Eduardo Rivera se prepara para arrancar su travesía al desierto luego de gobernar la capital del estado y hace un amplio recorrido de los principales hechos de su trienio, que lo llevan a toparse con las diferencias que mantuvo siempre con el gobernador Moreno Valle.
Un cierto gesto de nostalgia acompaña el rostro de Eduardo Rivera Pérez, el alcalde panista que se prepara para arrancar su travesía al desierto luego de gobernar la capital del estado. Un recorrido amplio de los principales hechos de su trienio lo lleva a toparse con las diferencias que mantuvo siempre con el gobernador Moreno Valle. Las reconoce como un hecho natural, como las que se dan en cualquier relación humana, pero afirma “nunca quise competir con él, fui disciplinado, siempre se procesaron con discreción…. si hay comparaciones, son injustas, porque no es la misma capacidad la del gobierno estatal que la del municipal”. Ni siquiera en el final toma el atrevimiento de alzar su voz contra el Señor de Casa Puebla.
La nostalgia, el tiempo insuficiente para llevar a cabo todos los proyectos, domina la conversación. Hay poca autrocrítica, predomina la versión triunfalista del tercer gobierno panista en la capital. Casi todo el tiempo su voz es firme, segura, sobre todo cuando habla de los logros de su administración. En otro momento, en las reflexiones sobre el final de su mandato, el sueño de la gubernatura, la travesía al desierto que comienza y las amenazas poco sutiles, la inflexión de la voz es más pausada, más prudente.
En otros momentos su voz es enfática, como cuando refiere que aceptó la decisión del Congreso local para fijar los nuevos límites entre San Andrés Cholula y la Angelópolis como una “decisión de Estado… pues aunque sigo pensando que teníamos la razón, puse por alto un bien mayor que fue la seguridad jurídica para los miles de poblanos involucrados.
Lalo reparte agradecimientos a los funcionarios que lo acompañaron “sólo hice dos cambios fuertes, el tesorero por la cuestión de su título, y en Sedesol, por cuestión de estilos”. Palabras especiales tiene para Amadeo Lara Terrón, permanentemente en el ojo del huracán, “al final tengo la sensación que acerté al sostenerlo. Se lleva el orgullo de que es el único secretario de Seguridad Pùblica que ha durado todo el trienio en las últimas décadas.
“Aspiro a que me recuerden como un alcalde trabajador, un alcalde eficiente”, pide Eduardo Rivera a los poblanos en ese tránsito que preocupa a los gobernantes sobre las obras que dejaron para la Historia o cómo los recordara ésta.
Entre las memorias de lo que hecho y no hecho, surge el único “escándalo” de la administración, cuando el diario Reforma reveló que entre las Mil Calles pavimentadas estaba la que daba acceso a su domicilio. “No fue escándalo, sino una nota, la verdad es que se lo prometí a mis vecinos”.
La reflexión sobre lo que vendrá, la travesía del desierto, el largo periodo que hay hasta 2018 cuando acepta que buscará la gubernatura, porque descarta absolutamente la de 2016, y destaca —otra vez— “fuimos un gobierno honesto, nunca hubo acusaciones. Para perseguirme, tendrían que inventar. Y estoy preparado para defenderme”.
Lalo se va del palacio municipal, del salón de cabildos. Nadie sabe cuánto aguantará su legado.