Corría la primera semana de mayo de 2006, faltaban dos meses para le elección presidencial de ese año, cuando de manera súbita llegó una orden tajante, sin margen de discusión, dirigida a todos los equipos de campaña de los 16 candidatos del PAN a diputados federales por el estado de Puebla, en la cual les prohibían hablar del escándalo del momento, que era el llamado Lydiagate, así como atacar al gobernador priista Mario Marín Torres y principalmente, por encima de todas las cosas, usar la frase lapidaria “Mario Marín, el góber precioso”.
Esa disposición desconcertó, enojó, frustró, a muchos grupos del PAN que tenían armadas intensas campañas de propaganda en trípticos, microperforados, mantas, cárteles, que tenían una frase contundente, de un enorme escarnio en ese momento político: “Marín, el góber precioso, te vamos a sacar”.
Tres meses antes había estallado un escándalo monumental cuando La Jornada y la periodista Carmen Aristegui hicieron públicas las grabaciones telefónicas en las cuales se escuchaban a Marín y el empresario de origen libanés Kamel Nacif Borge, festejar la detención ilegal y tortura contra la comunicadora Lydia María Cacho Ribeiro.
Esa plática entre Marín y Nacif era parte de una intriga para intentar silenciar a Lydia Cacho y darle protección a una red de pederastia que, dirigía otro personaje con raíces en el Líbano, Jean Thouma Hannah Succar Kury, quien murió hace 20 días, luego de pasar 17 años en la cárcel por el delito de prostituir a niñas en Quintana Roo.
“Tu eres mi héroe papá, mi góber precioso”, se oía –en las grabaciones— a un Kamel Nacif, desviviéndose en elogios hacia Marín, que al momento de la detención de ilegal de Lydia Cacho –en diciembre de 2005— apenas llevaba un año en el poder y sentía que nadie podía frenar su proyecto de ser candidato presidencial del PRI, en 2012, poco después de que terminara su mandato.
Al brotar el Lydiagate se convocó a una marcha monumental en contra de Marín, en la cual de manera espontanea brotaron frases tales como: “Mi héroe, papá, te vamos a sacar”, “Mi góber precioso, tu eres cochino y asqueroso”, “Marín entiende, los niños no se venden”, entre otras tantas consignas.
Para el PAN el escándalo le había significado literalmente regresar a la vida política de Puebla.
El partido de la derecha estaba decaído por la fuerte derrota electoral que había sufrido en los últimos comicios de 2004, donde había ganado Marín la gubernatura; además de enfrentar divisiones y fuertes conflictos internos. Por lo que el Lydiagate le daba al PAN la posibilidad de tumbar al mandatario en turno y obtener un buen resultado electoral.
Era sin duda una oportunidad de oro para los panistas poblanos que al final, no pudieron utilizar, por una traición surgida desde el interior del PAN y que fraguaron dos personajes emblemáticos del albiazul: Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. El primero era presidente de México y el segundo era candidato presidencial.
76 días después de que estalló el Lydiagate, Marín estaba mortificado, sentía que le quedaban unos pocos días en la gubernatura. El PRI nacional ya le había retirado su apoyo, pues se había convertido en uno de los políticos más deleznables de México. Sobre todo, cuando se interpretó que, en “premio” al encarcelamiento de Lydia Cacho –que había destapado la red de abusos de Jean Succar Kuri–, le habían mandado de regalo “dos hermosas botellas de cognac”, que en el lenguaje cifrado de los pederastas al parecer significan que se trataba de dos niñas y no de dos botellas de alcohol.
Ese día, 2 de mayo de 2006, el gobernador poblano recibió una llamada telefónica. Le avisaban que estaba a punto de aterrizar el helicóptero en el que viajaba el entonces secretario de Gobernación, Carlos María Abascal Carranza.
Marín supuso que ya le iban a pedir que mandara al Congreso local su licencia para separarse del cargo.
