Ayer, durante la toma de posesión de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quedó claro que el estilo de gobierno será el mismo, aunque el modelo y la forma pudieran variar.
Queda la esperanza de que Sheinbaum, como lo dijo en su toma de posesión, termine con las divisiones y trabaje en torno a la unidad del país, con respeto a la libertad de expresión y también a la propiedad privada lo cual es una gran preocupación.
La nueva presidenta sabe que son una real preocupación, las recientes reformas llevadas a cabo en torno al poder judicial del país y también por la incorporación de la Guardia Nacional al Ejército mexicano.
El principal problema que tiene que afrontar la nueva presidenta tiene que ver con la inseguridad y el crecimiento del crimen organizado, el cual ya tiene en sus manos el control del 35% del territorio nacional. Fuerte labor tendrán la presidenta y su hombre fuerte, su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch.
El otro tiene que ver con la economía, la cual pende de alfileres y está justamente supeditada a las garantías que el gobierno de la nueva presidenta dará a las inversiones nacionales y, sobre todo, a las extranjeras.
Precisamente, veremos las primeras señales de esto, en el mes de abril, cuando se dé a conocer el presupuesto 2025, ahí veremos qué tanto se comenzará a distanciar la nueva presidenta de su antecesor.
De entrada, lo que vimos ayer fue poco alentador, sin embargo, creo que aún nos queda un poco de esperanza de que la formación científica y académica de la nueva presidenta sirva para hacer las cosas de manera diferente a las de López.
Aunque en realidad y no nos debemos de engañar, Claudia representa la continuidad de Obrador y así lo señaló en diferentes momentos, aunque esperemos, reitero, que el estilo y las formas sean diferentes.
México tiene una gran oportunidad en los próximos seis años de consolidarse a nivel internacional y también de recuperar el liderazgo que tuvo en América Latina.
Al interior, si logra controlar el grave problema de la inseguridad y contiene los graves problemas económicos que le van a heredar, sin duda marcará una diferencia con su antecesor, del que dudo llegue a deslindarse en algún momento de su administración, ya que está completamente cercada en varios frentes, así lo planeó y los orquestó su mentor.
Por fin se acabó el sexenio del peor presidente
No sé si lo que viene para México sea mejor o peor, pero lo que sí sé es que, al menos en el papel, se terminó ya el peor sexenio en la historia de este país.
La gestión de López estuvo llena de mentiras, de ocurrencias, de polarización, de división de la sociedad, de demagogia, pero sobre todo de inseguridad, con más de 186 mil muertes violentas (homicidios dolosos en nuestro país).
El sexenio más sangriento en la historia de México culmina con el 35% del territorio mexicano en manos de las organizaciones del crimen organizado que fueron parte activa de las campañas electorales celebradas en nuestro país del 2018 a la fecha, con lo cual se confirma la tesis del narcogobierno de López.
Seis años en donde se utilizó como bandera de campaña el combate a la corrupción y permitió en saqueo de más de 15 mil millones de pesos de Segalmex y la opacidad en obras como el Aeropuerto Felipe Ángeles, un elefante blanco, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, la cual no ha refinado ni un maldito litro de gasolina.
Un gobierno que enarboló como lema la democracia y sometió bajo su control a los incipientes órganos que le dieron vida a la transformación de este país, como el INE, el INAI, el Coneval y la CNDH, la cual es solo hoy una parodia de lo que se buscó fuera en su momento.
Una administración en donde, durante la pandemia, perdieron la vida más de 600 mil personas, y algunos calculan que hasta 800 mil, por un manejo político irresponsable en manos de seudocientíficos.
Un sexenio en el que volvió a enquistarse el viejo PRI disfrazado de Morena, basta revisar, en cada entidad del país, de dónde proviene cada uno de los 22 mandatarios emanados de este partido para ver y entender que se trató de la restauración del viejo régimen autoritario contra el cual dijo luchar López hace tiempo.
Un gobierno que se va al basurero de la historia, pese a todos sus propagandistas, quienes hablan de una transformación cuando en realidad se tradujo en una regresión.
Un sexenio en donde el culto a la personalidad del gobernante y la “lambisconería” se premió con jugosos contratos y puestos públicos, incluidos todos aquellos que dicen hacer periodismo y en realidad se transformaron en aduladores a sueldo bien remunerado.
Afortunadamente, por lo menos públicamente, porque no dudo que tras bambalinas López quiera seguir ejerciendo el poder, su mandato ya se acabó.