Que los partidos políticos hayan prostituido las diputaciones plurinominales no quiere decir que estas carezcan de sentido. Históricamente han servido para equilibrar la balanza y también para dar espacios a las minorías, cuando existían o han existido partidos dominantes.
Y es justamente ese equilibrio el que hoy quiere romper Morena. En este momento, como partido dominante, lograrían con mayor facilidad la mayoría calificada en todos los congresos, si desaparecen los espacios que hoy ocupan los partidos pequeños.
Al eliminarse los espacios para las minorías, como proponen con la desaparición de las plurinominales, quedarían solamente las y los diputados de elección directa y los partidos dominantes, como en su momento lo fue el PRI y hoy lo es Morena, dejarían en una competencia desigual a los partidos chicos.
En cualquier democracia la participación de las minorías es importante. El propio tricolor lo sabía, tanto así que en su momento evitó desaparecerlas. Era tal su hegemonía que vieron muy lejana la posibilidad de que los plurinominales se les convirtieran en un conflicto y por ello mantuvieron la concesión al resto de los partidos.
Dispararse en los fosfo-fosfo
Sin darse cuenta de que se trata de un disparo en el pie, Samuel García repite como chachalaca que la propuesta de AMLO para eliminar a los plurinominales debe acatarse.
Es tanta su necesidad de secundar a su verdadero amo, que olvida que la mayor representación de Movimiento Ciudadano proviene de espacios plurinominales. Si aplicaran a rajatabla la eliminación, su partido naranja sería uno de los principales afectados.
¿Seis décadas con Morena?
El país no está listo para que desaparezcan las plurinominales porque existe un enorme riesgo de regresar a una época como la que vivimos con el Revolucionario Institucional, o peor.
Tendríamos un partido hegemónico, ahora de color guinda, que podría operar a sus anchas y sin contrapesos por seis o más décadas. Un enorme riesgo para el país.
Los equilibrios en una democracia siempre serán importantes, independientemente de cuál sea el partido que tenga la mayoría.
Como lo dije al principio, no quiere decir que los partidos no hayan desvirtuado la razón democrática de las plurinominales, pero la solución no es desaparecerlas y menos ante el riesgo de volver a los tiempos del partido hegemónico.
Ahora que si la preocupación real es adelgazar el gasto de la burocracia dorada, podemos apostar por una reducción de legisladores, es decir, que en lugar de 500 diputados en San Lázaro nos quedemos solo con 300; 200 de mayoría relativa y 100 de representación proporcional (plurinominales).
¿Aceptarían esta opción los morenistas o solo buscan sacar ventaja política?
Veremos y diremos.