Un escollo que pone en riesgo la cohesión de la 4T en Puebla es que, al igual que en 2018, hay un creciente malestar entre las bases del movimiento obradorista por la percepción de que el proceso de sucesión gubernamental en el estado está en manos de priistas y políticos pragmáticos, que recientemente se volvieron conversos a la izquierda. Y que los liderazgos de Morena, por enésima vez, están siendo relegados de las principales candidaturas que están en juego.
No solamente es un problema local, sino por lo menos se ha manifestado recientemente en los estados de Oaxaca y Sinaloa durante la gira de agradecimiento que emprendió Claudia Sheinbaum Pardo, luego de haber sido electa candidata presidencial.
Los gobernadores Salomón Jara Cruz y Rubén Rocha Moya, de Oaxaca y Sinaloa, respectivamente, han sido objeto de rechiflas y denuestos en los actos encabezados por la abanderada de la 4T, ante el enojo de la militancia que ve a los mandatarios como los artífices de abrirles las puertas de Morena a dirigentes y militantes del PRI, que han generado un desplazamiento de los cuadros morenistas.
En ambas entidades Sheinbaum se ha visto en la necesidad de recurrir a la explicación de que, en 2017, un año antes de la última elección presidencial, el entonces líder y fundador de Morena, Andrés Manuel López Obrador, abrió el partido a alianzas con cuadros del PRI, del PRD e incluso del PAN, y ello no supuso una pérdida de convicciones del ahora mandatario federal.
Sin embargo, esa intervención de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México no ha frenado esa sensación de marginación que sienten importantes núcleos de activistas del movimiento obradorista.
Ese mismo ambiente se empieza a sentir en Puebla, como resultado del siguiente cuadro:
En la disputa de la candidatura a la gubernatura del estado, los dos punteros en la contienda son los primos Alejandro Armenta Mier e Ignacio Mier Velazco, que tienen como característica común que ambos fueron dirigentes, en dos épocas muy distintas, del Partido Revolucionario Institucional en la entidad.
Por si fuera poco, a los dos les tocó enfrentar las peores derrotas que tuvo el PRI poblano en su historia.
El diputado federal Ignacio Mier era presidente del Comité Directivo Estatal del PRI cuando, en 1995, por primera vez esta fuerza política perdió la elección de la ciudad de Puebla.
El senador Alejandro Armenta era presidente estatal del tricolor, en 2010, cuando el PRI de manera inédita fue vapuleado en la elección de gobernador, en la que resultó triunfador el panista Rafael Moreno Valle Rosas.
Atrás de Ignacio Mier se observa a personajes como Enrique Doger Guerrero, Fernando Manzanilla Prieto, Francisco Ramos, Luis Antonio Godina, entre otros, que son políticos que nacieron, crecieron y se desarrollaron en el PRI y ahora, sin tener la más mínima identidad con el movimiento lopezobradorista, quieren regresar al poder por la vía de Morena.
En el bando de Alejandro Armenta Mier ocurre lo mismo: miembros importantes de las estructuras políticas de los exgobernadores Mario Marín Torres –preso en un penal de alta seguridad– y de Melquiades Morales Flores, quieren retornar al control de los presupuestos públicos de la mano del senador morenista.
A ello se debe sumar que hay un fuerte impulso para querer colocar en la candidatura morenista de la alcaldía de la capital al empresario José Chedraui Budib, cuyos intereses económicos de su familia crecieron al amparo de los gobiernos del PRI.
Basta recordar, que apenas hace 11 años se veía a José Chedraui como un personaje que nacía en la política local y que podía tener mucho futuro, porque en el proceso electoral de 2012 encabezó el comité privado de financiamiento a la campaña electoral del entonces candidato presidencial del tricolor, Enrique Peña Nieto.
El gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, cuya carrera política inició en el PRI, le ha abierto las puertas del gabinete estatal a una larga lista de figuras del Partido Revolucionario Institucional, sin conceder cargos relevantes a miembros de la 4T.
Y en municipios como Huejotzingo, Huauchinango, San Pedro Cholula, Chignahuapan, Ciudad Serdán, Acatlán de Osorio, Teziutlán, Coronango, por citar algunos casos, varios de los aspirantes de la 4T que buscan las candidaturas a ediles son políticos expriistas.
Una ventaja, de suma importancia, que genera esta “invasión” de priistas a la 4T, es que el tricolor ha quedado desarmado en muchas de sus estructuras territoriales que podían haber dado mucha fuerza electoral a la oposición, encabezada por el PAN, como parte del Frente Amplio por México.
Además, los cuadros priistas en Morena podrían ser una pieza fundamental para que en Puebla se contribuya a cumplir con el llamado “Plan C” del presidente Andrés Manuel López Obrador, que es ganar la mayoría calificada del Congreso de la Unión y ello permita que se lleven acabo las reformas constitucionales que se frenaron en la segunda parte del actual sexenio.
Sin embargo, aún así, con todo el aporte que pudieran ofrecer las estructuras priistas a la 4T, en el movimiento obradorista hay un sentimiento genuino y válido de que el pragmatismo favorable a los desertores del tricolor genera el riesgo de que Morena se acabe convirtiendo en una nueva versión del PRI, con todos los vicios que hicieron perder a este partido su poder electoral.