Quienes esperaban un ejercicio de autoflagelación por parte de los dirigentes del Partido Acción Nacional (PAN) para explicar las razones de su desastroso desempeño electoral en el estado de Puebla pecaron –para usar un lenguaje acorde a sus usos y costumbres– de ingenuos.
El informe otorgado este fin de semana por la presidenta del partido Augusta Díaz de Rivera a los integrantes de la Comisión Permanente y del Consejo Estatal fue abundante en lugares comunes, en exponer una serie de elementos, condiciones y circunstancias que no requerían de la intervención de despachos profesionales de consultoría para llegar a ellos.
La presidenta del Comité Directivo Estatal no iba a asumir la responsabilidad del fracaso y mucho menos se lo iba a endosar a quien fue su candidato a gobernador, Eduardo Rivera Pérez, por obvias razones.
Augusta Díaz de Rivera, Eduardo Rivera y ahora también Adán Domínguez Sánchez –casi expresidente municipal de Puebla– forman parte del mismo grupo, aquel que maniobra internamente para quedarse con el control del partido por un periodo más, pero ahora a través del edil que entró en funciones como suplente de su jefe.
Por eso la exposición del análisis encargado a un par de empresas consultoras no podía contener críticas al trabajo de sus dirigentes y de su principal candidato a puestos de elección popular.
Incluso fue al revés.
Los analistas dijeron una y otra vez que Eduardo Rivera fue la mejor elección del partido para competir por la gubernatura, que fue el mejor candidato que la oposición pudo tener y depositaron la culpa del resultado en otra persona.
¿En quién imagina usted?
Pues en Xóchitl Gálvez Ruiz, a quien definieron, a ella sí, como una mala candidata, a la que los electores vieron como una política sin preparación, improvisada y, sobre todo, ajena a los principios del PAN.
Pero no solo le cargaron responsabilidades a la candidata presidencial.
La sesuda investigación de campo se fue también en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador, su gobierno y Morena, por haber emprendido una “elección de Estado” que volvió altamente inequitativa la contienda electoral.
Sí, eso es muy cierto.
Pero, ¿cuándo una elección ha sido equitativa?
Quienes aquí parecen haber pecado de ingenuos fueron los dueños –temporales, eso sí– del partido blanquiazul.
La dirigencia del partido, compartida por los dos Rivera, ella en lo formal, y él en lo informal, detrás de bastidores, se fue en su explicación por los factores externos y se olvidó de los internos, como era de esperarse.
Así que no hubo sorpresas.
La novedad de lo sucedido en el PAN este fin de semana radica en la iniciativa para crear un comité que se encargue de darle seguimiento al proceso de reestructuración del partido.
En la reunión de ayer, que se prolongó durante ¡siete horas!, se informó que serán los consejeros estatales quienes harán sus propuestas y luego votarán en una sesión privada para definir a los miembros de ese órgano interno.
Ya se anticipa una nueva lucha entre los grupos de siempre para apoderarse de aquello que consideran un bien patrimonial.
En el PAN nada cambió tras la derrota del 2 de junio.