Hasta el cierre de esta columna era inviable hablar de porcentaje de participación ciudadana en la jornada electoral del estado Puebla debido a que los órganos facultados para hacerlo no habían informado todavía de ello.
Una participación superior al 60 por ciento, pero menor al 70, era el cálculo de los analistas más avezados.
Aun así, sin un número oficial aportado por el consejo general del Instituto Electoral del Estado o por la vocalía ejecutiva del INE, la sola observación de las largas filas de votantes apostados desde temprano en muchas de las casillas poblanas permitió saber que la de ayer estaba siendo y fue una jornada muy concurrida.
Si había ciudadanos formados desde temprano para ejercer su derecho al voto y no claudicaban ante la espera de más de una hora debajo del sol, debía ser solo por una cosa: estaban motivados por su deseo vehemente de participar en la conducción y el futuro de este país (del estado y del municipio, el que fuera) a través de la emisión de su sufragio.
El razonamiento siguiente era uno solo, aquel que durante años habían utilizado opinólogos y hacedores de encuestas para tratar de descifrar (y adivinar) el comportamiento del pueblo en los procesos electorales:
“Cuando los ciudadanos salen en masa a votar, lo hacen para reprobar al partido en el poder, para sacarlo del gobierno, y respaldar a la oposición”.
Esa “reflexión”, válida durante muchos años en el pasado, rondó los comicios de este domingo por unas horas y generó una percepción de aliento en favor de los candidatos de la coalición conformada por PAN, PRI, PRD y en unos casos PSI.
Transcurrido el tiempo, el paradigma se rompió.
Los números que fueron conociéndose y que se convirtieron en una tendencia que seguramente se confirmará este lunes con los números oficiales de la elección mostraron a una gran cantidad de poblanos dispuestos a ir a las urnas para ratificar su apoyo a los gobiernos de Morena y la 4T.
Esa fue la primera y gran lección de ayer.
El partido del presidente López Obrador retuvo las posiciones políticas que ya tenía en su poder y conquistó algunas más, como resultado de un cúmulo de políticas públicas que cuenta con la aprobación de la mayoría de los electores.
Los poblanos, y en general los mexicanos, dieron más peso a los beneficios de los programas asistenciales que a los perjuicios que provocan grandes rezagos en áreas como seguridad y salud.
Están en su derecho.
Al fin y al cabo, como expuso este columnista en una entrega pasada, basado en la charla que sostuvo con un importante encuestador, esta elección iba a definirse en función de “quién me da y quién me quita”.
En el imaginario colectivo Morena da las pensiones (y así fue) y la oposición (y Xóchitl) las iba a quitar (cosa que ya nunca se sabrá).
Así es la competencia en democracia.