La Quinta Columna por Mario Alberto Mejía.
Imagine, hipócrita lector, ser el actor principal de esta historia.
Dirige una empresa radiofónica exitosa.
Su arribo vino a darle un nuevo aire y colocarla en el lugar que se merece.
Su trabajo es ampliamente reconocido en los diferentes círculos sociales, políticos y económicos.
Incluso, logra convenios que antes eran imposibles de acceder.
A su arribo a la empresa se encuentra con otra compañía que opera el manejo de redes sociales de la estación.
Usted no duda del trabajo emprendido.
La compañía, por su parte, se encarga de dejarle en claro que es un dechado de virtudes profesionales.
Por diferentes circunstancias, y como toda empresa en México, se retrasa en algunos pagos.
Las facturas se acumulan, pero mantiene su palabra de pago.
Nunca se echa para atrás.
Un buen día, la compañía dechado de virtudes decide jugarle una mala pasada: utilizar sus propias cuentas oficiales para exhibir la deuda.
El asunto es utilizado por aquellos que conocen el oficio: la extorsión.
¿Una acción justificada? Para nada.
Lo que dicha compañía hizo fue quemar lo poco que alguna vez tuvo de nombre y dignidad.
El ataque, como toda extorsión, sirvió para que el afectado fuera cobijado por sus amigos.
Una historia de la Puebla de los cínicos.