Rafael Moreno Valle Rosas fue una figura central, de primer orden, en la disputa por el patrimonio de 720 millones de dólares de la Fundación Jenkins (FJ). El entonces gobernador de Puebla dividió a la familia Jenkins Landa y al mismo tiempo, jugó con unos y luego con otros, con el propósito de que pudiera tener participación en el manejo del jugoso capital que se han peleado.
Siendo ese la raíz del conflicto que ha derivado en un fuerte litigio entre los Jenkins y que ayer, por órdenes de un juez, la policía tuvo que tomar el campus de la Universidad de las Américas de Puebla para devolver sus bienes a quienes controlan el nuevo patronato de esta institución de educación superior.
El conflicto, como ya se ha difundido ampliamente, es producto de la avaricia entre los integrantes de la familia Jenkins, en donde uno de los hijos, Guillermo Jenkins de Landa, denunció penalmente a sus padres Guillermo Jenkins Anstead y Elodia Sofía de Landa, junto con sus hermanos Roberto, Margarita, María Elodia y Juan Carlos, por haber sacado del país el patrimonio de la FJ y depositarlo en el paraíso fiscal de Barbados, como una manera de quedarse con el dinero.
Sin embargo, no todo es blanco y negro en esta historia, pues parece que a todos los involucrados los salpica el intento de querer desintegrar a toda costa los estatutos de la FJ –que originalmente se llamaba Fundación Mary Street Jenkins— que en 1954 establecieron que ningún descendiente del multi-millonario William O. Jenkins podía tocar el dinero de dicho organismo filantrópico.
La primera amistad de RMV
Durante su campaña electoral y en el arranque de su gobierno, un importante integrante de la “aristocracia” mexicana que acompañó a Rafael Moreno Valle Rosas en sus proyectos político era Guillermo Jenkins de Landa, quien en ese entonces tenía el control de la FJ.
Se dice que el interés de Moreno Valle era que Guillermo Jenkins de Landa pudiera encontrar la manera de abrir las puertas de la fundación en cuestión y ésta, pudiera ser una fuente de financiamiento privado a su propósito de ser candidato a la Presidencia de la República en la sucesión de 2018.
El entonces titular del Poder Ejecutivo tenía, en aquella etapa, el temor de que si utilizaba recursos públicos para sus planes político-electorales se convertiría en un personaje vulnerable que fácilmente lo podrían hacer caer en sus intentos de ser presidenciable. Por eso creí que la vía para tener fondos privados era poder lucrar con el patrimonio de la Fundación Jenkins.
Eso explica, en mucho, porque entre los años 2012 y 2013 el entonces mandatario ordenó una campaña de hostigamiento contra el panista Luis Ernesto Derbez, el rector de la Universidad de las Américas, la cual es una institución cuyo patrimonio es de la FJ.
Y es que Derbez tomó partido por los Jenkins que están enfrentados con Guillermo Jenkins de Landa.
Los nuevos amigos
Esa amistad entre Moreno Valle y Guillermo Jenkins de Landa tuvo una breve duración, ya que el segundo de ellos salió del círculo de confianza del gobernador y en su lugar entraron los padres y hermanos del segundo de ellos, que para esa época ya tenían fuertes diferencias dentro del seno familiar.
Resulta que, en el año 2013, varios patronos de la FJ decidieron retirarse de esa responsabilidad por ser ya personas de edad avanzada y por carecer de ánimo para participar entre los pleitos de los Jenkins, que cada día aumentaban de intensidad.
Esa salida de los patronos permitió que sus lugares fueran ocupados por integrantes de la familia Jenkins, que estaban –y siguen—peleados a muerte con Guillermo Jenkins de Landa.
Eso derivo a que, en el año 2014, Guillermo Jenkins de Landa fuera echado del Patronato de la Fundación Mary Street Jenkins por su propia familia.
Y como si fuera un comportamiento de un adolescente, Moreno Valle se apresuró a cambiar sus afectos y Guillermo Jenkins de Landa dejó de ser de su interés, convirtiendo en su nuevo mejor amigo a Roberto Jenkins de Landa, quien era el principal rival del segundo de ellos.
Ese cambio de “amistades” de Moreno Valle se debía a que él entregaba su lealtad, simpatía y confraternidad a quien tuviera la posibilidad de manejar el dinero de la fundación filantrópica más rica de México.
Dicho cambio de amistades, lealtades o mejor dicho de conveniencias llevó a Moreno Valle a no cumplir con su deber legal de observar a través de la Junta para el Cuidado de las Instituciones de Beneficencia Privada –que depende del Poder Ejecutivo poblano—que no hubiera un manejo anómalo o ilegal de los fondos de la FJ.
Al revés, Moreno Valle no le intereso que hubiera un manejo correcto del patrimonio de la FJ, sino que el dinero en cuestión acabara en sus proyectos personales, algo que finalmente no ocurrió.
Lo que si pasó, es que los 720 millones de dólares del patrimonio de la FJ, por el que tanto se han peleado a muerte los Jenkins, terminó en un paraíso fiscal, a donde lavan su dinero todos los mal portados de México.