Andrés García Viveros, presunto hostigador sexual y hombre fuerte de lo que queda del ayuntamiento de Claudia Rivera, se siente muy chistoso tuiteando todos los días sobre dos personajes en particular: la aún alcaldesa y el gobernador Miguel Barbosa Huerta.
En contra de éste retuitea comentarios de un sector lumpen de la prensa poblana: ése que redacta con faltas de ortografía y mala puntuación.
(No está mal que escriban. Lo malo es que salpiquen la vista).
En contraste, a su jefa y hermana —así se ven, así se sienten— la elogia por el “gran trabajo” que, dice, realizó en este trienio perdido.
Si amplificamos la analogía, lo que hace García Viveros —imputado por delitos de orden penal ante la Fiscalía del estado— sería equivalente a que Genaro García Luna elogiara desde su celda de New York a Felipe Calderón.
O que Mario Marín, desde su celda en Cancún —la prisión más calurosa de México—, elogiara a Peña Nieto.
No está Claudia para ser elogiada por su protegido y principal jefe del clan inmobilario del ayuntamiento, ni tampoco está Jack el Depredador para elogiar desmedidamente a quien le dio casa, comida y sustento —a través de su mamá, doña Eloísa— durante su niñez.
García Viveros cree que ya se nos olvidó el escándalo.
Le tengo noticias: el caso no ha sido archivado, sino que goza de cabal salud.
Y para que no lo olvide, le dejo estas líneas tomadas de la denuncia en su contra por hostigamiento sexual:
“Empezó a mandarme (García Viveros) mensajes inapropiados vía WhatsApp y las ocasiones que tenía que tratar con él en vivo, siempre se dirigía a mí de forma grotesca y asquerosa, es decir, lasciva y haciéndome alusiones sexuales, porque hacía referencia hacia mi persona, mi cuerpo, mi forma de vestir y sonidos desagradables, me mandaba mensajes que iban más allá del tema laboral, es decir, hostigándome no solo personalmente, sino sexualmente pues me pedía que saliéramos a comer, y me mandaba mensajes por WhatsApp…”.
La víctima del hostigamiento recurrió a Ángel Soto Limón, secretario particular de la presidenta municipal, en busca de auxilio.
La respuesta que recibió fue que no podía hacer nada y hasta corría el riesgo de que lo corrieran si intervenía.
El asuntó escaló y gracias a Javier Palou García, que tomó el asunto para ponerle fin, fue que Claudia Rivera tuvo conocimiento de las andanzas de García Viveros.
Pero las consecuencias fueron peores.
El 29 de enero de 2020, en las oficinas municipales ubicadas en el emblemático inmueble conocido como la ex Cementera, el coordinador Ejecutivo encaró a la víctima (por entonces, asistente personal de Claudia) para reclamarle y amenazarla.
“Él muy enojado me dijo que por qué yo lo quería manejar como acoso sexual y le dije que porque así había sido y que lo que sucedió era algo grave, que él me había mandado los mensajes y yo tenía la evidencia, a lo cual respondió que ya sabía la presidenta y que lo iba a apoyar, yo le dije que yo no quería problemas solo quería trabajar y el respondió que no debí haberlo rechazado y que me preparara porque lo peor estaba por llegar ”.
¿A qué se refería García Viveros con “lo peor estaba por llegar”?
La misma agraviada lo asienta en su denuncia:
“Mejor no te pongas pendeja (me dijo), ni se te ocurra difundir nada, por- que así como soy capaz de hacer cosas buenas, también hago cosas peores; hay mujeres que han desaparecido por eso”.
Totalmente angustiada, X tomó valor y decidió llevar ella misma el caso ante la presidenta municipal.
Y nuevamente se topó con la peor cara de la realidad municipal:
“Me dijo: ‘Ya tengo conocimiento de los mensajes, a mí no me vengas a contar tus cosas que ya lo sé, si tienes problemas arréglalo con él, a mí no me molestes; y ni se te ocurra denunciar o difundir los mensajes porque entonces sí es contra mí y mi gobierno y no vas a salir bien de ésta’”.
La mafiosa intimidación quedó flotando como daga envenenada.
Y después vino lo mismo que sufre quien tiene la valentía de denunciar: la revictimización.
Ella fue cambiada de lugar de trabajo y sometida a otra humillación.
“Me relegaron en un escritorio apartado; a todos se les permite tomar té o café acompañado de galletas, sin embargo, sólo se me permitía tomar agua, sin que me pudiera levantar ni siquiera para ir al baño, además de prohibirles a mis compañeros hablarme”.
Al final, el 3 de junio de 2020 fue despedida de manera fulminante “y aunque no lo merecía” le “harían el favor” de pagarle dos semanas.
En la historia reciente de Puebla no se había visto tanta protección femenina a un acosador sexual.
Todos lo tenemos muy presente.