En la madrugada del domingo pasado, dos ladrones corrieron y treparon a los techos de algunas casas para huir de un grupo de enardecidos vecinos de Huauchinango que están cansados del robo de autopartes. El asunto no pasó a mayores. Sin embargo, este hecho por muy insignificante que parezca es un reflejo de una fuerte crisis de inseguridad y violencia extrema que se está viviendo en la Sierra Norte de Puebla.
Una crisis que no se ha menguado pese a la presencia de la Marina, que es la apuesta del gobierno estatal de Alejandro Armenta Miera para frenar la escalada criminal que sufre la entidad poblana.
Las autoridades estatales, así como las municipales, lo único que están haciendo es jugar con las estadísticas de los índices delictivos para crear la falsa imagen de que se está controlando la inseguridad pública.
Una situación que contrasta con la percepción ciudadana de que, en la mayor parte de los 217 municipios de Puebla, se vive con miedo, con peligro, con riesgos de sufrir los embates de los criminales.
Regresando a lo ocurrido en Huachinango, no es un asunto menor por lo siguiente:
A las 2:30 de la madrugada del domingo, un vecino de la calle Leona Vicario detectó a dos sujetos –cuyas edades rondarían tal vez entre los 25 y 30 años–, que estaban robando autopartes de los vehículos particulares estacionados en la vía pública. El vigía avisó y de diferentes casas salieron sus moradores, principalmente hombres, a perseguir a los presuntos ladrones.
Los dos sujetos dedicados a hurtar piezas automotrices corrieron por las calles Betancourt, Miguel Hidalgo y Julio S. Hernández, hasta que quedaron encerrados en un callejón sin salida. Cuando llegó la policía, habían huido por los techos de las casas del área.
Una primera lectura de lo acontecido sería decir que es un asunto insignificante, sin ninguna consecuencia grave. Eso no es así, por los siguientes factores:
El incidente ocurrió en pleno Centro Histórico de Huauchinango. En una zona que está ubicada a dos o tres calles de la comandancia de la Policía Municipal, la misma que ahora controla la Marina.
La patrulla que acudió a prestar auxilio tardó alrededor de 20 minutos en llegar, pese a la cercanía de la comandancia.
Por eso los supuestos ladrones, tuvieron el tiempo necesario para tomarse un respiro y reponerse de la huida, pensar con “la cabeza fría” y encontrar la manera de escalar por una pared y poder huir.
De todo lo ocurrido, el dato muy relevante es el siguiente: ¿quién era la persona que detectó a los ladrones y avisó a los vecinos?
Resulta que quien advirtió de la presencia de los ladrones no los vio de manera circunstancial o porque esa noche tuviera una crisis de insomnio.
Quien advirtió de los robos era: el vigilante ciudadano en turno.
Resulta que la gente ha decidido organizarse por ellos mismos, sin la intervención de ninguna autoridad, de crear grupos de autoprotección. Es decir, coordinarse para vigilar las calles y agarrar a los ladrones, sin la necesidad de llamar a la policía, que generalmente de nada sirve su intervención.
Y entonces, cada noche a un vecino le toca hacer guardia y estar vigilando la vía pública.
Esa situación si se observa desde una posición simplista se puede decir que es algo positivo, que es un reflejo de la sociedad civil organizada.
Si se analiza con profundidad se advierte que ese tipo de organización ciudadana es “un arma de doble filo”.
Por un lado, es el reflejo del fracaso de los gobiernos para ofrecer seguridad pública y que ha avanzado el hartazgo ciudadano contra los cuerpos policiacos que, de poco sirven, para frenar la delincuencia.
Pero, por otro lado, ese tipo de organización engendra más violencia, porque entonces la gente se siente con el poder de cobrar “venganza”, no justicia, contra quienes delinquen en su contra. Y lleva a los ciudadanos a rebasar los límites y empezar a cometer actos ilegales y de barbarie.
Los expertos en la materia advierten que el estado de Puebla se convirtió en líder de linchamientos en el país en los últimos 15 años, como un reflejo de que estuvo de moda, por parte de los ayuntamientos, de crear grupos ciudadanos de autoprotección.
Eso lleva a las personas que participan en esos grupos a creer –algo que sigue ocurriendo con frecuencia—que golpear, quemar, ahorcar a supuestos delincuentes, sin investigar si realmente son criminales, es hacer justicia.
También es reflejo de que, muchos grupos ciudadanos, tiene la firme idea de que los gobiernos no son garantes de justicia y legalidad, sino por el contrario, se dedican a proteger a los delincuentes.
Visto de otra manera, la ineptitud gubernamental ha engendrado muchas capas de violencia en la sociedad.
Y cómo no va a ocurrir esas reacciones violentas de la gente, cuando “en la semana del amor y la amistad”, es decir la del 14 de febrero, hubo por lo menos 10 ejecutados en la Sierra Norte, entre ellos una pareja de poblanos radicados en Estados Unidos que vinieron a visitar su terruño.