Si se observa el bosque, no sólo el árbol, no fue el inefable Eduardo Rivera Pérez el derrotado, mucho menos el impresentable Felipe Velázquez Gutiérrez, mal candidato, pésimo perdedor.
La gran derrota fue de El Yunque.
Y no sólo por perder el control del Comité Directivo Estatal del PAN, sino por la indisciplina de sus militantes, que no obedecieron, y esto porque les hicieron consejeros para que obedecieran sin más recompensa que ese precario título que sin darles nada les exigía sumisión.
Perdieron la obediencia, porque nunca les cumplieron y ahora que ya no tienen qué darles y porque lo primero que haya, sería para los de siempre… Como siempre ha sido.
Una explicación básica:
Cuando los jefes de La Organización -como también se conoce a El Yunque- tuvieron la potestad de otorgar o quitar chambas y desde luego candidaturas con altas posibilidades de ganar, o las codiciadas plurinominales tanto al Senado, a diputaciones federales y locales, así como a multitud de regidurías en numerosos ayuntamientos, el idealismo mutó a interés…
Y la disciplina a la abyección.
Adicionalmente se llegó a disponer de un gran número de plazas en las nóminas municipales, en el partido o en otras instancias gubernamentales.
La UPAEP y Coparmex estuvieron siempre para incorporar a la casta de pedigrí.
La raza iba a municipios pobres.
Los mejores como Tehuacán, San Martín Texmelucan, Atlixco y las Cholulas. acogían a los de perfil medio.
Y en el caso de Puebla capital, a los hijos predilectos.
Siempre se reciclaron.
No abrieron espacios -buenos espacios-para quienes, siéndoles leales y dóciles, esperaban ser compensados con algo razonable.
Los militantes se subordinaban esperando que les tocase algo.
Los jefes, a través de “liderazgos” aparentes, que lo eran porque parecía que a través de ellos manaban las posiciones rentables, tenían autoridad y aplicaban disciplina.
Autoridad y disciplina, disciplina y autoridad.
Pasó -y no aprendieron- cuando Rafael Moreno Valle asumió el poder.
Muchos que jamás recibieron -ni recibirían nada de El Yunque- se vieron favorecidos por Moreno Valle, quien así logró una base firme para sostener su poder y controlar el PAN.
Muchos yunquistas, entonces, migraron al cobijo morenovallista.
Es larga la lista de nombres.
Ahora, al carecer de plazas en los municipios que malograron y de las pluris que perdieron con el CDE, carecen de autoridad y fuerza para mantener la disciplina.
Sólo unos cuantos se les subordinarán.
Y serán los de siempre.
¿Que pasó el pasado 15 de diciembre?
Los números que internamente manejaba El Yunque para la elección del CDE, partían de considerar la lealtad y/o disciplina de militantes de La Organización o de consejeros a los que sentían incondicionales.
El caso es que los rebeldes -que acabaron votando por el insufrible e intragable de Mario Riestra Piña-tuvieron presentes los incumplimientos de Eduardo Rivera -en lo personal- y de El Yunque -a través de él- y miraron a otro horizonte que les planteó mejores oportunidades.
La incompetencia de los liderazgos -Eduardo Rivera y Augusta Díaz de Rivera- y de la burocracia que ha manejado al partido, hizo crisis y les propinó una apabullante derrota.
70/43.
El Yunque no sólo perdió una elección, sino la lealtad, obediencia y disciplina de muchos de sus militantes y de otros a los que consideraba sus incondicionales.
Y por ahora no tiene nada qué ofrecer a quienes pida obediencia.
Ni siquiera las migajas de siempre.
Su situación es verdaderamente precaria.
Fue para La Organización una derrota política, pero sobre todo moral.
Sólo un ciego no lo ve.