Ahora sí, tras la elección del nuevo papa, el estadounidense Robert Francis Prevost, León XIV, iniciará inevitablemente, en el mediano plazo, el largo proceso de sucesión en la Arquidiócesis de Puebla, que la muerte del papa Francisco –el pasado 21 de abril– había obligado a congelar hasta que nuevas condiciones lo permitieran.
No es que la sustitución de monseñor Víctor Sánchez Espinosa vaya a ocurrir en días, semanas o meses; realmente nadie lo puede saber con precisión. Pero sí, que dicho proceso forzosamente deberá comenzar este mismo año, o a inicios del siguiente a más tardar, porque así lo mandatan los cánones de la jerarquía eclesiástica y los códigos de poder dentro de la Iglesia católica.
La razón más poderosa para que la sucesión del arzobispo de Puebla esté a punto de entrar en marcha, es por su avanzada edad y problemas de salud, contra los que ha luchado desde hace años.
Aunque tiene sus críticos, Víctor Sánchez Espinosa ha sido un muy buen arzobispo de la Arquidiócesis poblana, a cuya jefatura llegó hace 16 años.
El 5 de febrero de 2009, el papa Benedicto XVI lo nombró arzobispo de Puebla de los Ángeles. Y tomó posesión canónica el día 2 de abril del mismo año, en un evento masivo en el estadio Cuauhtémoc.
El 29 de junio de 2009, en una ceremonia en la Basílica de San Pedro, recibió la imposición del palio arzobispal de manos del papa Benedicto XVI.
Al oriundo de Santa Cruz, Teotlalco, Puebla, en todo este tiempo le ha tocado todo y de todo: desde gobernadores autoritarios que le han querido imponer algunas decisiones –sobre todo en tiempos electorales– hasta epidemias, el crecimiento de la violencia y la inseguridad, la irrupción de las redes sociales, varios periodos de inestabilidad política, y su gran derrota legislativa: la despenalización del aborto, que logró evitar por muchos años hasta que ya no pudo más.
Ha sido un arzobispo cercano a su grey, no se le conocen escándalos y a diferencia de algunos de sus antecesores, nunca se tapó los ojos antes abusos de sacerdotes, especialmente los relacionados con casos de pederastia.
Es el ciclo natural de la vida y del poder: Sánchez Espinosa está por cerrar su etapa al frente de la Arquidiócesis e incluso se sabe que ya tiene lista su carta de renuncia, que entregaría al papa Francisco este mes de mayo, pero que ahora, en su momento y en su circunstancia, deberá poner en manos del papa León XIV.
Cumplirá 75 años el próximo 21 de mayo, lo que marca el inicio de su jubilación y lo obliga a renunciar al cargo según el Código de Derecho Canónico.
Como es del conocimiento público, monseñor Sánchez Espinosa ha enfrentado complicaciones cardiacas, incluyendo un infarto, y problemas óseos que lo han llevado al quirófano en más de una ocasión.
Nadie sabe –nadie puede saber– con exactitud quién será el noveno arzobispo de Puebla de los Ángeles –usualmente nunca llega el favorito.
Pero evidentemente hay mucha especulación y han sonado los siguientes nombres:
Eugenio Lira Rugarcía: actualmente obispo de Matamoros; fue vocero y obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Puebla y por eso es ampliamente conocido y mantiene grandes relaciones políticas, sociales y económicas en el estado.
Francisco Javier Martínez: obispo auxiliar, originario de Guadalupe Victoria.
Felipe Pozos Lorenzini: fue rector del Seminario Palafoxiano y hoy funge como obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Puebla.
Dagoberto Sosa Arriaga: es poblano (nació en La Loma, Aquixtla) y ha sido obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Puebla. Desde 2013 es obispo de la Diócesis de Tlapa, en el estado de Guerrero. Hay quien lo ve como “el caballo negro”, pero nada es seguro.
La elección del nuevo papa permitirá reactivar lo que se pausó por razones obvias.
No antes, no después, pero la Santa Sede aún deberá evaluar la dimisión de Sánchez Espinosa y aunque no siempre se acepta de inmediato, las complicaciones médicas –ya pocas veces oficia la misa dominical– hacen prever un pronto relevo.
Sea quien sea, el nuevo arzobispo de Puebla enfrentará fuertes desafíos pastorales y políticos en un estado donde la fe y el poder están –siempre han estado– estrechamente relacionados, como dan fe las fotografías que continuamente candidatos y gobernantes de todos los partidos y todos los niveles suelen difundir –especialmente en redes sociales– como elementos de propaganda para sus fines políticos y/o electorales.
¡Amén!