La Quinta Columna
El programa se llamaba “Unidos para Progresar”, pero su traducción en el idioma que se habla en el bajo marinismo es “Unidos para Robar”.
A finales de octubre de 2014, El Sol de Puebla, bajo la firma de la reportera Pilar Pérez, dio a conocer un reportaje muy documentado acerca de una investigación de la Secretaría de la Contraloría en torno de “un complejo y millonario esquema de desvío de recursos operado por el ex gobernador Mario Marín Torres” a través de dicho programa.
La reportera escribió con papeles en la mano que entre 2008 y 2010, “periodo en el que se manejaron más de 800 millones de pesos”, fue empleada una parte del presupuesto de forma por demás irregular.
El siguiente párrafo es elocuente por sí solo: “Pobladores consultados por la dependencia estatal, presuntos beneficiarios del programa emblema del sexenio marinista, arrojaron luz acerca de la forma en que (algunos) funcionarios malversaron los recursos públicos: desde la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) se armaron expedientes y justificaron pagos para obras y servicios públicos que nunca existieron.
“De ahí que Marín Torres tuvo que valerse de toda una red de corrupción para realizar el desvío”.
Resumo al hipócrita lector la trama macabra:
Unidos para Progresar, creado en el año de Lydia Cacho (2006), tenía varios fines generosos: atender a la población de mayor marginalidad y erradicar la pobreza,
(¿Desde cuándo venimos escuchando lo mismo? Hay quien jura que esas frases las inventaron los priistas cuando el PRI no existía, pero sí las corruptelas, las transas y la demagogia.)
Como la historia nos ha demostrado, ahí donde hay recursos para abatir la pobreza sobran las manos de los
funcionarios abusivos.
Este programa no fue la excepción.
En consecuencia: se desviaron los recursos y se falsificaron documentos oficiales.
(La delincuencia organizada se queda corta).
El alto marinismo, que para entonces empezaba a ser bajo marinismo, no dudó en recurrir al “uso indebido de credenciales de elector a través del robo de identidad”.
Y más: muchas obras quedaron en promesa (en salivazo) y hubo decenas de acciones no ejecutadas.
(Si la acción no se ejecutó no es acción: es pillería).
Que el bajo marinismo le haya dado un uso electoral al programa ya no sorprende al lector de esta columna, tan acostumbrado a leer historias de este tipo.
Hoy la novedad es que el tema está más vivo que nunca y de un momento a otro habrá noticias más que frescas.
Ya en febrero de 2014, ocho meses antes de que El Sol de Puebla diera a conocer esas irregularidades, el columnista Arturo Luna escribió sobre el tema.
Le dejo al lector algunos fragmentos de la historia:
“Se identificaron desvíos, ‘extravíos’ e irregularidades en 56 obras y acciones de ese programa operado al cien por ciento por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) de Puebla, en especial obras no ejecutadas –pero cobradas- y falsificación de documentos.
“(…) Por eso, de esta cloaca, la de Unidos para Progresar, se prevén sanciones penales por falsificación de documentos (de uno a 8 años de prisión) y por peculado (de 6 a 12), así como administrativas, es decir, inhabilitaciones y la restitución del daño patrimonial”.
Ufff.
Es una trama, sí, macabra.
