La Quinta Columna
Mario Alberto Mejía
Teresa Aranda no era la mejor compañera de viaje que podía tener en las tierras poblanas.
Y es que desde hace varios años –unos cinco cuando menos–, la sedicente “Doña” se mueve al ritmo de las maletas marinistas.
Ella podrá decir que sólo una vez recibió una en la colonia Condesa –como lo relató Carlos Ibáñez, con pelos y señales, al quintacolumnista–, lo cierto es que esa maleta, proveniente de las arcas del bajo marinismo, bastó para etiquetarla como una política con unos escrúpulos muy similares a los de Bejarano en la película que filmó con Ahumada.
En ese sentido, pues, el senador Corral debió haber preguntado por el pasado reciente de quien se le pegó como lapa en la frustrada campaña por la contienda interna del PAN.
Una pequeña pregunta en tierras poblanas le habría ahorrado dolores de cabeza, decepciones, sensación de vómito y reumas.
Una pequeña, modestísima pregunta a tiempo le habría abierto los ojos.
Pero no.
La ceguera histórica que a veces acompaña a Corral en sus muy trascendentes decisiones la hizo llegar hasta la señora Aranda y la hizo confiar en ella hasta al grado de sumarla a su equipo principal: ese mismo equipo que hace unas horas naufragó con él a la cabeza en una de las embestidas más memorables de que se tengan memoria.
(Digo “embestidas” y no “cogidas”, como dirían los taurinos, en aras de no ser malinterpretado).
Ana teresa Aranda no ha ganado jamás una elección en su vida.
Su único arribo a la Cámara de Diputados, la federal, fue a través de la vía plurinominal.
Lo demás es patético: perdió la Presidencia Municipal de Puebla en 1989, perdió la gubernatura en 1998, perdió el Senado en el 2000.
Hay más: en 2007 quiso ser candidata del PAN a la alcaldía de Puebla y no pudo, y en 2009 quiso ser diputada federal y tampoco pudo.
El tristemente célebre Alejandro Poiré se le atravesó en el camino.
Y la perla de la corona: con maletas marinistas y helicópteros a modo buscó ser la candidata –también a modo– del PAN a la gubernatura, pero la embistió Moreno Valle.
Ana Tere contribuyó para llevar a la debacle a Ernesto Cordero en la elección en la que fue barrido por Gustavo Madero.
Ahora hizo lo mismo con Corral.
Una sola pregunta, ufff, le habría ahorrado a Corral terminar en el pabellón de enfermos terminales.
Si la hubiera hecho se habría enterado que la “Doña” o la “Jefa”, como también se bautizó, quiso ir en la lista plurinominal del PRI-Verde en los recientes comicios federales.
Quiso con todo, pero la desplazó Carmen Salinas: la actriz cómica de la que tanto ha aprendido.
También habría sabido que la señora se alió hace algunas semanas a uno de los políticos más impresentables de la región: José Juan Espinosa, peón de Ricardo Monreal y de Dante Delgado al mismo tiempo.
Hoy, sí, Ana Tere perdió de nuevo y llevó a la derrota a otro ingenuo que creyó en ella.
Un ingenuo más de los muchos que han resbalado en los últimos años.
Que Mario Marín la redima.
O la vuelva a redimir.