Con una profunda sorpresa, Marín descubrió a un Carlos Abascal que estaba en estado de pánico y que no le iba a exigir la renuncia.
El panista estaba espantado porque Andrés Manuel López Obrador caminaba en el primer lugar de todas las encuestas que el Poder Ejecutivo federal mandó a levantar para medir el pulso de la contienda presidencial. Felipe Calderón se dirigía directo a la derrota.
Por tanto, el expresidente nacional de Coparmex y empresario famoso por su ortodoxia católica, le pidió a Marín, a nombre de Fox y Calderón, que les ayudara a hacer ganar a Calderón y derrotar a López Obrador en Puebla, pues la entidad tiene el quinto padrón electoral más grande del país y era un territorio prioritario para definir al ganador de la contienda presidencial.
A cambio, le ofrecían a Mario Marín absoluta impunidad. Lo iban a dejar gobernar todo su sexenio. No permitirían avanzar ningún proceso legal en su contra. Le aprobarían sus cuentas públicas. Recibiría excedentes de fondos federales, por arriba de su presupuesto anual.
“El góber precioso” le dijo que sí a Abascal de todo lo que le propuso.
Un día después de ese encuentro con el político foxista, Marín le habló “muy encabronado” –cuenta textual una buena fuente informativa— para decirle al titular de Gobernación que cómo podía creerle, si el PAN poblano tenía lista una campaña propagandística con la frase “Marín, el góber precioso, te vamos a sacar”.
Abascal, molesto por el reclamo, de manera enérgica, mandó a llamar a colaboradores en Gobernación, dirigentes nacionales del PAN, legisladores albiazules, a los líderes del Yunque, a empresarios poblanos, para advertirles que se frenaba a como diera lugar los ataques, menciones, alusiones a Mario Marín, porque estaba en juego el control del PAN del gobierno de la República.
La advertencia fue clara: al candidato de Puebla que no obedeciera le quitaban la nominación.
Por tanto, la propagada contra Marín nunca se hizo pública.
Ya convencido de que el PAN sí le iba a “salvar el pescuezo”, el mandatario poblano mandó a desactivar toda la estructura electoral del PRI, suprimió los presupuestos para la movilización de electores y “la compra de votos”.
Por eso, de manera sorprendente el PAN ganó en 13 de los 16 distritos electorales de Puebla, cuando las tendencias le daban posibilidades de ganar al PAN en solo cinco distritos.
El reclamo de Micalco
Toda la anterior historia ya se ha narrado –en un par de ocasiones— en este espacio periodístico, con diferentes matices.
Vale la pena recordar lo ocurrido en 2006, luego de que –este martes— el expresidente Felipe Calderón –desde su autoexilio en España— llamó “mezquinos” a los dirigentes del PAN por no haber sabido defender los logros del partido en la reciente contienda electoral, en donde el albiazul fue vapuleado por la 4T.
Como parte de un esfuerzo de Calderón de culpar de todos los males del PAN al dirigente nacional panista, Marko Cortés, y al mismo tiempo, el expresidente busca recuperar el control de esta fuerza política.
En esa dinámica de confrontación interna del PAN, el legislador local Rafael Micalco Méndez le ha contestado a Calderón de la siguiente manera:
“En 2012 pactaste con Peña y Entregaste a Josefina y al PAN @FelipeCalderon, en 2007 pactaste con Mario Marín el caso de Lidia cacho y dejaste al @PANPuebla a su suerte, a través de tu SrioGob me pediste votar a favor de las cuentas de Marín y te mandamos al diablo, no tienes cara” (sic).
El valor del mensaje de Micalco radica en dos aspectos: él era un importante líder panista en esa época del Lydiagate.
Y en segundo lugar, por primera vez alguien desde adentro del PAN admite que Felipe Calderón vendió el movimiento que surgió contra los abusos cometidos por Mario Marín.