el rol que sí ocuparon en el papel, habrían conseguido por lo menos los 16 votos de los integrantes de las planillas, entre titulares y suplentes, más otros 16 de amigos o familiares. Habrían quedado, en caso extremo, en 32.
Eso no sucedió porque no compitieron.
Y como no compitieron, no necesitaron dinero para hacer campaña.
Ahí está la respuesta que tendrían que buscar los consejeros electorales.
Mientras tanto, en el PAN tendrían que pedirle cuentas a Díaz de Rivera y a Castro Martínez.
¿Por qué les regalaron a Morena y la 4T esos municipios?
¿Acaso no compitieron, en esas demarcaciones y en el resto del estado, para ganar?
Un sector importante del blanquiazul mantiene la hipótesis de que la dirigencia de esa época y el jefe político de ella, Eduardo Rivera Pérez, candidato a gobernador, no compitieron para ganar, sino para perder.
La famélica votación registrada en esos 24 municipios, junto con muchas otras pruebas que aparecieron después, parece confirmar que así fue.