Apenas habían pasado seis meses de la muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso, cuando se llevó a cabo la elección extraordinaria de dónde iba a surgir el gobernador que se encargaría de estar al frente de los destinos de Puebla por cinco años y seis meses.
Exactamente un año antes, Morena y su candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, habían arrasado en la entidad con más de un millón 750 mil votos a su favor, pero además habían ganado el Senado de la República y las principales ciudades del estado, incluida la “joya de la corona”, la capital a manos de entonces casi desconocida, Claudia Rivera.
Pero, en tan solo un año, las cosas en Puebla habían cambiado drásticamente, a pesar de que Miguel Barbosa ganó la elección extraordinaria de ese año.
De entrada, en el panorama ya no había enfrente un Rafael Moreno Valle, el exgobernador había muerto junto con su esposa en el accidente de helicóptero.
Su grupo político se había desintegrado, Luis Banck había sido amenazado y nadie sabía nada de él, Jorge Aguilar se había ido de Puebla, Tony Gali se había peleado con el morenovallismo y no quería saber nada de la política poblana, Eukid Castañon se había ido a la Ciudad de México y Marcelo García Almaguer a duras penas se mantenía en la diputación local y en la coordinación de la bancada del albiazul.
La diáspora morenovallista presagiaba la derrota del panismo en la elección extraordinaria y más si se tomaba en cuenta que Acción Nacional había perdido la gubernatura interina que “moralmente” les correspondía.
Acción Nacional había elegido como su candidato al exrector de la UDLAP Enrique Cárdenas Sánchez, un hombre con perfil académico pero sin ninguna experiencia política, que incluso un año antes, asesorado por Fernando Manzanilla, había buscado la candidatura de Morena a la gubernatura de Puebla, pero había perdido la designación a manos del propio Barbosa.
En este contexto, todo parecía indicar que el bloque opositor integrado por Acción Nacional, el PRD y Movimiento Ciudadano iba a ser arrasado por el bloque morenista, integrado por el partido oficial, el PT y el Verde, que ahora se sumaba a las filas del “oficialismo”, pero no fue así.
El PRI decidió jugar con su propia carta en la persona del exsecretario de Desarrollo Rural de Mario Marín, Alberto Jiménez Merino, un personaje cuyos mejores años ya habían pasado y que entró realmente a la contienda para quitarle votos a Cárdenas.
Y pesar de todo esto, la victoria de Miguel Barbosa, aunque fue amplia sobre Cárdenas, nueve puntos de ventaja, no fue lo aplastante que podía haber sido y dejó en claro que el en tan solo un año, las cosas en Puebla habían cambiado drásticamente, a pesar de que Miguel Barbosa ganó la elección extraordinaria de ese año había sido un factor fundamental para el triunfo del morenistas y específicamente figuras como el entonces secretario de Finanzas durante el interinato, Jorge Estefan, y el entonces subsecretario de Gobernación, José Luis Márquez Martínez, quienes “enviaron” los votos del tricolor hacia el PT y el Verde, con lo cual obtuvo la victoria el nuevo gobernador.
Barbosa obtuvo un total de 687 mil 341 votos, es decir, en tan solo un año, Miguel perdió poco más de 343 mil sufragios de una elección a otra, en menos de un año, aunque también el nivel de participación disminuyó del 67 por ciento a solo el 33 por ciento.
Pero el dato más preocupante, desde ese entonces, es que Miguel Barbosa, fue arrasado completamente en Puebla capital y en los dos principales municipios de la zona conurbada.
Barbosa perdió dos a uno en Puebla capital, tres a uno en San Pedro Cholula gobernada por Luis Alberto Arriaga y dos a uno en San Andrés Cholula encabezada por Karina Pérez Popoca.
Barbosa perdió los cuatro distritos federales de Puebla capital y por barrida, ante un candidato endeble, pero con buena imagen como Enrique Cárdenas, algo que nadie debe de perder de vista para el 2024.
A partir de esa fecha, comenzó a establecerse una hegemonía panista en la capital del estado y en la zona conurbada a Puebla, principalmente en las Cholulas, lo cual se iba a confirmar en el 2021, elección en donde las clases medias le dieron la espalda al gobierno del presidente López, pero también al de Miguel Barbosa.
La lección era clara, los candidatos también cuentan, la campaña también cuenta, en los grandes centros urbanos el repudio hacia Morena comenzaba a crecer de tal forma que el triunfo de Miguel Barbosa, sin la operación del PRI, hubiera sido imposible.
Una fácil suma aritmética lo dice todo, si el PRI hubiera ido en esa elección con el PAN, hubieran ganado Enrique Cárdenas con alrededor de 791 mil votos, si se le suman a sus 508 mil obtenidos, los 283 mil 354 que tuvo el entonces candidato del tricolor, Alberto Jiménez Merino.
2021 iba a comprobar que la paridad de fuerzas entre Morena y Acción Nacional se había acortado y el albiazul se preparaba para recuperar toda la zona conurbada y la capital.
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Ilustración: Alejandro Medina