Para nadie es un secreto que Augusta Valentina Díaz de Rivera -de vacaciones mientras su partido se desangra y libraba una batalla perdida contra la despenalización del aborto– pasará a la breve historia de la ignominia política de Puebla como una de las peores dirigentes del PAN en el estado.
Siempre podrá presumir que, con ella a la cabeza, Acción Nacional logró lo imposible: una de las derrotas electorales más catastróficas y vergonzosas de todos los tiempos.
Fue una lideresa apática, soberbia e indolente.
Y, desde su profunda e insufrible ceguera, tomó pésimas decisiones.
Prefirió gastar una millonada en un nuevo edificio sede para el partido, en lugar de invertir el dinero de las prerrogativas en estructuras, capacitación, propaganda y representantes de casillas.
El resto lo utilizó para adquirir camionetas.
No conforme con eso, el Instituto Nacional Electoral (INE) la multó porque ella y su inepto equipo de colaboradores -el contador Jesús Cortés de forma destacada- incurrieron en diversas irregularidades y cometieron despilfarro y posibles actos de corrupción con los recursos económicos del PAN.
Mientras Morena y sus precandidatos, en su momento, inundaban de propaganda el estado (bardas, espectaculares, etcétera), ¿qué hacía la flamante dirigente panista?
Voltear para otro lado, fingir que no pasaba nada y hacer lo que mejor sabe: política de café-política de escritorio.
Ni siquiera fue capaz de asesorarse para presentar una buena impugnación por presuntos actos anticipados de campaña.
Dejó que a su partido y a sus candidatos y candidatas les pasaran por encima durante meses y meses; que los humillaran incluso, y el resultado se vio el pasado 2 de junio.
Fueron arrollados.
Tras bambalinas, los excesos en el Comité Directivo Estatal del PAN dejaron huella.
Y peor: la burocracia dorada se premió por anticipado.
Hoy se sabe que Augusta Díaz de Rivera y los integrantes de la nomenklatura azul se aumentaron sin asomo de pena los sueldos que devengan mensualmente.
En algunos casos, hasta en más de 10%.
En su primer año al frente del PAN, la presidenta cobró 75 mil pesos.
Pero al corte del primer semestre de este año, el partido blanquiazul reconoció que Díaz de Rivera ya cobra 81 mil 533 pesos.
Un incremento de casi el 9%.
Y así por el estilo el resto de los integrantes del CDE, según datos de la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT):
El cinismo, las desfachatez es evidente.
Y más: incontrovertible.
Un partido perdedor, pero en el que sus burócratas ganan como si se lo merecieran.
Es su naturaleza: ellas y ellos siempre ganan, aunque pierdan.
La degradación en el PAN Puebla no sólo es política y electoral.
También es moral.
Ahí está, por ejemplo, el caso de abuso sexual protagonizado por un alto funcionario del partido en agravio de una mujer guardia de seguridad.
El mismo alto funcionario del PAN que el pasado fin de semana, consumado hipócrita, se sumó a la tibia, famélica, tristísima protesta de los panistas contra la despenalización del aborto a las puertas del Palacio Legislativo.
Ya circula un ilustrativo video que da fe de su escandaloso atropello -oscuro como pocos-, que se ha tratado de mantener en secreto durante largo tiempo, a como dé lugar.
Aunque ésa, como diría el clásico… ésa, es otra historia.