Como una verdadera falta de respeto y un grave error de principiantes han sido tomadas las expresiones que ciertos personajes han realizado últimamente en torno a un proyecto político personal cuando ni siquiera ha iniciado el gobierno de Alejandro Armenta.
No son pocos -ni pocas- quienes subidos -y subidas- en un ladrillo, con más ínfulas que inteligencia, han empezado a futurear y a imaginarse como el sucesor o la sucesora.
Para su desgracia, una cosa olvidan y otra desconocen.
Ambas igual de importantes.
Olvidan que, en todo caso, la sucesión del 2030 empezará hasta el quinto año de gobierno.
(Para lo que falta un siglo).
Y desconocen que el gobernador electo se entera de todo, absolutamente todo, y a todas y a todos observa con lupa.
(Es experto en detectar intrigas, y más si son de opereta).
Estas adelantadas y estos adelantados ya comenzaron a promoverse en columnas políticas, en cafés, en reuniones de “grilla” y hasta en redes sociales.
Ya andan en la especulación, y ya no caminan: levitan.
No está mal que tengan sueños -aunque sean guajiros- y aspiraciones -aunque sean esquizofrénicas-, pero definitivamente este no es el momento.
De verdad se necesita ser muy tonto o muy tonta para empezar a pensar en la sucesión.
Lo peor de todo es que algunas de estas adelantadas y algunos de estos adelantados han recibido recientemente algún nombramiento de importancia por parte del mandatario electo.
Fueron sumados al próximo gabinete -el legal o el ampliado-.
De alguna forma se les empoderó.
Recibieron reflectores.
Miles de halagos.
Y desde entonces, no sólo enloquecieron, sino “ya se vieron”.
Imprudentes, desleales, mal agradecidos, deben saber que se pueden caer del cargo.
Sí, que nadie lo dude.
Del plato a la boca suele caerse la sopa.
En otras palabras: el que se siga moviendo, no saldrá en la foto del 14 de diciembre.
Porque esto es como el béisbol: el juego no se acaba hasta que se acaba y se acaba cuando cae el último out.
Lo que están haciendo -y están plenamente identificados- es tan grosero como grotesco.
Todavía no termina el gobierno de Sergio Salomón Céspedes Peregrina y todavía no empieza el de Alejandro Armenta.
Pero ellos y ellas, borrachos y borrachas de arrogancia, ya se montaron en el potro de la soberbia.
La ambición no es mala; se convierte en pésima cuando la combinas con la avaricia y el egoísmo.
Quieren correr cuando ni siquiera han aprendido a caminar.
Y ya las detectaron y ya los detectaron, y no, su frenesí, su desbordado entusiasmo, su futurismo sin razón, no ha caído bien.
Urge, por su bien, que pongan los pies sobre la tierra.
Reitero: el que se siga moviendo no saldrá en la foto del 14 de diciembre.
En La Gran Foto del Sexenio -así, con mayúsculas-.
¿Lo entenderán?