La Quinta Columna por Mario Alberto Mejía
Veo las fotos de los “activistas” que querían entrar al Congreso del estado el sábado anterior.
Las notas periodísticas nos hablan de “activistas ciudadanos” que buscaban ingresar al salón de sesiones en aras de impedir que los diputados locales impusieran severos candados a las candidaturas ciudadanas.
Los “activistas ciudadanos” (ah ok) eran viejos conocidos de todo mundo.
Entre los que alcancé a distinguir estaban, por ejemplo, Gabriel Hinojosa Rivero, Norberto Amaya Aquino y Armando Blanco.
El primero llegó a la Presidencia Municipal de Puebla en 1996 con fama de “candidato ciudadano”.
A los diez minutos de haber rendido protesta como alcalde ya se había convertido en un furibundo panista dispuesto a defender el Palacio de Charlie Hall con el hígado, el fémur y el esternón.
Hacía afuera se presentaba todos los días como un ciudadano sin compromisos partidistas.
(Ana Teresa Aranda lo detestaba en ese tiempo y lo llamaba “el nene” por sus ocurrencias infantiles. “¿Ya llegó el nene?, preguntaba en los actos públicos a los que había sido convidada en su papel de dirigente estatal del PAN. Todos reían).
Hinojosa pronto se hizo de un club de amigos panistas con los que gobernó los tres años pese a las embestidas fascistas del gobernador de aquella época: el ahora “demócrata” Manuel Bartlett Díaz.
Una vez que dejó el poder municipal, el “ciudadano” Hinojosa pasó por todos los partidos políticos, salvo el PRI, en aras de convertirse en “diputado ciudadano”.
Ahí estaba siempre nuestro héroe: ora como candidato del PT, ora como candidato de Convergencia.
Nunca pudo llegar al Congreso y no le quedó más remedio que volver a su negocio de computadoras.
Este sábado regresó como los buenos: en su papel de “activista ciudadano” que busca llegar al cargo público que sea sin la pesada loza que imponen los partidos políticos.
Jura y perjura, por supuesto, que es un “ciudadano” con derechos para integrar una horrorosa nómina burocrática.
(Ah ok).
Y sí, en efecto, ahí estaba el “ciudadano” Hinojosa –con la cabecita blanca a la Sara García– peleando por sus derechos y buscando echar abajo los candados a las candidaturas “ciudadanas”.
Norberto Amaya ha recorrido, como Hinojosa, todos los partidos posibles en aras de ser alcalde, regidor, diputado local, diputado federal y, si se descuidan, gobernador del estado.
No le ha ido bien en la feria de las reparticiones.
(En sus tiempos de reportera, Beatriz Gutiérrez Müeller, hoy esposa de Andrés Manuel López Obrador, exhibió a
Norberto y a las Rosas Salvajes –una de ellas es esposa de Jorge Méndez Spínola, protegido de René Bejarano– como becarios de la Sedesol. Fue un escándalo).
Este sábado, como Hinojosa, Norberto estaba ahí en su nuevo papel de “activista ciudadano”.
(No me culpen a mí: así lo llamó la prensa).
El joven Blanco fue otro de los indignados “activistas ciudadanos” (ah ok) que protestaba a las afueras del Congreso.
Cómo olvidarlo en su aventura política más reciente:
Año 2013.
Campaña de Enrique Agüera a la Presidencia Municipal de Puebla.
En ese contexto, el priista Armando Blanco se abría paso a gritos para jurar que su partido regresaría al Palacio de Charlie Hal.
Su grito era lo más parecido a “¡Háganse a un lado, piojos, que ya llegó su peine!”.
Muy enojado estaba el joven Blanco porque no lo dejaban entrar al Congreso.
Estos tres “activistas ciudadanos” son de los que lamentan el navajazo que le acaban de dar a las candidaturas ciudadanas.
Otros “ciudadanos” se expresaron en redes sociales.
Van dos ejemplos: Eduardo Rivera Pérez, afiliado al PAN desde que iba en el kindergarden “Carlos Hank González”, en su natal Toluca, y Ana Teresa Aranda, guanajuatense de corazón y ex lideresa del PAN.
Otro ex dirigente del PAN, el becario Juan Carlos Mondragón, contribuyó a la lucha democrática con un artículo que llevaba su sello personal: ininteligible.
Estos, pues, son algunos de los “ciudadanos” (ah ok) que ya se veían el año próximo buscando la minigubernatura poblana.
Lo malo es que la gente sabe que perdieron la “ciudadanía” a la edad en que se pierde la virginidad: como a los trece o catorce años.
Pero eso no es todo.
A esta pachanga se integró el principal responsable de que ahora todo mundo quiera ser candidato ciudadano: Jaime Rodríguez, “El Bronco”, gobernador electo de Nuevo León que habla como si fuera presidente de la República, pero de fines del siglo XIX.
Entrevistado por la revista Campaigns and Elections México, llamó a los diputados que aprobaron la reforma electoral “criminales políticos” y los acusó de toda clase de lindezas.
No ha tomado posesión todavía y este personaje ya empezó a dar una idea de lo calamitoso que será su gobierno.
En su columna de este lunes, publicada en Reforma, Jesús Silva-Herzog Márquez lo definió con inteligencia y brevedad.
Vea el hipócrita lector: “Mi belleza nace de mi fortuna, confiesa Donald Trump viendo ese espejo que para él es su chequera. Soy el Jesucristo de la política, dijo Berlusconi, el fanfarrón que gobernó Italia. Soy el partero de la primavera mexicana, dice el ‘Bronco’, otro talentoso insultador. La megalomanía de estos patanes no los caricaturiza a ellos solamente. Es la burla de lo que somos. El demagogo exitoso es el mejor retrato de la sociedad que lo consiente.”
Nota Bene: Los primeros que se indignaron por la reforma de los candados fueron los priistas.
Faltaba más.
Y es que ya veían contendiendo a su esquirol de cabecera Ana Teresa Aranda –que tan buenos servicios les ha hecho de
Marín para acá– en las elecciones de 2016.




