El 10 de mayo, cuando faltaban 23 días para los comicios y un par de días para el debate entre los candidatos a la gubernatura, Alejandro Armenta Mier reunió a los dirigentes y los principales candidatos de la 4T para comunicarles que estaba asegurado el triunfo de Morena y sus aliados en la elección del estado y en la capital. Así lo arrojaban los resultados de las encuestas y el análisis de la contienda. Lo único que les pidió a los presentes fue no cometer errores y contener la amplia ventaja que se tenía en los índices de intensión del voto.
Esa fue la razón por la cual el equipo político de José Chedraui Budib, el entonces aspirante de la 4T a la alcaldía de Puebla, decidió cerrar cualquier posibilidad de debate con su contrincante, el panista Mario Riestra Piña, pues un encuentro, una confrontación, con el candidato de la oposición le hubiera significado poner en riesgo su ventaja.
No fue una mala decisión, pese a la presión propagandística que desplegó el frente del PRI, el PAN y el PRD para cuestionar, denostar a Chedraui por no aceptar el debate, bajo la idea de que no merecía gobernar la ciudad de Puebla quien no accedía a discutir públicamente su proyecto de gobierno.
Algo estaba claro en el “cuarto de guerra de la 4T”, las campañas de Eduardo Rivera Pérez, Mario Riestra Piña y Xóchitl Gálvez, los candidatos de la oposición al gobierno del estado, la alcaldía de la capital y la Presidencia de la República, respectivamente, a esas alturas del 10 de mayo no habían penetrado en el electorado poblano y ya no daba tiempo para que remontaran.
Efectivamente a Eduardo Rivera siempre se le observó como un aspirante timorato y con una lectura errada de la realidad política.
Se la pasó toda la contienda justificándose por qué inició muy retrasado su proselitismo por el estado y hablando de números irreales, basados en la peor encuestadora de México: Massive Caller.
Una semana antes de iniciar las campañas electorales, Rivera sostuvo que Massive Caller lo ponía a 4 puntos de distancia de su rival Alejandro Armenta. Pasando el 12 de mayo, el aspirante albiazul sostenía que ya estaba arriba por 4 puntos de su rival.
Al final, Rivera fue vapuleado, arrollado por la 4T, al perder por casi 27 puntos de distancia del candidato de Morena.
Un par de preguntas han quedado en el aire: ¿Massive Caller engañó a Eduardo Rivera con una lectura fantasiosa de la contienda?
¿O el abanderado de la oposición creyó que con números falsos podía escalar en el ánimo del electorado?
En términos reales, Eduardo Rivera se montó en la competencia real hasta el día del debate, el 12 de mayo.
Fue en ese encuentro en que se vio por primera vez a un Rivera combativo, ingenioso, agudo, en sus críticas y ataques contra la 4T y Armenta.
Para ese momento ya era demasiado tarde que adoptara ese comportamiento, el grueso del electorado ya venía encarrilado a favor de Morena y sus aliados; o en la discusión de que si era pertinente votar por Jorge Máynez, el aspirante emecista que fue la revelación del proceso electoral.
En esa segunda semana de mayo, los dos principales candidatos de la oposición, Eduardo Rivera y Mario Riestra, ya habían cometido el peor de todos los yerros, que fue haber denunciado que habían sido objeto –en dos hechos por separado— de atentados en su contra, pero sin poder ofrecer pruebas y relatos convincentes.
Al final quedó el tufo de que las supuestas agresiones contra los aspirantes panistas fueron burdos montajes.
Fueron episodios que no impactaron en nada a la opinión pública.