Ciertamente, hasta la fecha, la intención de voto general favorece a los candidatos de Morena, especialmente en la contienda por la gubernatura y por la presidencia municipal de Puebla.
También, con más claridad, en la pelea por la Presidencia de la República.
Prácticamente todas las encuestas serias coinciden en ello.
Con diferencias de más o menos puntos, pero Alejandro Armenta, Pepe Chedraui y Claudia Sheinbaum encabezan las preferencias de los potenciales votantes, que serían el 60.8% del padrón, sobre todo en colonias donde hay más población identificada con la Cuarta Transformación, según la más reciente encuesta del BEAP, de Rodolfo Rivera Pacheco.
La tendencia a favor de los candidatos de Morena es sostenida y se ha mantenido prácticamente sin variaciones desde el inicio de las campañas.
Sin embargo, hay algo muy importante que no deben minimizar los operadores de Armenta, Chedraui y Sheinbaum:
El domingo 2 de junio, la maquinaria electoral debe funcionar a la perfección y Morena tiene que sacar a votar a sus votantes.
Porque si se confían, por la excesiva convicción de que “ya ganamos”, muchos no van a llegar a las urnas y ahí, entonces se prenderán los focos rojos.
Deben remitirse a la elección de 2021, cuando precisamente muchos se confiaron y el PAN ganó en Puebla capital y buena parte de la zona metropolitana.
Eso, más un abundante voto de castigo para el régimen -la única y verdadera apuesta de los candidatos de Acción Nacional-, complicaría el escenario para los candidatos de Morena.
Todos, Armenta, Chedraui y Sheinbaum, deben jalar juntos y para el mismo lado.
Pero también los candidatos y las candidatas a las diputaciones locales y federales, que en su mayoría están subidos en una hamaca, esperando que Armenta, Chedraui y Sheinbaum les hagan la chamba.
Muchos y muchas creen que por la marca Morena y por su linda cara, ya ganaron, y no es así.
Un ejemplo, entre varios, es el eternamente enfermo de soberbia Ignacio Mier Velazco, más ocupado en atender su agenda nacional que su supuesta campaña estatal.
Como él, “el legislador más cercano a AMLO”, ya aseguró la senaduría, la suerte de sus compañeros y compañeras de partido le vale un cacahuate.
Algunos fines de semana como que hace campaña, como que se sacude la polilla, pero sus esfuerzos, si algunos, están focalizados en la región de Ciudad Serdán, distrito por el que su hijo, el junior Ignacio Mier Bañuelos, es candidato a diputado federal.
Pero no es el único caso.
Como digo, son muchos quienes, tontamente, suponen que la alta aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador y del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina (de 64% y 48%, respectivamente, según la más reciente encuesta del BEAP), les hará en automático el milagrito de vencer en las urnas.
No, no será suficiente.
Deben ponerse las pilas, trabajar y ensuciarse los zapatos.
Con humildad y constancia, asegurar, primero, el voto duro de Morena y sumar, segundo, todo el voto switcher que sea posible.
La soberbia, la flojera y el exceso de confianza, así como las divisiones y las traiciones internas, son hoy los peores enemigos de los candidatos y las candidatas de Morena.
Y o lo entienden o se van a llevar una sorpresa.
Por más que hoy la intención de voto favorezca claramente a Morena y partidos aliados, especialmente el PVEM.
La más reciente encuesta del BEAP registra que Alejandro Armenta aventaja por 16.7 puntos a Eduardo Rivera Pérez en el municipio de Puebla.
Y, por su parte, Claudia Sheinbaum va arriba de Xóchitl Gálvez por -impresionantes- 51.1 puntos, también en el municipio de Puebla.
Por cierto, el candidato del PRIANPRD a la gubernatura parece haber concentrado ya todo su esfuerzo, precisamente, en el municipio de Puebla, donde sin duda alguna están sus fortalezas.
Tanto él como Mario Riestra buscan que la ola anti AMLO -que sí existe- los jale y la ola los lleve al triunfo tanto en la capital como en el resto del estado.
En colonias del sur de la ciudad de Puebla, donde hay más voto duro de Morena, los equipos de Rivera y Riestra andan ofreciendo hasta 5 mil pesos por operador -aunque ésa, como dice el clásico, es otra historia-.