En el actual reacomodo de liderazgos dentro del Partido Acción Nacional (PAN), destaca la figura del ex presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, quien ha comenzado una nueva etapa en su carrera política y profesional, articulando un esquema que combina actividad empresarial, consultoría política y operación territorial con fines partidistas.
Esta transición se ha hecho visible desde que concluyó su más reciente encargo como alcalde de la capital poblana y no obtuvo, como él esperaba, una posición de peso dentro del Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
Aunque aspiraba a encabezar la coordinación nacional de alcaldes panistas, el cargo fue finalmente conferido a Mauricio Tabe, actual alcalde de la Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México.
En su lugar, Rivera fue designado como director de enlace con gobiernos municipales dentro del mismo esquema, una figura de segundo nivel que, sin embargo, le ha servido de plataforma para desarrollar su nuevo frente de trabajo.
Y, sobre todo, para seguir enriqueciéndose a costa del erario.
La empresa familiar y los vínculos partidistas
De manera paralela, medios locales han documentado la creación de una empresa de consultoría en la que figuran como socios su hijo mayor y Adán Domínguez Sánchez, quien fuera su suplente en la alcaldía y colaborador cercano durante su gestión.
Esta empresa tiene como objetivo ofrecer servicios de asesoría a gobiernos municipales, aprovechando la experiencia administrativa que Rivera acumuló durante sus dos periodos como alcalde de Puebla.
Cabe recordar que, durante los años en los que no ocupó un cargo público, Eduardo Rivera mantuvo actividad profesional bajo el respaldo de UTLA Consultores, empresa vinculada al rector de la UDLAP, Ernesto Derbez, con la cual prestó servicios a distintos municipios del país, presentando una narrativa orientada a la eficiencia administrativa, la planificación estratégica y la ejecución de programas municipales con enfoque técnico.
Hoy, ese mismo enfoque se canaliza a través de su propia firma, en la que Adán Domínguez parece tener un rol operativo cada vez más relevante, pues se ha trasladado a la Ciudad de México para coordinar las acciones comerciales y políticas de esta nueva etapa.
La ruta institucional: ANAC y ciudades capitales
Para ampliar su red de influencia, Rivera ha reactivado sus vínculos con dos organismos clave del municipalismo en México:
1. La Asociación Nacional de Alcaldes (ANAC), históricamente ligada al PAN, y que ahora sirve como plataforma para ofrecer los servicios de su firma de consultoría a gobiernos municipales panistas de todo el país. A través de esta vía, se busca canalizar proyectos, establecer alianzas y acercar a presidentes municipales a esquemas de acompañamiento técnico y político.
2. La Asociación de Ciudades Capitales, creada por el propio Rivera durante su último mandato como alcalde de Puebla, cuando se encontraba en desacuerdo con decisiones internas del PAN. Este organismo agrupa a municipios capitales sin distinción partidista, lo que le permite ampliar su margen de operación hacia gobiernos emanados de otras fuerzas políticas como Morena, el PT o el PVEM. Esta asociación es encabezada por Adán Larrazilla, quien funge como brazo operativo de este segundo frente.
Ambos espacios están siendo utilizados estratégicamente para posicionar a operadores, abrir puertas en gobiernos locales y comercializar los servicios de su consultora.
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La operación política en Puebla: entre nóminas y el Consejo Estatal
Más allá de la proyección nacional, el verdadero epicentro de la estrategia política de Eduardo Rivera se localiza en el estado de Puebla, donde ha comenzado a tejer una red de influencia en municipios seleccionados con doble propósito: posicionar a su grupo y condicionar el rumbo del PAN en el proceso interno que se avecina.
Aunque el discurso gira en torno a la asesoría técnica, en realidad se está consolidando una operación político-electoral que utiliza recursos municipales para financiar a operadores con fines partidistas. Se trata de exdelegados, cuadros afines al “Diputado del Amor” Marcos Castro o perfiles cercanos a su fracasado equipo de campaña, que ahora son contratados como “asesores” en administraciones locales con baja visibilidad, pero que representan votos y representación dentro del partido.
Un caso ya documentado es el de Tlacotepec de Benito Juárez, donde un exdelegado distrital de la región de Tehuacán y Ajalpan fue incorporado como asesor, sin una función técnica clara, pero con tareas políticas específicas.
Esta estructura busca consolidarse de cara a la renovación del Consejo Estatal del PAN, prevista para septiembre de este año. El objetivo es claro: arrebatar una porción significativa de los espacios que definirán la nueva correlación de fuerzas dentro del partido en Puebla.
La apuesta por posicionar a integrantes de su grupo político en las nóminas municipales permite, en los hechos, financiar a operadores de campo con recursos públicos, bajo el amparo de contratos de asesoría o consultoría, lo que genera una doble preocupación: el uso discrecional del presupuesto y el debilitamiento institucional de los gobiernos locales, que en muchos casos carecen de cuadros técnicos propios.
En términos políticos, esta estrategia representa el preludio de un nuevo choque interno entre el grupo que hoy encabeza la dirigencia estatal del PAN y el bloque en ascenso liderado por Rivera, que sin ocupar actualmente un cargo público formal, mantiene estructura, aliados y acceso a financiamiento.
Nadie puede acusarlo de tonto. De otras cosas, sí, pero de tonto no.
Una conclusión
Lo que podría parecer una simple transición de la función pública a la iniciativa privada, es en realidad una operación multifrontal, cuidadosamente articulada, donde el conocimiento técnico y la red de contactos acumulada por Eduardo Rivera se utilizan para mantener presencia nacional, influir en gobiernos municipales y preparar un nuevo ciclo político en el ámbito local y estatal.
La dualidad entre consultoría y operación partidista no es nueva, pero sí muestra cómo la política y el negocio pueden entrelazarse bajo esquemas cada vez más complejos y opacos.
La eficacia de este modelo dependerá de dos factores clave: la legitimidad ética del uso de recursos municipales para fines políticos y la capacidad de las dirigencias locales para resistir o integrar estos movimientos sin fracturar al panismo poblano.
El terreno está en disputa y las piezas ya se están moviendo.
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Mientras tanto, el dirigente del PAN, Mario Riestra Piña, pensando en la inmortalidad del cangrejo.