Las contienda por la dirigencia estatal del PAN está cerrada, es de pronóstico reservado, pues están divididas en dos mitades casi iguales las simpatías de los 114 consejeros que decidirán votar entre las corrientes riverista o la morenovallista. Sin embargo, hasta ahora el candidato que se le percibe más dinámico y con capacidad de ganar adeptos de última hora, previo a la asamblea del próximo domingo, es a Mario Riestra Piña, quien tiene el apoyo de un segmento del panismo tradicional y de los activistas albiazules que todavía se identifican con la facción del extinto ex gobernador Rafael Moreno Valle Rosas.
Mientras que, a Felipe Velázquez Gutiérrez, el candidato del grupo de Eduardo Rivera Pérez, o del llamado panismo tradicional, se le ve adentro y afuera del albiazul con una posición vulnerable, poco atractiva ante el reto del partido de la derecha de emerger como una oposición fuerte luego de la debacle electoral que sufrió en los comicios del pasado 2 de junio.
La imagen de “político gris” de Velázquez se generó desde que fue alcalde de Atlixco –entre los años 2002 y 2005–, al terminar su periodo salpicado de escándalos de corrupción inmobiliaria y de que nunca mostró carácter fuerte al frente del ayuntamiento de esa ciudad.
Años más tarde, en el gobierno de Eduardo Rivera –en la capital– nunca brilló, por el contrario, pasó desapercibido. Se le vio como un funcionario sin iniciativa para destacar y siempre sometido a las órdenes que recibía desde la oficina de la Presidencia Municipal.
Su personalidad está muy alejada del liderazgo que le urge al panismo poblano, pues el edil atlixquense es tímido, se distingue por el tono leve de su voz y porque nunca construyó su propio grupo político.
Esa imagen de debilidad se ha acrecentado por el intento que hubo la semana pasada de expulsar a 11 integrantes del Consejo Estatal del PAN, que son afines a Mario Riestra, situación que fue frenada de tajo desde la dirigencia nacional del partido.
La actual postulación de Velázquez a la presidencia del PAN se armó integra en la corriente que comanda Eduardo Rivera, el fallido aspirante a la gubernatura de Puebla en el último proceso electoral y ahora miembro de la nueva dirección nacional de instituto albiazul.
Y precisamente mucho se comenta que atrás de la selección de “un muy mal candidato”, habría una estrategia perversa de Eduardo Rivera y los operadores de su grupo político.
Se dice que en el entorno de Rivera se ha tenido claridad de que la derrota electoral de este año le hizo perder al exaspirante a la gubernatura la simpatía y lealtad de un número importante de miembros del Conejo Estatal del PAN, que ven en el ex edil al principal responsable de que el panismo haya registrado –el 2 de junio—su peor resultado en las urnas de los últimos 30 años.
Ante ese panorama, el grupo de Rivera optó por nominar a un mal candidato a la presidencia estatal del PAN para que, en caso de perder las votaciones del próximo 15 de diciembre, se le responsabilice al aspirante de no haber sabido ganar la simpatía de la mayoría de los integrantes del Consejo Estatal.
Dicho de otra manera, a Felipe Velázquez se le “endosaría” la derrota y Eduardo Rivera jugaría a mostrarse como un panista que aparentemente está lejos de “la grilla en Puebla”, pues ahora está concentrado en la dirección nacional del partido.
Si Velázquez de la sorpresa y le gana a Riestra, entonces los riveristas asumirán la narrativa que ellos fueron quienes operaron para que los consejeros le volvieran a brindar su confianza al grupo de Eduardo Rivera.
Es decir, cualquiera que sea el resultado del domingo, a quien le va a ir muy mal es a Felipe Velázquez.
Un comentario que ha dominado las intrigas entre los liderazgos panistas, es que el nuevo presidente nacional del PAN, Jorge Romero, ve con “buenos ojos” que Riestra gane la contienda interna del partido.
Como una manera de evitar que se acreciente el malestar interno del PAN local debido a que, por primera vez en las últimas tres décadas, el partido se ha quedado sin los suficientes gobiernos en el estado de Puebla y entidades vecinas, para dar trabajo a todos los militantes panistas que acabaron desamparados –laboralmente hablando—como resultado de la estrepitosa derrota electoral de 2024.