El arribo de Luisa María Alcalde Luján y de Andrés Manuel López Beltrán a la dirigencia nacional de Morena abre un campo de esperanza para que el partido recupere su identidad ideológica, su vinculación con movimientos sociales y sobre todo, se frene la migración indiscriminada de priistas a la 4T. Es la apuesta de Claudia Sheinbaum para que el obradorismo pueda sobrevivir ante el inminente retiro de la vida pública del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien exactamente en una semana inicia lo que el mismo ha definido como su jubilación política.
Los que no queda claro si ese espíritu de cambio va a llegar a Puebla en donde Morena es un instituto político anquilosado y burocrático que va a contracorriente de la 4T.
El Partido de Regeneración Nacional en el estado se ha convertido en “un gatopardismo priista”, ya que fue invadido por personajes y grupos del PRI que dicen representar el cambio, ser de izquierda, pero que actúan siempre bajo los mismos vicios autoritarios y corruptos del tricolor.
Morena en el ámbito local es una fuerza política que le ha dado la espalda a los fundadores del obradorismo y parece ser una agencia de colocaciones de priistas, caciques y conservadores que no encontraron acomodo en el PAN. Sus dirigentes están ausentes de los procesos de opinión pública y lo más grave, de las causas de los movimientos sociales y de los defensores de la tierra y el agua; de los colectivos universitarios y feministas; así como de las preocupaciones de las familias de clases populares y de las comunidades indígenas.
Dos posibles caminos
Un acuerdo que –el domingo– tomó el Consejo Nacional de Morena plantea que en aquellas entidades, como en Puebla, donde los dirigentes locales de Morena se van a ocupar cargos a los nuevos gobiernos, se prolongará la vida de los Comités Ejecutivos Estatales del partido hasta el 1 de octubre de 2027 –es decir pasando las elecciones intermedias— y serán encabezadas por delegados que serán nombrados en la cúpula morenista, es decir por Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán, entre otros actores.
Esa determinación, en una primera lectura, parece ser un grave error pues se esperaba que el cambio de dirigentes nacionales abriera un proceso similar de renovación de Morena en Puebla, el cual un partido de izquierda que “huele a viejo”, pese a que es la fuerza política más joven, exceptuando a Fuerza por México que es una agrupación artificial.
No obstante, es pertinente analizar que esa determinación abre dos posibles derroteros para Morena en Puebla, uno muy positivo y el otro, totalmente regresivo. Estos son los escenarios:
Primero: durante el Consejo Nacional de Morena la nueva presidenta de esta fuerza política, Luisa María Alcalde, definió que los próximos tres años serán fundamentales para consolidar, desde el Partido de Regeneración Nacional, al movimiento obradorista y el segundo piso de la 4T.
Y planteó dos premisas fundamentales: re-organizar a Morena desde las bases, no desde las elites políticas, y darle una mayor participación a la militancia en la toma de decisiones, sobre todo en el terreno de designar candidatos a cargos de elección popular.
En ese sentido, sería una revolución para Morena en Puebla que Luisa María Alcalde mande a un delegado al estado, que sea independiente al próximo gobernador Alejandro Armenta Mier, y conduzca un proceso real de reorganización del partido con las líneas definidas ante los 3 mil participantes del Consejo Nacional de Regeneración Nacional.
Tal posibilidad serviría para sacar a Morena del marasmo en que lo sumió la actual presidenta del partido, Olga Lucía Romero Garci–Crespo, una mujer que literalmente no sabía en que partido estaba parada. Una prueba de ello: cuando solapó y hasta aplaudió que el ex legislador Fernando Sánchez Sasia propusiera reprimir y encarcelar a quienes se manifestaran en la vía pública.
Es decir, mientras el presidente López Obrador se ufana que nunca ordenó reprimir a los movimientos sociales, en Puebla los dirigentes morenistas piden a gritos anular garantías constitucionales, al estilo de la Coparmex.
Una condición a la que también contribuyeron los diputados locales de las dos últimas legislaturas que, nunca pudieron tener ni siquiera un poco de empatía con los colectivos feministas, de búsqueda de desaparecidos y con los que resisten los abusos de empresas agroindustriales, como Granjas Carroll. Por el contrario, las bancadas de la 4T les dieron la espalda y hasta estuvieron de acuerdo en la violencia ejercida contra tales luchadores.
Todo eso tiene que cambiar si Morena no quiere perder el apoyo popular, que le da el grueso de sus votos en las elecciones constitucionales. Eso se podría cambiar si mandan a Puebla un delegado con una visión realmente de izquierda y no de “gatopardismo priista”.
Segundo: si el próximo delegado de Morena viene solamente a alinear al partido a los intereses de la clase gobernante, entonces el instituto morenista seguirá siendo una fuerza política acrítica, conservadora y burocrática, que únicamente le interesa gastar las prerrogativas.
Así como cuando en 2021 destituyeron abruptamente y de manera autoritaria al dirigente de Morena, Mario Bracamonte González, y en su lugar designaron como delegado en Puebla al exlegislador Carlos Evangelista Aniceto, cuyo único logro fue cambiar de oficinas y dejar que el partido viviera “sin pena ni gloria”.