Cuatro personajes son los que han venido estableciéndose en la narrativa política como eventuales rivales de Eduardo Rivera y su grupo para competir por la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN una vez que este partido realice el banderazo de salida.
Se trata, en estricto orden alfabético, de Edmundo Tlatehui, Genoveva Huerta, Mario Riestra y Mónica Rodríguez, quienes han emprendido discretas estrategias de posicionamiento y de cabildeo con el fin de armar una precampaña que les permita ir a una pelea interna en condiciones optimistas.
Rafael Micalco y Guadalupe Leal han hecho lo propio, pero al parecer han encontrado señales que les han hecho saber con suficiente anticipación la imposibilidad de ir a una contienda exitosa contra el enemigo a vencer.
“Mundo”, “Geno”, Mario y Mónica son al día de hoy los perfiles que al interior del panismo se observan con mejor perspectiva de competencia frente al grupo de Eduardo Rivera, siempre y cuando el Comité Ejecutivo Nacional del partido decida que sea a través de una asamblea o centros de votación, y no del consejo estatal, como se elija al relevo de Augusta Valentina Díaz de Rivera.
Para que se lleve a cabo el proceso de renovación faltan tres o cuatro meses, pero mucho antes de eso los opositores al ex candidato a gobernador tendrán que ponerse de acuerdo para resolver un dilema complejo: la necesidad de postular una sola carta, una que le haga frente a quien se perfila como el representante de los intereses de Eduardo Rivera: el alcalde poblano Adán Domínguez.
Si los opositores no llegan a un consenso y no eligen a uno de ellos para ir a la contienda, y por lo tanto se registran dos o hasta tres aspirantes, las posibilidades de derrotar a Domínguez, o a quien finalmente mande Eduardo Rivera, se van a diluir.
La oposición requiere entonces ir en bloque.
Ceder y dar paso al otro, sin embargo, no será sencillo.
El presidente municipal de San Andrés Cholula se colocó en la cumbre después de haber retenido para el PAN (y para su esposa Guadalupe Cuautle) la alcaldía de esa demarcación.
Todos alrededor de “Mundo” Tlatehui le dicen que él tiene que ser el próximo dirigente del PAN y que por ningún motivo debe hacerse a un lado, para permitir que sea otro (u otra) quien quede.
Con Genoveva Huerta las cosas son parecidas.
La diputada federal tiene un club de aduladores que usa los resultados electorales de 2021 (cuando fue presidenta del partido) para tratar de convencerla de que nadie ha sido mejor que ella como lideresa del blanquiazul.
También cuenta para inyectarle dosis de optimismo que una buena parte de las estructuras actuales del panismo le es leal todavía.
Mónica Rodríguez y Mario Riestra traen una lógica diferente, pero eso no significa que estén en condiciones de ceder de manera fácil.
La diputada local es la que mejor ha estructurado una estrategia de posicionamiento en medios y la que más acercamientos ha emprendido con los enemigos radicales de Eduardo Rivera, mientras que el ex candidato a presidente municipal de Puebla viene montado en la inercia de la campaña que le permite aglutinar apoyos y convencer liderazgos sin mucho esfuerzo.
Antes de saber las reglas del juego, de tener la certeza de que será por medio de una asamblea o centros de votación en lugar del consejo estatal como se defina al nuevo dirigente, tendrán que elegir de entre ellos a uno, con el conocimiento de que, de no hacerlo, marcarán por adelantado su derrota.